Opinión Nacional

Operación aislamiento

El oficialismo rojo será incapaz de todo lo que sea gobernanza afirmativa pero sí es ducho en las maniobras políticas, incluso las de alcance estratégico. Y ahora mismo parece estar en marcha una especie de “operación aislamiento” que tendría por fin el tratar de cercar o incomunicar a la oposición política.

Un tanto a la usanza del nicaragüense Daniel Ortega en su segunda etapa en el poder de ese sufrido país, Maduro y compañía están buscando ententes con el sector empresarial y también con sectores eclesiales, comenzando por la Iglesia Católica. Recordemos que Ortega superó los incordios con su antiguo némesis, el cardenal Obando y Bravo, y ha logrado establecer una relación estrecha con el grueso de los empresarios nicas.

En el caso venezolano, nada de esto responde a un cambio sustantivo de visión sobre las relaciones políticas o sociales, ni mucho menos a una epifanía democrática. Nada que ver. Son virajes que pretenden satisfacer un interés político en tiempos de emergencia, o el despeje de ciertos y agudos conflictos para que se recree la idea de la “normalización”, se consiga bajar el tono y el ímpetu de la oposición democrática, y se gane tiempo para ver si cuaja o consolida la sucesión.

La visita de Maduro al papa Francisco, por ejemplo, se coloca en ese contexto y nuestra “hegemonía comunicacional” hace y deshace para proyectar la percepción de que el oficialismo rojo quiere una relación “fraternal” con la Iglesia. Claro que una cosa es lo que se pretenda y otra lo que se consiga, pero lejos de haber propósito de enmienda por parte de la satrapía, lo que hay es propósito de manipulación.

En cuanto al sector privado, la promesa de dólares baratos tiene un poder persuasivo que no se puede subestimar. Y esta siendo utilizado para que se bajen muchas guardias… Y a esto se suma la adquisición boliburguesa de importantes medios de comunicación, cuya autonomía reconocida se esfuma con el paso del (poco) tiempo. Curioso que hace 10 años, el régimen presionó y chantajeó para neutralizar algunos medios, luego procedió a asaltar y cerrar otros –como RCTV, y ahora la compra es el mecanismo auspiciado.

La gran contra de la “operación aislamiento” es el desastre de la realidad nacional, ahora más agobiante que antes, no tanto porque objetivamente sea así, sino porque la hegemonía se quedó sin su hegemón, y sobre todo sin la habilidad de éste para distorsionar las cosas de forma tan fraudulenta como verosímil.

No obstante, la referida operación luce en marcha como estratagema política y sería un error no hacerle caso o despreciarla, con la excusa de que la crisis es demasiado grande y no hay posibilidad alguna para el continuismo rojo. La verdad de esa apreciación depende de la fuerza con que la oposición democrática impulse la superación de la satrapía.

De allí el esfuerzo oficialista para debilitar esa fuerza. De allí la “operación aislamiento”

 

 

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