Opinión Nacional

No fué la elección de su elección

Luego de que Hugo Chávez aseguró que su Constitución Bolivariana, de 1999, era «la mejor del mundo» y que duraría al menos cien años, decidió entonces, embriagado de poder y preso de sus delirios, que esa Carta Magna no le calzaba a su bota y presentó 33 artículos para poder reelegirse indefinidamente y controlar, aún más de lo que ya lo hace, al Estado venezolano.

Chávez ordenó a sus sumisos parlamentarios -con la excepción del partido Podemos, que apoyó a la oposición para decir NO a su reforma- que aprobaran otros 36 artículos de su plan original, y que el Consejo Electoral (CNE), «de su elección» (interprétese en su doble sentido), organizara un proceso refrendario en apenas un mes, sin dar tiempo para que la población entendiese la profundidad y gravedad del cambio de Constitución.

Luego, el mandamás movilizó a todas las instituciones del Estado, «de su elección», para que sus maquinarias burocráticas y de intimidación obligaran a los funcionarios públicos a marchar, hacer propaganda y votar por su proyecto, amparados por la complicidad de la Fiscalía y del Tribunal Supremo de Justicia (ambos también de su elección).

Estas instituciones se encargaron de rechazar decenas de impugnaciones con pruebas de que la ‘reforma constitucional’ no es reforma, sino una nueva Constitución (por la esencia y cantidad de artículos cambiados), ni es constitucional (porque que la Carta Magna en vigencia estipula que solo una Asamblea Constitucional electa por el pueblo puede cambiarla).

Luego, Chávez ignoró la cada vez más masiva protesta estudiantil para detener un referéndum ilegal; compró algunas encuestas para contradecir a las más serias, que proyectaban un creciente rechazo a su propuesta; dio rienda suelta a su ‘hegemonía comunicacional’ con doce de los catorce canales de TV de señal libre de Venezuela; invitó a dispersos observadores internacionales de su elección, por sus simpatías hacia él, y utilizó a la nacionalizada compañía de teléfonos, CANTV, para controlar, en tiempo real, las máquinas electrónicas de emisión y transmisión del voto. ¿Alguien se imagina a Chávez preparar su elección para perpetuarse en el poder y concentrarlo más sin tomar las previsiones para ganarla por todos los medios, incluyendo uno que culminara en fraude electrónico, si no bastaba el de todo su ventajismo?
Chávez y su CNE tuvieron que aceptar su derrota porque los aires han cambiado en Venezuela: dentro del chavismo, que ahora tiene quién le diga «no» a su comandante; dentro de un sector institucional de las Fuerzas Armadas, que lo contuvo de la tentación de consumar el fraude, y dentro de una oposición joven y fresca, nacida en los recintos estudiantiles, que no negocia con la verdad por razones políticas.

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