Opinión Nacional

Ni chicha ni limonada: ¡Deslinde!

La polarización y la tragedia crecen de manera estrepitosa. Los dos discursos aterran. Gobierno y oposición parecen tener la misma militancia, intereses y objetivos. Nada los diferencia y separa, más allá del manejo de un aparato estatal que todos buscan disfrutar. Porque ambos esquemas pertenecen a la misma escuela del pasado, el engaño, la traición, el robo y el populismo, que ya alcanza los dos siglos y goza de buena salud.

Según esta manipulación, cada persona está materialmente obligada a ubicarse y a tomar partido político e ideológico en los términos en que lo hacen los dueños del poder, para mantener a la mayoría de la sociedad sumida en todo tipo de atraso, miseria y falta de perspectiva. Y logrado este propósito, ‘las fuerzas vivas’ procederían a conformar los acuerdos, que permitirían la gobernabilidad indispensable para garantizar la jugosa alternabilidad.

Y en un registro de 200 años de pactos, éste es uno de esos momentos de amenaza de rompimiento que, por ninguna circunstancia, llegará a ser radical. Hoy se quiere alargar el mando de una fracción que representa a lo que genéricamente se llama pueblo. Pero no se plantea la incidencia de ese colectivo social en la conducción de la sociedad y de sus propios órganos de gobierno.

Para los dos bandos es obligado ser chicha o limonada y estar dispuesto a ir a un estado de confrontación armado cada vez mayor. Un plan de guerra destinado a sumar, a las tantas muertes de nuestras miserias comunes, las que corresponderán a una guerra civil que terminaría con miles de sacrificios, la firma de un acuerdo para un nuevo reparto del jugoso botín, o con una terrible masacre golpista que barrería “democracia”, “revolución” y hasta al caudillo de caudillos.

Pero la gran mayoría no aguanta más la manipulación. Ya es común la conciencia de que la solución a nuestros grandes problemas pasa por la liquidación de esas dos posiciones del pasado y de sus respectivas maquinarias de dominación, hoy a nivel de gobierno, mañana como oposición. Inaceptable entonces, para el fanatismo, el deslinde que apunta hacia la construcción de un país que supere el mesianismo y mire hacia el liderazgo creador de la ciudadanía, diferente al concebido por los sembradores de saqueos y padecimientos. Sancho, ¿no será ya hora de deslindar los poderes e ir más allá de toda amenaza “democrática”, “revolucionaria” o golpista-liquidadora-salvadora?

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