Opinión Nacional

O sea…

A juzgar por las noticias, los únicos seres limpios, impolutos, honestos, cumplidores de las leyes, confiables y protectores del pueblo, son los guardias nacionales que decomisan alimentos para ser distribuidos en las redes populares del gobierno y quienes expropian bienes con todo lo que tienen dentro y se los reparten entre ellos.

Por supuesto, siempre aparecen justificaciones para hacerlo, es indiscutible cualquier procedimiento que efectúen. Si es por 23 toneladas, se llevan 114, si es por esto se llevan esto y aquello. Firman o no el inventario que sea, no importa, ellos no se están robando nada y el que lo dude que proteste. El que proteste que se atenga a las consecuencias de ser un cómplice de oficio pagado por la CIA, el capitalismo y los empresarios.

En definitiva, el alimento decomisado y el sujeto a guías de distribución, van a Mercal, a PDVAL y a Bicentenario, para ser vendido al pueblo y a los buhoneros y así promocionar al gobierno y sus ineficientes sistemas de producción y distribución de alimentos. Distribución popular llaman a eso. Supuestamente bajo la excusa mediática de que así no se queda en los anaqueles de los galpones de quienes han fabricado el producto y que además pretendían irlo almacenando, para luego, cuando hubiese escasez, ganar las elecciones parlamentarias con la promesa de que aparecería el producto. Pero ahora, como en las comiquitas: “ya no podrán, la fuerza gubernamental ha salvado al pueblo una vez más”.

El pueblo tiene otra vez harina de maíz y otras cosas que necesita y quienes las producen ya no las tienen y tampoco tienen el producto de su inversión ni el de su trabajo y, además, ven cada vez más cerca el fin de su quehacer y la pérdida de sus inversiones, así como su capacidad para seguir colaborando y generando empleo y bienestar en sus empleados que, por cierto, no están soñando con ser los futuros dueños y jefes de empresas sustitutos de los actuales. Ni están soñando con poder entenderse directamente con esos personajes que constituyen la escogida élite de los empleados públicos imbuidos de sabiduría y espíritu justiciero revanchista, que les hace estar por encima de cualquier otro ciudadano o ciudadana más pedestre.

La esperanza no debe perderse; la mía es que todo esto pase de una vez. Las experiencias que nos van a enseñar lo que otros aprendieron a los leñazos en los países detrás de la cortina de hierro, China o Cuba, no son experimentables por boca de otros ni por lecturas eruditas.

Sólo cuando veamos cara a cara las realidades de nuestro maltratado país, las necesidades del pueblo imposibles de ser satisfechas por el gobierno, el clamor de las familias por el sistemático empobrecimiento y el descenso del numero de sus miembros debido a los asesinatos, secuestros, emigraciones y falta de trabajo productivo, estaremos en condiciones de exigirnos, en un solo bloque, un cambio en nuestra actitud pasiva de aguantarlo todo y aguardar por cambios de quienes no pueden cambiar, porque, si cambiasen, tendrían que suicidarse al sentir la vergüenza y la culpa que hoy no sienten. Por el momento hay que votar, después habrá que votar también y trabajar mucho, tener paciencia, tolerancia, aceptación y desechar el revanchismo y las demostraciones de autoridad, como formas de conducir un pueblo. La paz, la inclusión y la solidaridad serán nuestras vías. O sea… Todo lo contrario.

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