Opinión Nacional

¡No a a injusticia!

“No hagas el mal, y el mal no se apoderará de ti; apártate de la injusticia, y ella se apartará de ti. No siembres, hijo mío, en los surcos de la injusticia, no sea que coseches siete veces más”. Eclesiástico 7:1-3.

El desprecio absoluto por la dignidad de la persona humana impide al usurpador conmoverse ante el dolor desgarrador de Ivanna, una niña a quien el totalitarismo comunista le negó el derecho natural a crecer con felicidad al lado de su padre Iván Simonovis, hoy envejecido y muy enfermo por las condiciones infrahumanas de 8 años de reclusión injusta que parecen siglos. Todo por haber protegido la vida de los demócratas que salieron el 11-04-02, a restablecer la libertad y la soberanía en nuestra amada patria.

El totalitarismo es maldad, odio y mentira. El ¡NO! a la conmovedora solicitud de clemencia se expresó con crueldad mediante la obra cínica: Recibimiento en Miraflores de familiares de las víctimas del 11/A, que trata sobre cómo el régimen cambia los hechos y endilga al contrario sus propios delitos, a pesar de la evidencia irrebatible en contra, luego de la confesión pública del ex jurista del horror, Aponte Aponte sobre la prevaricación (“Delito consistente en dictar a sabiendas una resolución injusta una autoridad, un juez o un funcionario de los jueces y fiscales” RAE) contra los 9 funcionarios de la extinta PM, víctimas de la injusticia roja, erigida a través de la ética revolucionaria: ser capaz de cualquier acto de barbarie para complacer los deseos de la jefatura, en este caso, encarcelar hasta la muerte a personas inocentes.

Los totalitarios no tienen límites, escrúpulos, ni moral; no sienten remordimiento, son indiferentes al sufrimiento del prójimo, consideran a la gente cosa desechable, por ello, a través de la historia, han cometido y seguirán cometiendo crímenes horrendos contra la humanidad.

La indiferencia de la sociedad ante la injusticia contra el individuo es complicidad en el asesinato de la justicia para todos y con ella del resto de los derechos humanos, es la renuncia absurda a la dignidad humana dada por Dios, para vivir como esclavos en la máxima injusticia.

Dijo San Agustín: “El que es bueno, es libre aun cuando sea esclavo; el que es malo, es esclavo aunque sea rey”. La condena de la familia Simonovis a una vida miserable es un caso de tantos. Durante estos 14 años de destrucción moral y material el daño infringido, por diferentes causas y medios, en mayor o en menor grado, ha sido masivo. Una sociedad decadente, inmoral es la que el régimen construye incluso desde la Escuela. Con la ética revolucionaria corrompe a quien se deja o a quien es entregado por sus padres para el lavado de cerebro castrocomunista.

No podemos permitirlo. Para no ser cómplices por omisión el repudio de la gente decente, que es mayoría, a tanta perversidad –maldad ilimitada e intencional- tiene que hacerse sentir en el hogar, en la calle, con pancartas, por Internet, por todos los medios posibles. Hay que mover la conciencia nacional e internacional.

Que se sientan consignas como: ¡Los venezolanos somos decentes y solidarios! ¡Todos somos uno! ¡Todos somos Ivanna! ¡Todos somos Iván Simonovis! ¡No a la injusticia! ¡No al castrocomunismo! ¡Libertad para los presos de conciencia!

 

 

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