Opinión Nacional

Mucho ruido y…mucho ruido

“Luchar por la democracia no es sólo oponerse al totalitarismo, sino también a lo que dentro de cada país democrático obstaculiza la profundización –y aun la utilización pura y simple- de la democracia: las exigencias autoritarias y agresivas del viejo Estado-nación, la identidad beligerante llamada “patriotismo”, el crudo afán de rapiña, la manía persecutoria de los jefes, etc…”
Fernando Savater. Las razones del antimilitarismo y otras razones.

Como era de esperar, poco duró en la agenda presidencial la preocupación por el “inaceptable” nombre de nuestro continente. El rol de intelectual no le va a un hombre cuyos intereses giran más bien sobre cuántos soles va a decretar para sus charreteras. Cada vez que se asigna escenas en las que debe aparentar inquietud por profundidades que le son ajenas resulta tan falso como cuando, en 2003, durante una reunión de la OEA en Chile, el entonces Canciller Roy Chaderton se proclamaba dolido por la desigualdad racial en la televisión venezolana. Poco le duró el dolor. Más tiempo y esfuerzo dedicó como recién nombrado embajador en México a generar un conflicto diplomático porque un empresario, según el relato de Chaderton, lo miró feo y no le dijo “Mucho gusto” cuando los presentaron. Vanidad y ojos torcidos, esos son los verdaderos temas.

El evento olímpico que acaba de terminar le dio al Presidente un motivo de figuración más cercano a su rango de actuación real. Actuó como “cheerleader” de alto nivel y anunció cinco medallas. Por ahí le va mejor la cosa: discursos rimbombantes, promesas en el aire e insultos (los más recientes contra los hondureños “vendepatria”) son su hábitat natural. Como casi siempre, los cánticos sobre nuestra grandeza deportiva y las ofertas de preseas mutaron en papelillo, desplantes berrinchosos (“No me importa las medallas”) y atribución de la responsabilidad del fracaso a la oposición (por haber deseado que los deportistas perdieran); esto último, además de resultar bastante patético, ayuda a entender por qué le queda tan flojo el personaje de pensador atribulado. Tomando como cierta la fantasía chavista de que él sabe todo cuanto ocurre en su gobierno (¿incluyendo los supuestos negocios ilícitos de la embajada en China durante los Juegos de Pekín?) el Presidente es responsable no sólo de la incompetente Revolución Deportiva si no, además, de mentirnos descaradamente con sus predicciones. Aunque nunca ha demostrado tener inconvenientes para mentir, el problema aquí (repetido ad nauseam en su gobierno) es su manifiesta incompetencia para escoger a las personas adecuadas para los cargos. O para cualquier cosa. Por ejemplo, su “hermano” Daniel Ortega: para alguien que habla tanto de la igualdad y el “empoderamiento” de las mujeres un hermano de sangre como ese debe resultar un pesado lastre; pero mucho peor es haberlo seleccionado voluntariamente como hermano postizo.

Si bien nadie ha probado las terribles acusaciones (http://www.sandino.org/zoila.htm) que su hija adoptiva ha hecho contra él, está más que demostrado que Ortega ha usado todo su poder y sus influencias para evitar una investigación sobre el asunto. Eso, que es difícilmente considerable como un indicio de inocencia, no parece incomodar a nuestro igualitario y omnicognoscente prócer. Y, por mucho que aspire a lucir como paladín de las mujeres, mientras mantenga su hermandad optativa le estará dando su apoyo, en lugar de respaldar a las mujeres que diariamente son sometidas a acosos y abusos por hombres más poderosos que ellas. ¿Alguien sabe qué pasó con las denuncias de acoso sexual que surgieron hace meses contra un oficial de la Fuerza Aérea? ¿Alguien sabe qué pasó con el teniente coronel que participó con cinco cómplices, en mayo de 2004, en el secuestro y violación de su ex esposa, madre de sus tres hijos? Esas investigaciones que involucran a sus hermanos de armas tampoco parecen haber llegado muy lejos. Está claro que no se necesita ser presidente de ninguna parte para abusar de las mujeres. Pero no estorba.

Aunque el Presidente Chávez ha cacareado mucho su condición de profesor de ética parece incapaz de ver los conflictos éticos que sus acciones representan. Mientras se ha rasgado las vestiduras por la independencia de Kosovo y el supuesto separatismo de la Media Luna Boliviana respalda el secesionismo de Osetia del Sur (promovido por el imperialismo ruso) y al grupo terrorista y separatista ETA. Mientras habla de la necesidad de apoyar a las naciones débiles frente al Imperio hace justo lo opuesto respecto a los conflictos China-Taiwán y Rusia-Georgia. Comenta en televisión supuestas borracheras públicas que ve en fotos de George Bush pero se muestra más ciego que un topo ante cercanos colaboradores suyos que podrían ser presidentes de Alcohólicos Conocidos. Y sólo descubre (ya sea en el sentido de darse cuenta o de quitarles la cubierta protectora) los delitos de seguidores que se tornan molestos o díscolos. El caso más reciente es el de Eduardo Manuit, quien, por acusaciones distintas pero de igual forma que el “hermano” Daniel, fue protegido de investigaciones sobre acusaciones muy graves en su desempeño como gobernador del Guárico y ahora, por no apoyar al candidato del Presidente a sucederlo, repentinamente resulta que es un terrateniente latifundista contrarrevolucionario y hasta que se enfrentó armado a la Guardia Nacional. ¿Cuánto respeto se puede tener por una autoridad dispuesta a pasar por alto cosas de ese tipo mientras no se le contradiga?
El mismo individuo que seleccionó a los estrategas de nuestra exitosa labor en Pekín, el mismo que impuso a todos los gobernadores y alcaldes que han demostrado irresponsabilidad, desinterés, incompetencia, deshonestidad y enriquecimientos injustificables, se pasea en vehículos oficiales durante transmisiones de las televisoras del Estado cargando a la misma manga de parásitos que está vendiendo nuevamente como la cura de todos nuestros males. Al igual que cuando ofreció las hazañas incomparables que lograrían nuestros atletas en China, de sus promesas no tendríamos ni un distante eco si ganaran en noviembre. Ninguno de sus candidatos estrella es capaz de hacer nada más de lo que ha hecho hasta ahora: acumular todo el dinero posible, hablar cuando se lo indiquen y mantener la cabeza bajita mientras canta alabanzas al Líder.

Ellos no están buscando ningún tipo de medalla. Es para su propio beneficio que andan tras el Loro Olímpico.

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