Opinión Nacional

Naufragio político del bolifascismo

El escogido monárquico acaba de ser proclamado -en forma exprésPresidente de la República por el Ministerio Electoral, entiéndase Consejo Nacional Electoral (CNE), luego de resultar ganador, por un estrecho margen, en unas cuestionadas elecciones el pasado 14 de abril.

Los resultados preliminares indican que el impostor de Miraflores obtuvo el 50,66% de los votos frente al 49,07% del candidato opositor. A juzgar por los resultados estamos ante la presencia de una «cuestionada» victoria numérica, pero una gran derrota política. No hay la menor duda de ello, las cifras reflejan un claro deterioro a nivel del apoyo popular hacia el proyecto militarista bolivariano, una caída de 685.784 votos con respecto a las presidenciales de 2012, cuando el fallecido tte coronel obtuvo 8.191.132. Obviamente, ni hablar de aquellos 10 millones de votos (las dos manitas), que hoy reposan en el cajón de los recuerdos, como muchas otras promesas incumplidas de esta «robolución». Afirmar que los 7.270.403 de venezolanos que votaron por el candidato Capriles son oligarcas, pitiyankees, burgueses y apátridas no pasa de ser una cantinflada política del nuevo inquilino de Miraflores.

El oficialismo puso en práctica una campaña electoral que se caracterizó por un discurso descalificador y demagógico, por un grotesco ventajismo en cuanto al uso indiscriminado de los recursos del Estado, por el chantaje a los empleados públicos y beneficiarios de las misiones, así como por el uso de la Fuerza Armada en forma abyecta.

Irregularidades que fueron alcahueteadas por la mayoría de los integrantes del CNE, dependencia adscrita al patio trasero de Miraflores, en lugar de ser una institución al servicio de todos los venezolanos. Ello sin obviar una violencia desenfrenada a manos de las hordas armadas del régimen (colectivos armados) en contra de todos aquellos que adversaban la agenda política de los bolifascistas.

Esa merma electoral del oficialismo responde al desencanto de sectores populares que en su momento apoyaron al tte coronel. Su farsa bautizada como «socialismo del siglo XXI», no ha pasado de ser un lema propagandístico mayormente hueco. Más allá del libreto goebbeliano del oficialismo, Venezuela siguesiendo el mismo país monoproductor de petróleo, con una economía en crisis que sigue siendo tutelada por el capital transnacional.

Paradójicamente se ha fortalecido el proyecto hegemónico con el surgimiento de un capitalismo de Estado salvaje y explotador como opción de modelo económico.

La profundidad del hueco fiscal, la inflación y la descomunal deuda pública -externa como interna- presagian tiempos de crisis que el monárquico difícilmente podrá superar exitosamente.

Es urgente impulsar una política que permita construir una nueva mayoría que obviamente pase por lograr un mayor respaldo popular no solo en los centros poblados, sino en la Venezuela del medio rural, donde el régimen aún preserva un buen apoyo.

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