Opinión Nacional

Miraflores quiere dictadura

El régimen de Chávez, ahora en los inicios del 2003, se ha declarado en «ofensiva estratégica» para consolidar la (supuesta) revolución y demoler a sus adversarios. ¿Qué significa eso? Pues que no se necesita la clarividencia del recordado Luis Castro Leiva para entender que de una dicta-blanda estamos pasando a una dicta-dura. Así, sin mucho adorno.

Vamos a los hechos. El presidente de la Conferencia Episcopal, Baltazar Porras, afirma que «los poderes públicos están secuestrados»; el presidente del sector empresarial, Carlos Fernández, es encarcelado por la policía política; el presidente del movimiento sindical, Carlos Ortega, tiene que «enconcharse» para evadir la Disip; la violencia de Estado, moral y material, se desata impune en contra de periodistas, editores, sindicalistas, productores, gobernadores, dirigentes sociales, ex-militares y, en fin, en contra de voceros opositores.

Sigamos con los hechos. El régimen establece una sucesión de controles cambiarios, financieros y económicos con un definido propósito político: «cero dólares para los golpistas»… Utiliza su mayoría parlamentaria para imponer leyes de control sobre los medios radio-televisivos (Ley de Contenidos) y sobre el máximo tribunal (Ley del TSJ). Destruye el grueso del patrimonio gerencial de Pdvsa para convertirla en una Cadafe petrolera. Teledirige los tribunales y fiscales (bolivarianos) en la persecución judicial de sus antagonistas.

¿Cómo se llama todo eso en lenguaje común y corriente? Seguro que José Vicente explicará que se trata de una «democracia vibrante»: algo así como la «democracy with tropical flavor» que tanto le gustaba a Mr. Maisto. Pero para infortunio de los venezolanos, la «ofensiva» miraflorina no tiene nada que ver con modismos democráticos. Chávez busca hacer del paro decembrino una «Bahía de Cochinos» para redoblar sus controles y justificar lo arbitrario de su poder.

A no pocos les cuesta creer que Venezuela se esté deslizando hacia una dictadura, si no formal, al menos práctica y concreta. Dicho escepticismo se entiende porque las cosas no han ocurrido de la noche a la mañana. Han sido cuatro largos años en los que paso a paso, sin innecesarias razzias, el régimen chavista ha ido desconociendo reglas, derechos y valores, ampliando su ámbito de dominio y limitando progresivamente los contrapesos.

Un caso típico son las FAN. Chávez pretende mandarlas a su antojo, no le rinde cuentas a nadie, y ello se ha ido aceptando como un hecho cumplido, casi normal. Los márgenes de tolerancia disminuyen, repito, poco a poco, y cuando nos damos cuenta ya el cerco está montado.

No debemos confundirnos. El llamado «proceso bolivariano» quiere que el país vaya por el camino de los recontroles, la represión, el aseguramiento y la afonía (con la obvia excepción). Eso no tiene otro nombre que dictadura.

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