Opinión Nacional

Miraflores y el boicot electoral

Si Chávez no estuviera temeroso del resultado de unas elecciones con alta participación de los votantes, entonces no estaría haciendo todo lo posible para sabotear el ánimo de los venezolanos en ejercer su derecho al sufragio.

Si tuvieran un ápice de verdad las jaladas de José Vicente sobre la popularidad abrumadora de su adulado, entonces el CNE andaría facilitando la adopción de unas condiciones electorales adecuadas, en términos de confianza en el registro, en el escrutinio público y en el secreto del voto.

Pero nada de eso está ocurriendo, sino más bien lo contrario con el guaraleo característico de otros procesos, verbigracia el notorio referendo revocatorio del 2004, del cual quedo escarmentada una gran parte de la población.

Ahora Tibisay Lucena, sus colegas del CNE, y sus superiores de la nomenklatura tipo Chacón, Rangel, o el propio supremo, quieren que se repita la misma película con el objetivo de frustrar, una vez más, la aspiración de cambio democrático de millones de ciudadanos.

El tema de la auditoria verdadera del REP, por ejemplo, es tan crucial como emblemático. Desde Carlos Genatios en Ojo Electoral hasta Tulio Alvarez en Verdad Venezuela, para sólo citar dos figuras en las antípodas, la generalidad coincide que un registro confiable es la primera condición de cualquier sistema electoral que pretenda llevar la etiqueta democrática.

De allí la propuesta de la UCV, UCAB y USB para participar en la revisión y depuración del registro electoral. Un esfuerzo de naturaleza técnica que busca contribuir a revalorizar el derecho político más primario de todos: el del sufragio a través de elecciones libres, universales, directas y secretas.

Pues bien, el «nuevo» CNE no ha hecho sino enredar el asunto con cuanto vericueto se les ocurre, incluyendo, no faltaba más, la inclusión en la iniciativa de proto-universidades, como la «Bolivariana» o la «Marítima», que de prestigio científico tienen lo mismo que Chávez de afónico. Con esos tejemanejes están a punto de conseguir que naufrague la propuesta.

Al respecto, la posición definitiva de un eminente educador como el padre Luis Ugalde, rector de la Universidad Católica Andrés Bello, debería ser considerada con mucha atención, pues Ugalde ha sido un paciente defensor de los caminos comiciales que, de nuevo, el Estado bolivariano se empecina en obstaculizar.

Mientras en media América Latina se vienen celebrando elecciones presidenciales sin la existencia de cuestionamientos de mayor cuantía, en la campaña electoral de Venezuela el foco principal se sitúa en las reglas de juego o condiciones electorales que den una mínima confianza al deseo mayoritario de participar para votar y elegir.

En otras palabras, la cola mordiendo el perro. Faltan apenas 6 meses para la fecha del 3 de diciembre y del limbo parece que se está descendiendo al purgatorio. Esta situación tiene un responsable central en la voluntad todopoderosa, en cuanto a la orientación del Estado se refiere, del señor Chávez.

Si Miraflores persiste en el boicot no habrán elecciones sino plebiscito de hecho o, incluso peor, plebiscito «de derecho» para la pretensión patológica de la continuidad perpetua. El régimen revolucionario estaría empujando al país, aún más, por un despeñadero de gravosas consecuencias.

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