Opinión Nacional

Mitología y psicología

En lo que escribo recurro con frecuencia, por no decir siempre, a las imágenes de la mitología. Lo hago, por una parte para amplificar el tema y para ilustrar, con el recurso de la imagen y la metáfora, la visión del mismo. Pero, aún más importante que lo anterior, lo hago para sustentar la tesis tratada con el bagaje histórico-imaginativo que la filogenia le da a las pasiones y a los patrones de conducta que guían el que-hacer de los seres vivos.

Cada uno de nuestros actos, de nuestras pasiones y motivaciones, está estructurado y sustentado en una larga historia. Historia que nuestros antecesores expresaron en imágenes míticas, en leyendas, en cuentos de hadas y del folklore y en los sueños compartidos de pueblos y aldeas. Para el hombre primitivo las pulsiones e instintos eran manifestaciones de una inteligencia superior que se expresaba a través, y por intermedio, de la psique individual y colectiva. Había ciertos personajes que, actuando a modo de antena, canalizaban las necesidades y daban forma a los requerimientos de la colectividad, ellos son los Chamanes o personalidades «maná.» Se supone que estas personas han pasado por un proceso inicíatico que les permite ver más allá de lo que pueden captar los otros miembros de la sociedad. En las tribus primitivas era, y es en ciertas etnias, frecuente observar como jefe o brujo reune a sus congéneres para contarles el sueño tenido la noche anterior. Si este es un «Gran Sueño,» marcará el destino de la comunidad pudiendo cambiar la historia de todo un pueblo o el de una civilización. Los ejemplos sobran, basta recordar a José y sus sueños sobre el futuro de Egipto, los sueños reportados por Rasmussen–el explorador que llegó al polo Norte–y que le fueran contados por tribus esquimales de como, gracias al sueño de un chamán, la tribu se movilizó hacia el Oeste para terminar llegando a América. Los sueños también previenen, nos alertan de posibles riesgos. Así, Carlos Gustavo Jung en su ensayo «Wotan» reporta, en un sueño profético, la derrota del pueblo alemán en la Segunda Guerra Mundial.

Los mitos y leyendas nos hablan del alma colectiva, nos brindan imágenes de los patrones y formas de aprehensión de las grandes civilizaciones. Se constituyen así, en una suerte de entendimiento del alma de los pueblos. El mito de Aquiles y Pentesilea nos narra, en forma poética y terrible, de la destrucción que puede sobrevenir de las polarizaciones cuando de la lucha de géneros se trata. Aquiles, el más acabado modelo masculino de la heroicidad Griega, mata a Pentesiléa, la reina de las Amazonas, al hacerlo, mata su posibilidad de amor y llora sobre el cadáver de su amada-enemiga. Henrich von Kleist en la tragedia «Pentesiléa,» narra esta epopeya, la cual tiene una actualidad sorprendente en la lucha entre el masculinismo y el feminismo.

Los cuentos de hadas y del folklore retratan estos modos de conducta en comunidades mas pequeñas, son la mitología de las sociedades más limitadas. Vemos entonces como, en cada pueblo, en cada familia se barajan historias y anécdotas que constituyen el hilo directriz de la tradición. Ellas dan sentido de pertenencia, de identidad, nos engraman dentro de un determinado módulo de desarrollo, nos dicen quienes somos, cuales son nuestros puntos de pártida. Ellas también nos hablan de los guiones que van a gobernar nuestra existencia: patrones y argumentos que pueden destruirnos o construirnos, y que sobrepasan en mucho las posibilidades de la acción volitiva.

Los sueños son las mitologías individuales, cuando no son Grandes Sueños como los relatados anteriormente. Ellos nos dicen la acción de nuestra vida, nos alertan y compensan cuando una conducta está muy polarizada, complacen nuestras fantasías más secretas y nos dan las pautas para dar dirección a nuestra existencia. Los sueños nos hablan del mito que se está constelizando en nosotros; mas allá de los diagnósticos médico-psiquiátricos son los mitos, los cuentos que cada unos de nosotros debe vivir, los que nos permiten entender, con claro conocimiento psicológico, lo que constituye el sentido de la existencia individual. Cada persona está regida por un patrón que los antiguos Griegos llamaron «Daimon.» Este demonio es una especie de destino que cada individuo debe satisfacer, la traición al destino particular produce sufrimiento y, a la larga, enfermedad y muerte.

Lo anterior choca abruptamente con las concepciones colectivistas. Estas últimas nos hablan de un ideal universal de perfección. Como si todos los seres humanos fueramos iguales y estuvieramos destinados a un mismo fín. Lo que es ideal para unos no tiene, necesariamente, que ser un modelo único. Pero también esta concepción de una sola forma de vivir y de concebir el desarrollo, encuentra fundamento en la mitología y en la historia: Procrusteo fué un Rey que quería que todos quienes vivieran en su ciudad fueran iguales, inventó para ello un lecho donde tendía a los ciudadanos y viajeros, y si la talla no era la esperada, los estiraba o recortaba, según el caso. Lo mismo ocurre actualmente cuando pretendemos imponer a nuestros semejantes patrones divorciados de su realidad individual. Si bien hay una serie de normas y leyes que nos permiten convivir, estas deben servir para hacer respetar las diferencias particulares y no para uniformar a los ciudadanos.

Es posible que la raiz de las guerras se encuentre en las diferencias no respetadas y en la imposición de criterios individuales que se universalizan.

Para los gobiernos es útil tener una juventud estúpida y una masa de adultos no beligerante, no pensante. Cuando las personas comienzan a cuestionarse, los malos gobernantes tiemblan. En la antigua Grecia, se destinaba al ostracismo a quienes se destacaran, ellos eran sujetos de envidia y por lo tanto repudiables por la gran masa amorfa. Así ocurrió con Socrates condenado a beber la cicuta por enseñar a sus jóvenes alumnos a pensar y a encontrar su propia verdad, por medio de la reflexión y el cuestinamiento. Lo propio está ocuriendo hoy con la psicología, especialmente con aquellas escuelas que promueven el desarrollo del individuo y no la masificación de los seres humanos.

La psicología es una mitología de la actualidad, en especial la psicología profunda. En esta estudiamos las motivaciones más hondas del comportamiento humano. Las escuelas de psicología profunda nacen con la concepción de lo incosciente, es este un estado en el cual los contenidos psíquicos no están disponibles para la reflexión consciente, es decir, representa una condición de inaccesibilidad en los procesos condicionantes de la conducta. Esta inconsciencia va a determinar gran parte de nuestra conducta, con la particularidad de que ella trabaja veinte y cuatro horas al día, siendo una fuente inagotable de información, tanto por los estímulos subliminales que se almacenan en ella, como por los instintos y pulsiones que pugnan por su expresión desde sus profundidades. En ella se almacena también todo el bagaje filogenético y evolutivo de la especie. La predeterminación de la conducta se evidencia en los actos fallidos, los sueños, las equivocaciones, los estados de humor inexplicables, los síntomas y las enfermedades. Desde lo inconsciente se producirá la elaboración imaginativa.

La creación es una forma por medio de la cual los seres humanos expresamos nuestro paradigma vital, colectivamente esta se manifestará por medio de la poesía de la mitología, en los cuentos de hadas y, a nivel más personal en los sueños y las obras de arte, en la poesía, en la música, en la pintura, etc.

Es por lo anterior que el conocimiento de la mítica de los pueblos, las anécdotas familiares y populares son tan importantes para el conocimiento del hilo conductor de los seres humanos, tanto a nivel colectivo como individual. Es probable que en la mitología encontremos patrones que puedan indicarnos el sentido de los fenómenos que presenciamos en la actualidad. Ella nos puede indicar el camino basándose en la experiencia, en la historia y en el conocimiento de los patrones eternos que condicionan el comportamiento humano, los arquetipos

Para nosotros, hombres y mujeres del siglo XX, entrando en el XXI, es humillante pensar que nuestra realidad está guiada por las mismas necesidades que orientaron la existencia hace 6.000 años. Hay que tener una alta dosis de humildad para reconocer que la búsqueda de la vida eterna, la cual llevó a los Sumerios a escribir la Epopeya de Gilgamesh, tiene la misma motivación que la que conduce gran parte de los experimentos médicos en la actualidad. Que la persecusión de la felicidad y la juventud, el encuentro con el Shangrila mítico, condiciona la vida de gran cantidad de hombres y mujeres de hoy. La lucha contra lo inevitable, la ilusión de que podemos vencer lo que en sí mismo es invencible, la necesidad de los hombres de jugar a dioses, de crear y hacer vida, que la clonación no nace en nuestra era, ya estaba engramada en la creación del Golem por el pueblo judio, en la fantasía siempre presente de crear a un ser perfecto e invencible. Es esa misma fantasía la que hace a las universidades actuales hablar del «Producto humano que el País necesita y que ellas tienen el deber de proveer.» Es absurdo pensar que la perfección se puede alcanzar negando nuestras miserias y limitaciones, nuestras maldades y sombras. Negar la esencia paradojal del ser humano, que somos buenos y malos, nobles y viles, altos y bajos, uno y multiple; es una de las condiciones más peligrosas para el individuo y para los pueblos. Ella nos conduce a la inflación irreflexiva. Esta última fué llamada Hubris por los Griegos y constituyó el pecado por excelencia. Por Hubris fue condenada Aracné a tejer eternamente, ella se sintió tan segura de su arte que se atrevió a retar a Atenea, la diosa después de vencerla la convirtió en araña. Ixión se atrevió a desear a Hera e intentó poseerla, por ello fué castigado a permanecer en el Hades atado a una rueda de fuego.

Somos víctimas de Hubris quienes nos infatuamos en nuestra omnipotencia y en nuestro Narcisismo. Nos sentimos por encima de nuestros semejantes arriesgándonos a ser víctimas de la venganza de esos dioses y demonios que pueblan el inconsciente individual y el alma colectiva.

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Dr. Gonzalo Himiob Tef: (02) 986 5757 Fax: (02) 987 9290
E-Mail: [email protected]
Caracas-Venezuela

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