Opinión Nacional

Otros nombres

Me enteré en los noticieros de la tarde. Claro, uno ha perdido la capacidad de asombro, ya cualquier cosa puede suceder, asunto ante lo que arrojamos una media mueca que pinta en la comisura de los labios esa especie de sonrisa extraña al más puro estilo de Clark Gable. De Venezuela a República Bolivariana la diferencia es de unas cuantas letras. De Congreso a Asamblea, también. Y de revolución destartalada a otra bonita, pues da lo mismo. Cuestión de sílabas, nada más allá.

La última ocurrencia atravesó apenas ayer el cedazo golpista de los medios. Un buque tanquero fue rebautizado. Su nombre de pila cambió de cuajo, todo por las andadas terroristas de Diciembre, según cuenta el supergolpista de Miraflores. En fin, que todo pasa y todo queda, y a cinco años de gobierno saque usted ciertas cuentas y muérase de felicidad.

Toda memoria es peligrosa: un arma afiladísima cuando se tiene rabo de paja tan extenso. Obvio, sin ella no somos, sin recuerdos nos arrastra el viento que más sople. Entre Pilín León y Negra Matea cada letra pesa una montaña. Cambiar de nombre implica para los impolutos de la Quinta un hallazgo formidable, ése que “posibilita” el supuesto manotazo contra cualquier piña bajo el brazo. Es decir, que el ingenio superlativo de los agentes gobierneros encontró la piedrita filosofal, dio en el clavo a la hora de ponerle el aguante a la manera de resguardarse de la contra: todo está, miren qué arrebato de genialidad, en procurar olvido.

Como si los demás fueran pendejos. En lo particular me produce mucha risa el hecho ingenuo, hueco e inútil que es la manía del quita y pon de apelativos. La forma más fácil de cambiar, por supuesto, consiste en remover etiquetas. La forma más fácil, y también inservible si a ver vamos luego del bojote de patas hundidas hasta la ingle. Tanto ha cambiado este gobierno, tanto ha girado sobre sí mismo que a estas alturas sólo se distrae mordiéndose la cola. Ha terminado provocando la voltereta final, la extirpación última: su propia salida. Ni modo, es que tiene un talento de lo más envidiable (digo, por quienes pretenden alzarse con el premio gordo a la incapacidad). Tanto aulló y dio pataletas que acabó confundiendo el blanco hasta automachacarse. El manotazo que iba dirigido a otros fue a parar justo al mentón del régimen. La gente, el pueblo, el soberano o como quieran llamarlo, tiene ya el último punto, el del último párrafo. Mientras tanto, desde arriba continúa la búsqueda de desmemoria, se escarba de lo lindo en diccionarios, libros raros y páginas amarillas tras palabras nuevas para acomodarlas como sustitutas nominales. Entre cambio y cambio, todo permanece, y es que como escribió alguien, “el olvido está lleno de memoria”.

De Pilín León a Negra Matea hay unas cuantas letras, lo otro es historia. De este gobierno al próximo hay algunos días, lo otro es estertor. Así andamos.

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