Opinión Nacional

País a la barbacoa

Como comentario sobre los últimos aportes del gobierno del elegido – por razones que las malas lenguas atribuyen a cosas propias del escándalo – al anecdotario de lo estrafalario, nos encontramos con dos perlas imperecederas: La creación de un organismo censor, bajo jefatura militar, que, como sabemos, es el imperio del poder absoluto con responsabilidad delegada – ¿me lo echo, jefe? – para articular la unidad de opinión nacional en torno a las bondades excelsas de la nunca lo suficientemente bien ponderada presidencia de Maduro, cuyas siglas borrascosas “Cesppa” se estamparán en las intimidaciones, eso sí, democráticas, que eliminarán, a motu proprio – autocensura la mientan – para relevar de responsabilidad al gobierno, páginas, artículos, columnas y titulares que reflejen la realidad real, considerada golpista, provocadora, desestabilizadora y revoltosa, para imponer la iridiscente verdad oficial, dictada desde Palacio por borladas meretrices de cerebro “emprestado”, cuyo despliegue en las ediciones del Gramma ha hecho tan feliz al pueblo cubano, pues lo que no “sale” en la prensa no existe y ojos que no ven corazón que no siente.

Y con ignorancia y nepe ni moscas entran. Sí señor. Umjú, anjá, sacalapatalajá. Y la segunda de estas maravillosas concepciones del realismo mágico revolucionario es la creación del vice ministerio de la “Suprema Felicidad Social”. ¡Vaya pa´la auyama! Ni a Cervantes se le ocurrió tal ditirambo para la ínsula de Barataria. Y al conocer la noticia, recordé una anécdota del pueblo español bajo la férrea voluntad omnímoda del caudillo de España, nada menos – modesto el muchacho – que por la “Gracia de Dios”.

Resulta que una tarde y no de toros, Franco le notificaba al pueblo, congregado bajo su balcón, las bondades de su gobierno, y declaró, con su voz de falsete, que en España no se acostaba ningún español sin comer. Y uno del grupo gritó: – Yo no he comido. Y el gran circuncidador de la dignidad española contestó: – Pues, no se acueste. Y todos felices de miedo redondo. Y olé. La propia nana de las cebollas. Noticiarios en positivo y felicidad por decreto. Qué más puede querer un cristiano.

Salvo pastillas para no soñar, de las de Sabinas. ¡Es que hay ca´uno! Pero peor es un pueblo que se traga esa piedra de amolar y sigue aplaudiendo como mono en jaula, por un titiaro. Uno de estos días visitaba un depósito de estantes vacíos, de los que antiguamente llamábamos “supermercados”, y me disponía a disputarle a un chino unas manzanas con las cuales había llenado hasta el tope un carrito de los grandes, sin dejar ni una para más nadie, cuando escuché a un sujeto con pinta de pegafiches, exclamar “los adecos no volverán”. No aguanté la tentación – soy liberal, por lo tanto ni socialesto ni socialaquello y cuando me hablan de “pobres” saltan a mi mente los educadores.

Solo creo en el trabajo, el estudio y la responsabilidad, y sostengo como Perón que “hay solo una clase de hombres: Los que trabajan” – y alcé la voz: – ¡Mira, machete, en este país en barbacoa los únicos chavistas que quedan son los enchufados de la godarria que saltaron desde la pata de un tambor en los barrios aledaños de Turmero o de El Furrial o del Clavo – para no mencionar, por estética, a Sabaneta – a baños con pocetas de mármol de Carrara en residencias lujuriosas en zonas de exclusiva membresía sangre azul.

 Los otros treinta millones que le sobran a este régimen colgante, somos una caterva de güevones, y te incluyo, zanqueando leche pa´los carajitos y pidiéndole al vecino, que tampoco tiene, unas dos “vuelticas” de papel tualé – los peruanos se burlaron de nosotros lanzando rimeros de rollos de papel higiénico frente a nuestra embajada en Lima – para no enumerar la larga lista “no hay” que nos amarga la existencia y mantiene al pueblo en colas interminables, a ver qué producto consigue para revenderlo y meterse un billete oligarca – el colmo de la imbecilidad la ostenta el burócrata que prohibió a los buhoneros el expendio de productos regulados, “a partir de cuando se les acabe la existencia” – con unos salarios miserables que se devora la inflación más alta del planeta – los mesoneros de Santo Domingo no les aceptan, por lástima, propinas a los venezolanos – que compite con los niveles cloacales de la corrupción –

Maduro les enseña los dientes a los grandes cacaos del ladronismo nacional, que se ríen de su investidura, persiguiendo pendejos como Mustafá, que ha sustituido al “chinito de Recadi” como símbolo anticorrupción – hospitales y escuelas que dan grima, con más delincuentes que chiripas y toda la infraestructura nacional en los puros huesos.

Y para colmo hasta el casabe, los huevos chimbos y los bollos con chicharrón serán importados. Y todavía tienen ustedes las bolas de hablar de soberanía y de que tenemos patria. Patria tienen los pueblos productivos. No los parásitos. Así que sale pa´llá, que por tanta gente estúpida, que a falta de criterio busca padres eternos – comandantes supremos – y otras dependederas, tenemos a Venezuela en la parrilla.

Y si ser entreguista – a China, a una piltrafa como la dictadura cubana o a Rusia o a Guyana nuestro territorio – es ser patriota algo está oliendo a podrido en este tierrero. Esta situación la definió Bolívar, el histórico, con crudeza de escalpelo: “Un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción”.

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