Opinión Nacional

¡No a las reuniones!

Las reuniones deben desaparecer. Repetidas e intrascendentes, terminan convirtiendo el tiempo de los demás en un viaje inercial al vacío. En reuniones rutinarias quienes trabajan arruinan no sólo buenas ideas, sino su estado de ánimo. Una mayoría de reuniones se extiende innecesariamente en circunloquios, repeticiones, falsos énfasis y verdades a medias. La oportunidad de la verborrea de quienes ni hacen ni dejan hacer. Contamos con escazas reuniones de buen gusto y profundidad. Podrían corregirse tomando el consagrado precepto de Ludwig Wittgenstein: “Sobre aquello que no sabes, no debes hablar”. Y como una mayoría de quienes asistimos a reuniones no sabemos nada, lo mejor sería cancelarlas definitivamente.

Hablar en una reunión exige mínimas reglas de protocolo. Los actos de habla que se exponen con rigor se cumplen después de un buen trabajo. Las reuniones deben imponer condiciones que obliguen a quienes no saben, a mantener la boca cerrada. Un principio consiste en solicitar que la contribución estuviese sujeta a un objetivo específico; un objetivo por fuera del alcance directivo, y que demandase el consejo de investigadores. Paul Grice denominaba a este principio: cooperación. Saber desde un comienzo a qué atenerse, no fingir falsos acuerdos, no malinterpretar, no confundir, no posar de epistemólogo. El principio de cooperación es una regla de racionalidad autoimpuesta por quienes no quieren perder el tiempo.

Además de la primera regla podemos acoger algunas máximas que Paul Grice recomienda: 1. Máxima de la cantidad. Haz que tu contribución sea tan informativa como se requiera para la ocasión. Por el contrario, «no hagas tu contribución más allá de lo pedido». 2. Máxima de la cualidad. Trata de hacer que tus argumentos sean verdaderos. Por el contrario, «no digas lo que creas falso». «no digas aquello de lo que careces de pruebas». 3. Máximas de relación. Se pertinente, es decir, relevante. Afirma aquello que viene al caso. 4. Máximas de modo. Evita la oscuridad en la expresión, no seas ambiguo. Se breve (evita la prolijidad innecesaria). Se ordenado. Estas máximas deberían obligar una programación limitada de reuniones.

Evidentemente preferimos una conversación de café a una reunión. Son razones de sentido común: no estamos controlando a nadie, ni nos sentimos controlados. Los motivos son menos rígidos, no estamos dando cuenta de una tarea. Un pocillo de café invita un ambiente de ideas modernas, las reuniones son premodernas. Nuestro intercambio es relajado, las reuniones son acartonadas. Los mejores descubrimientos no han sido propiamente el resultado de una reunión, ni los proyectos sociales mejor realizados. Alejado de protocolos, Newton pensaba las leyes fundamentales de la física clásica, Darwin las condiciones de la teoría de la evolución natural y Robert Musil, una de las mejores novelas del siglo XX: El hombre sin atributos. Con menos reuniones, tenemos al menos el consuelo de no estorbar esta tradición.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba