Opinión Nacional

OVNI no es sinónimo de extraterrestre

El acrónimo OVNI (Objeto Volador No Identificado), es la traducción al español del acrónimo en inglés UFO (Unidentifyed Flying Object) —que en muchas ocasiones es “mentalmente traducido” como ¡nave extraterrestre a la vista!, lo que por supuesto es una reacción precipitada a la que se llegó sin mucho detenimiento.

Adicionalmente, ambos acrónimos son desafortunadas escogencias para resumir la miríada de cosas desconocidas para los humanos no especializados que transitan por el aire y más allá de la atmósfera terrestre—lo que se complica adicionalmente debido a que los humanos decidimos llamar “volar” a las acciones que llevan a cabo las aeronaves motorizadas fabricadas por nosotros, como si en realidad estuviesen haciendo lo mismo que las aves, los murciélagos y algunos insectos; por ejemplo.

Por ello, a cualquier cosa desconocida que se observe en el aire o más allá de la atmósfera terrestre que despliegue cualquier tipo de movimiento, lo llamamos OVNI o UFO; y automáticamente la adscribimos a alguna actividad extraterrestre; es decir, de seres vivos de otros lugares del Universo.

Pero existe una amplia variedad de fenómenos naturales; tanto en la atmósfera terrestre, como más allá de ella, que aunque desconocidos para el común de las personas, tienen claras y precisas explicaciones científicas, como los cometas, los asteroides y los meteoritos, por ejemplo. Otros fenómenos naturales como las auroras y los arco iris, son aceptados tranquilamente por el común de las personas, aunque desconozcan sus explicaciones científicas.

Y otros; que aunque no tienen aún claras y precisas explicaciones científicas, no los convierten en actividades de seres extraterrestres, como los relámpagos de bola, las manifestaciones en la atmósfera de actividades electro magnéticas producidas por los movimientos de zonas profundas de la corteza terrestre—como el de las placas tectónicas; y otros fenómenos naturales que producen objetos luminosos u opacos tanto en la atmósfera terrestre como más allá de ella.

Así como en la Tierra hemos convertido al ser humano en el patrón o norma contra el cual se calibra al resto de las formas de vida existentes en nuestro planeta, nos imaginamos a los seres extraterrestres, verdes, grises, morados, o de otro color distinto al nuestro, pero con similares características antropomórficas: un rostro dotado de un par de ojos y un cuerpo dotado de un par de brazos y manos, y un par de piernas y pies.

Pero la vida; como lo comprobamos cotidianamente, puede adoptar muchas formas vegetales, animales, insectos, seres marinos, bacterias, etc., y las distancias cósmicas entre un lugar y otro del Universo son tan gigantescas, que las probabilidades de que una supuesta civilización extraterrestre—más avanzada que la nuestra—nos visite de vez en cuando, son astronómicamente improbables—no imposibles; pero casi.

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