Opinión Nacional

Monseñor Arias Blanco

El 1º de mayo de 1957, el arzobispo de Caracas, Monseñor Rafael Arias Blanco, leyó una Carta Pastoral –escrita por el obispo Feliciano González Ascanio-, donde se señalaban una cantidad de “observaciones” frente a las conductas del Gobierno del general Marcos Evangelista Pérez Jiménez. El eclesiástico fue exponiendo una serie de suaves críticas al Ejecutivo, manifestando su inconformidad con la situación de los obreros y trabajadores venezolanos, la corrupción administrativa y el atropello que sufría el pueblo venezolano por la represión ejercida por la siniestra Seguridad Nacional. La dictadura utilitaria de Pérez Jiménez se acercaba a su 5º año de gestión, y los áulicos del régimen estudiaban la forma de perpetuarse en el poder; es por ello que se produjo el 15 de diciembre de 1957 el repudiado Plebiscito, que fue el principio del fin de su Gobierno. Monseñor Rafael Arias Blanco natural de La Guaira, donde nació el 18 de febrero de 1906; se formó en el Seminario de Caracas y se doctoró en Roma, en la Universidad Gregoriana, ordenándose el 22 de diciembre de 1928. Ejerció su ministerio en varias ciudades del país, especialmente en San Cristóbal y Barquisimeto, hasta que en 1952 fue designado arzobispo coadjutor de Caracas; a la muerte de Monseñor Lucas Guillermo Castillo -1955-, Arias se convirtió en arzobispo de Caracas.

Vamos a reproducir algunos párrafos de esa histórica Pastoral, que comenzaba así: “Estamos ante una nueva prueba de la solicitud y preocupación de la Iglesia por la clase obrera, que llega en hora feliz a nuestra patria; la hora en que Venezuela siente en todo su ser, el estremecimiento de una nueva vida que está naciendo; en la hora de una transformación radical de su economía. En efecto, para nadie puede pasar desapercibido el salto de una economía preponderadamente rural, que está dando nuestra patria a otra eminentemente industrial y minera…la Iglesia tiene el derecho, al cual no puede renunciar, a intervenir en la solución del problema social…y por esto ha de resolverse en conformidad con las leyes de la moral y la religión…el haberse acumulado las riquezas en manos de unos pocos y empobrecido a la multitud…y finalmente la corrupción de las costumbres, han hecho estallar la guerra social…desgraciadamente nuestro movimiento sindical nació con signo marxista en 1936…sin embargo exhortamos a nuestros trabajadores a que se reúnan en sindicatos escogidos por ellos… y llegados a la mayoría de edad tiene que luchar, para cumplir la misión que Dios le ha confiado”.

Una vez pronunciada la Pastoral, el Ministro del Interior Laureano Vallenilla Planchart lo citó a su despacho, y luego de una pesada antesala de casi dos horas lo hizo pasar; el funcionario le recriminó su actitud y le recordó las excelentes relaciones del clero con el Gobierno, así como su deber de mantener una posición “no política”, que le hacía el juego a los comunistas y adecos en la clandestinidad. A partir de ese momento la iglesia católica se enfrentó contra Pérez Jiménez y su camarilla; se produjo una célebre polémica entre Monseñor Jesús Hernández Chapellín –director del diario “La Religión”– y el ministro Vallenilla, quien firmaba sus escritos con el seudónimo R H; a través de la prensa, se publicaban en los diarios “La Religión” y “El Heraldo”, respectivamente. Hernández Chapellín fue citado al Ministerio de Relaciones Interiores; allí se produjo un diálogo con Laureano Vallenilla, quien le espetó: -Monseñor, ¿El general Pérez Jiménez quiere saber cuales son las razones de la agitación que usted promueve desde un periódico que debe estar consagrado a los temas espirituales? Ripostando el interpelado: -Voy a hablar como sacerdote que solo teme a Dios, con el régimen que ustedes tienen en Venezuela, casi todo el pueblo los odia; -ustedes tiene un régimen de pánico con la Seguridad Nacional.

La censura no se hizo esperar y se ordenó la detención de Hernández Chapellín, Pedro Pablo Barnola –rector de la Universidad Católica Andrés Bello-, Alfredo Osiglia, Delfín Moncada y el padre Sarratud; y el polémico y candente prelado Jesús María Pellín fue expulsado del país. Por cierto, años más tarde se produjo la publicación de los libros del profesor Agustín Blanco Muñoz “Pedro Estrada habló” y “Habla el general” (Pérez Jiménez); en los cuales atribuyen la autoría de la referida Carta Pastoral al doctor Rafael Caldera y a otro abogado trujillano, amigo de Arias Blanco. Éste se constituyó en un icono de la resistencia, y una vez constituida la Junta de Gobierno en enero de 1958, siguió con sus prédicas por todo el país; el 30 de septiembre de 1959, se dirigía a Barcelona para intervenir en un foro público acerca de la posición de la Iglesia en esos momentos, cuando falleció a causa de un accidente de tránsito en la inmediaciones de la capital anzoateguiense.

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