Opinión Nacional

Nuevos hombres, nuevos ideales, viejos procedimientos

(%=Image(«/bitblioteca/img/ccastro.jpg»,»L»)%)Cuando (%=Link(«/bitblioteca/ccastro/»,»Cipriano Castro»)%) llegó a Caracas y se convirtió en presidente, le ofreció al país un programa sencillo. (%=Link(«/bitblioteca/ccastro/discurso.asp»,»“Nuevos hombres, nuevos ideales, nuevos procedimientos”»)%) era la oferta del «restaurador» para enrumbar a Venezuela y empezar el nuevo siglo con bien pie.

El asunto agarró por sorpresa a los ricos y a los viejos del liberalismo amarillo. Lo de nuevos hombres, ostensiblemente, se refería a ellos. Manuel Antonio Matos, rico y liberal, en un intento fallido de no salir del juego, trató de dialogar con el recién llegado. La respuesta del andino fue terminante: no le interesaba el apoyo del banquero liberal. Supo Matos, entonces, que los “procedimientos”, tampoco eran los mismos. Su conclusión fue sencilla: —Este hombre está “loco de atar”.

La oferta del andino se cumplió a medias. No todos los hombres que lo acompañaron eran realmente nuevos. En su primer gabinete estaban algunos de los más destacados baluartes del sanedrín liberal: Raimundo Andueza Palacios, ex presidente “continuista” del año 92, Juan Francisco Castillo, ministro de Crespo; Víctor Rodríguez, hasta el día anterior, Vicepredente de Ignacio Andrade y el viejo José Ignacio Pulido, héroe de la Federación y figura estelar de los amarillos desde la época de (%=Link(«/bitblioteca/aguzman/»,»Guzmán Blanco»)%).

Pero también había un contingente de nuevos hombres, todos ellos absolutamente desconocidos para la totalidad de los venezolanos, excepto para sus familiares y allegados del Táchira. Santiago Briceño Ayesterán, (%=Link(«/bitblioteca/jvgomez/»,»Juan Vicente Gómez»)%), Emilio Fernández, Jorge Bello y Pedro María Cárdenas, entre otros tachirenses, acompañaron al hombre de Capacho en la larga marcha hacia el centro y en el mismo momento ingresaron a la política nacional como figuras del nuevo régimen.

Los ideales del restaurador tampoco eran absolutamente novedosos. Como en muchas otras revoluciones del siglo XIX, el promotor de la revuelta buscó un pretexto que diese fundamento al alzamiento, en este caso fue la agresión a las autonomías regionales promovida por el presidente Ignacio Andrade. La guerra se hacía en defensa de los principios federales y su propósito era restaurar los ideales genuinos del liberalismo. No inventaba nada el andino. Lo mismo habían dicho Crespo, Andrade, Andueza y Rojas Paúl.

Pero en lo que sí demostró Castro una absoluta correspondencia con su oferta de cambios fue en la aplicación de los “nuevos procedimientos”. Por primera vez en la historia los caudillos dejaban de mandar en sus regiones y se convertían en jefes de distantes localidades en las cuales no tenían el menor ascendiente político. Había andinos en Oriente, centrales en el Sur y orientales en el Centro. Se desbarajustaba así el reparto político caudillista surgido de la Federación. Castró los desarmó, creó un ejército nacional, impuso un régimen centralizado y sancionó la mudanza en una Constitución a la medida de las circunstancias. Venezuela no fue la misma después de los «nuevos procedimientos» del restaurador.

(%=Image(«/bitblioteca/img/chavez3.jpg»,»r»)%)El triunfo y la oferta de la la V República, en algo nos recuerdan al episodio de los andinos. Al igual que Castro, (%=Link(«/bitblioteca/hchavez/»,»Hugo Chávez»)%) agarró por sorpresa a los ricos y a los adecos, que en mucho se parecen a los liberales del pasado, y también, como lo hizo Castro en su momento, Chávez ha prometido ejecutar una revolución, en este caso “bolivariana”, que le permita a Venezuela transformarse y empezar el siglo con buen pie.

Los ideales de la V República tampoco son especialmente novedosos. Aferrarse al ideal bolivariano, a estas alturas de la historia, no ofrece mayor originalidad. Guzmán Blanco y Juan Vicente Gómez, dos de nuestros más destacados dictadores, se vendieron a los venezolanos como los continuadores de la obra del (%=Link(«/bitblioteca/bolivar/»,»Libertador»)%). No ha inventado nada el hombre de Sabaneta.

La V República también conserva algunos viejos hombres del pasado. Pero, sin lugar a dudas, lo más característico es la presencia de nuevos hombres en la dirección del gobierno. Una lista por orden alfabético de los hombres y mujeres de la V República no le díría más a los venezolanos que cualquier lista de premiados en algún concurso bancario que saliese publicada por la prensa.

Pero en lo que sí se nota una distancia abismal entre una y otra revolución es en la aplicación de “nuevos procedimientos”.

Hasta aquí lo que nos ha demostrado la V República es una ausencia absoluta de renovación y cambio “bolivariano” en sus procedimientos políticos.

La composición de la directiva de la Asamblea la ejecutaron en el mejor estilo “puntofijista”, entre las cúpulas y a espaldas del pueblo y de la Asamblea misma. Tampoco les preocupa a los legisladores emeverrecos la agenda legislativa que les espera, mayor atención despierta el “cuánto hay pa’ eso”.

El sectarismo en el reparto, el desdén por las ofertas sensatas de los demás, la arbitrariedad en la negociación, la imposición de los hombres que resuelve el Presidente, hablan de los mismos procedimientos de antaño. La adulancia y la improvisación también nos recuerdan tiempos pasados. No es suficiente prometer el cambio, es necesario que los hechos demuestren que se está haciendo algo para alcanzarlo.

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