Opinión Nacional

Narcotráfico y armas

Los graves y constantes errores de Hugo Chávez en la conducción de la política exterior venezolana han empezado a tener graves consecuencias. Pasó el tiempo de las discretas declaraciones del Departamento de Estado norteamericano y de las sonrisas del embajador Maisto. Ahora se escucha la dura crítica de los representantes republicanos en el Congreso y la respuesta sin rodeos del Secretario de Estado Colin Powell, que al ser interpelado señaló con firmeza la percepción que tiene el gobierno de los Estados Unidos de la amenaza que representa Hugo Chávez para la estabilidad de la democracia en el continente.

Últimamente, los señalamientos se han agravado. El general Gary Speer, jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, dijo en una interpelación del Comité de Relaciones Exteriores del Senado: “Estamos muy preocupados acerca del presidente Chávez… Las guerrillas marxistas autodenominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia operan a su libre albedrío sobre la frontera y dentro de Venezuela… Hay cargamentos de armas originadas en Venezuela que llegan a las FARC y al ELN”. La Agencia antidrogas de los Estados Unidos (DEA) dejó deslizar como si nada que “durante el año pasado la aviación militar venezolana no había interceptado ninguna aeronave sospechosa de transportar narcóticos”.

Esta realidad es imposible negarla. El gobierno de Hugo Chávez permite el contrabando de armas hacia Colombia y el tránsito de los cargamentos de drogas hacia los Estados Unidos y Europa. Esto no ocurre por falta de capacidad de las Fuerzas Armadas venezolanas. Justamente, durante mi gestión como Ministro de la Defensa en 1991, se autorizó la instalación de tres radares de fabricación norteamericana, operados por soldados venezolanos, después de unas largas y complicadas negociaciones con el gobierno de los Estados Unidos, que aspiraban a que dichos radares fueran operados por funcionarios norteamericanos. El principal factor para convencer a ese gobierno de nuestra posición, fue justamente la clara demostración que dieron nuestras Fuerzas Armadas de su eficiencia operativa. La colaboración entre Colombia y Venezuela permitió durante muchos años combatir el contrabando de armas y el narcotráfico. Durante el gobierno de Hugo Chávez, los procedimientos conjuntos de nuestras fuerzas armadas dejaron de realizarse. No es un problema de medios técnicos sino de voluntad política.

Una clara demostración de esta falta de voluntad política fue la sorprendente actuación de la Dirección de Inteligencia Militar en el preocupante caso denunciado recientemente por el diputado Gerardo Blyde. En 1999, la policía del municipio San Francisco en el estado Zulia, detuvo a tres colombianos portando identidad falsa venezolana y con un cargamento de armas y numerosos uniformes militares. Como correspondía, la policía municipal entregó el caso a la Dirección de Inteligencia Militar que, sin explicación alguna, los puso en libertad a las veinticuatro horas. En este caso, no hay ninguna especulación. Está el informe policial y las fotografías de las armas y los uniformes.

Hugo Chávez utilizará, como siempre, la misma estrategia para tratar de desmentir a la oposición. Dejará dormir la noticia, y a los pocos días contraatacará afirmando que dicho señalamiento es parte de un plan desestabilizador en contra de su gobierno. Si el hecho es muy grave, apelará al sentimiento nacionalista del pueblo venezolano. En una reciente declaración, que buscó desmentir el constante rumor que señala la presencia de Marulanda en nuestro territorio, señalo: “la última que recorre el mundo es que “Tirofijo” está en Venezuela y que lo tengo escondido. Es para reírse, pero mañana o pasado producen unas falsas pruebas y las presentan a la OEA y al mundo. Lo que se busca es propiciar un bloqueo internacional o la invasión de Venezuela” Esta aclaratoria fue recibida por la opinión pública con gran escepticismo. Hugo Chávez olvida el escándalo que rodeó la presencia de Montesinos en Caracas y las veces que él desmintió ese rumor. A partir de ahora, los venezolanos empezamos a creer que es verdad que “Tirofijo” está en nuestro país.

La dirigencia colombiana debe ver con más realismo el riesgo que significa la revolución chavista para la estabilidad de la democracia continental. En estos días, he sido sorprendido por dos declaraciones, sumamente conciliadores con Hugo Chávez, del ex presidente Ernesto Samper y del candidato liberal Horacio Zerpa. Entiendo, con claridad, la importancia que tiene para el destino de Colombia lograr mantener la neutralidad del gobierno venezolano. Así interpreto sus afirmaciones, pero les aseguro que serán sorprendidos en su buena fe.

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