Opinión Nacional

Miranda pionero de los derechos humanos

Miranda sufrió en carne propia la violación de sus derechos humanos a lo largo de su vida. A los 17 años, en 1767, el culto estudiante de la Universidad de Caracas padeció la implacable humillación propinada a su padre canario, Don Sebastián, cuando los mantuanos caraqueños, en insólito oficio al Rey de España, objetaron su designación como capitán de las milicias blancas de Caracas. El sabio Carlos III de España falló a su favor; pero ya el mal estaba hecho.

Cuando abandonó el ejército español para irse a Estados Unidos en 1783, defendió durante largos años su inocencia en juicio amañado por falso contrabando, amén de la persecución que la Santa Inquisición había iniciado por la tenencia de libros prohibidos durante su servicio militar como edecán del capitán general de Cuba, el mariscal de campo Juan Manuel de Cagigal. Obtuvo su absolución; pero 16 años más tarde, en 1799. Tres veces prisionero de los jacobinos galos, se salvó de la guillotina durante el Terror francés en 1795; pero el poderoso ministro de policía, Joseph Fouché, ordenó su expulsión de Francia en 1800. Defiende sin éxito sus derechos después de la capitulación de 1812 y durante su presidio final en La Carraca.

Cuando el general Miranda realiza con éxito la liberación de Amberes en 1792, firma una capitulación que otorga justos derechos al ejército austriaco vencido y su superior, el general francés Dumouriez, escribe que el acto está marcado con el sello del filósofo y del republicano. Caracciolo Parra Pérez, en su insuperable obra Miranda y la Revolución Francesa (Banco del Caribe, Caracas, 1989), reseña las notas que al margen coloca el Precursor en la capitulación de su puño y letra.

El oficial vencido, Molitor, plantea un intercambio de rehenes para garantizar la ejecución de la capitulación y el caraqueño resalta: la lealtad francesa y la fe del ejército es el mejor rehén que cabe desear. Más adelante apunta sobre el capítulo 3: acordado…con la reserva de que la palabra pillaje está suprimida, por no conocerse en el ejército de la República Francesa. Ha sido la práctica histórica de los ejércitos vencedores el apoderarse de bienes y abusar de hombres, mujeres y niños en los territorios conquistados.

El general venezolano se ocupa en Bélgica de que los heridos y enfermos del ejército derrotado gocen del debido cuidado y se niega a que los condenados sean llevados a prisión por los austriacos por ser contrario a los derechos del hombre, asienta Miranda. Se opone sin ambages a la pretensión de algunos generales franceses de anexarse el territorio del hoy Reino de Bélgica y se reserva el tratar con la nación belga y las autoridades de Amberes…la protección de los habitantes y las propiedades de los ciudadanos…siendo la ciudadela (de Amberes) una propiedad que será entregada al pueblo belga al verificarse la evacuación de la República Francesa.

Miranda fue así precursor de un principio fundamental del derecho internacional moderno, también esgrimido por el mariscal Sucre en la capitulación de Tarqui en 1829, según el cual la victoria militar de una nación sobre otra no da derechos territoriales sobre el territorio de los vencidos. Las guerras y las batallas son para liberar y establecer la libertad; pero no para conquistar.

Los conceptos plasmados en la capitulación de Amberes se convertirán en principios fundamentales del derecho internacional público de las naciones después de la Revolución Francesa, inspirados en el humanismo del Siglo de la Ilustración europea. Después de las dos guerras mundiales del Siglo XX, de las penosas experiencias fascistas y autocráticas de Alemania e Italia y del totalitarismo degradante en que devino la Unión Soviética y sus países satélites, la democracia, el estado de derecho y la protección de los derechos humanos se han constituido en paradigmas universales durante la segunda mitad del siglo XX.

Fue quizás el primer estadista en Europa y América que más de un siglo antes de que se convirtiera en precepto constitucional de las naciones democráticas, defendiera el derecho de la mujer a ejercer el voto en elecciones libres y a participar en los asuntos públicos de la república. En plena campaña para la liberación de los belgas, escribe a su amigo Jerome Petion, diputado a la Asamblea Constituyente y Alcalde de París para 1792: yo le recomiendo una cosa de mi parte, sagaz legislador, y se trata de las mujeres…por qué dentro de un gobierno democrático la mitad de los individuos no están directa o indirectamente representados, mientras ellas están sometidas a la misma severidad de las leyes que los hombres han hecho a su voluntad.

Francisco de Miranda, el perseguido perenne, contribuyó, con su magnanimidad de general victorioso durante la Primera República Francesa, a forjar las bases del derecho internacional moderno. Perdió todos sus derechos para defender uno sólo, el más sagrado: el de la libertad e independencia de su Colombeia o Federación (Hispano) Americana, que sería una república de naciones libres y sabias…desde las cabeceras del Missisipi… el Cabo de Hornos.

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