Opinión Nacional

No jurarás su nombre en vano

Nunca pensé que escribiría un artículo en defensa de la memoria del Libertador porque me hubiera parecido innecesario, y, por otra parte, mi bolivarianismo es discreto. Sin embargo, me siento avergonzada de cómo se está mancillando el nombre de Bolívar en Venezuela. ¿Dónde está la Sociedad Bolivariana? Recuerdo el lío que le armaron a Denzil Romero por su novela acerca de Manuelita Sáenz, hasta querían recoger el libro, y ahora, silencio en la noche. Pero, por si fuera poco, vivimos un proceso revolucionario que, con o sin razón, ha sido denominado bolivariano; por voluntad popular, se cambió el nombre oficial de la República; entonces, ¿cómo puede permitirse que se ofenda el nombre del Libertador para fines inconfesables y espurios? Menciono tres casos.

El primero es la conformación de la Iglesia Bolivariana de Venezuela. Ofenden su memoria los que eso pretenden porque Bolívar fue, más allá de las invocaciones retóricas al uso, si no anticlerical, bastante ateo, se dice que masón, y decididamente laico como sus maestros Andrés Bello y Simón Rodríguez. La causa republicana fue hija de la Ilustración, no de la Iglesia. Entonces, si quieren darle dinero a unos curas y a otros no, que lo hagan, pero con respeto al Libertador. El segundo es el uso de la firma «Frente Simón Bolívar del Soberano Pueblo de Venezuela» para escribir panfletos incitando a la comisión de actos de violencia contra los extranjeros y sus descendientes. Invocarlo para esta suerte de aggiornamento del Decreto de Guerra de 1814, es igualmente ofensivo pues claramente aquella proclama obedecía a las necesidades de una guerra que culminó hace rato. Si quieren repartir papelitos de propaganda racista y de odio al extranjero -sean quienes sean los culpables de lo que a todas luces constituye un acto anticonstitucional que debería ser perseguido y sancionado por las autoridades competentes-, sería menos ofensivo que se buscaran otro nombrecito para amparar su anonimato porque Simón Antonio de Bolívar y Palacios era descendiente de emigrantes -mal que les pese a los sedicentes bolivarianos-, como lo somos todos en este país, comenzando por los indígenas, que, en rigor, deberían ser llamados primeros pobladores pues está bien estudiado que fueron contingentes migratorios desplazados desde otros continentes. Y en el caso del Padre de la Patria, no viene mal recordar que su ascendencia era peninsular al 100%. El tercero es usar la firma «Nuevo Frente Bolivariano» para escribir sandeces y vulgaridades en contra de periodistas, con argumentos cuyas variantes temáticas no exceden el consabido problema de que los hombres son maricos, y las mujeres, ya se sabe. La infame costumbre de insultos anónimos no es novedad en el país pero al menos se habían utilizado firmas cómicas e inocuas. Quienes sean los que pervierten el nombre del Libertador de esa manera nos ofenden a los venezolanos.

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