Opinión Nacional

¿Palabra de Dios? 2

Cuando los cristianos católicos asisten a la celebración de la misa, dicen a coro—y mecánicamente—«Te Alabamos Señor», cuando la persona seleccionada por el sacerdote celebrante, termina de leer la cita de uno de los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento de la Biblia Cristiana (San Mateo; San Marcos; San Lucas o San Juan), diciendo: «Palabra de Dios».

¿Pero es realmente la palabra de Dios? Bart D. Ehrman dice que no

Que las palabras que son leídas en las misas católicas, son las muy humanas palabras de muy humanos escribas de la antigüedad.

Yo me pregunto: ¿Es sabio que las autoridades venezolanas, le confíen a los sacerdotes católicos, la enseñanza de los niños y adolescentes venezolanos que asisten a las escuelas públicas, cuando en uno de los más sagrados rituales de su fe, le hacen creer a los feligreses que las palabras de los antiguos sacerdotes y escribas son «la palabra de Dios»?.

Sabiendo que la Biblia, no tiene nada de «santa» ni de «sagrada», sino que es un libro más redactado hace siglos por autores humanos–y no «La palabra de Dios» como afirman los sacerdotes cristianos… ¿Es conveniente para el futuro de Venezuela y de los venezolanos, que una organización religiosa que siempre ha buscado controlar el poder político, ejemplarizado esto con su creación de un Estado monárquico absolutista, como lo es el Vaticano, el que desde Europa se siente feliz que partidos políticos se llamen a sí mismos «Democracia Cristiana» y los dirijan cristianos comprometidos, como lo son en Venezuela los partidos Copei, Convergencia, Proyecto Venezuela, Electores de Miranda y Primero Justicia–los que si llegan a ganar elecciones–materializan una especie de pseudo colonialismo regido por dogmas religiosos y no como debe ser: por la ciencia y la razón?

A continuación tienen las siguientes 29 primeras páginas (el Primer Capítulo) del libro de Bart D. Ehrman–una autoridad académica sobre la historia de la Biblia (específicamente el Nuevo Testamento); sobre la primera iglesia cristiana y sobre la vida de Jesús de Nazaret, que todos los venezolanos–especialmente las autoridades educativas; la Asamblea Nacional que elabora las leyes que controlan a los partidos políticos; y los padres y madres venezolanos que tienen–o piensan inscribir a sus hijos e hijas–en escuelas y liceos públicos, administrados por sacerdotes, deberían leer con mucho detenimiento.

Harper San Francisco
Una División de Harper Collins Publisher
Nueva York 2005
Sobre el Autor:

Bart D. Ehrman es el Jefe del Departamento de Estudios Religiosos de la Universidad de Carolina del Norte en Chapell Hill. Él es una autoridad sobre la historia del Nuevo Testamento; sobre la Iglesia original; y sobre la vida de Jesús.

Ha grabado varias series de conferencias altamente populares para la Teaching Company y es el autor de los siguientes libros: Las Batallas por las Escrituras y la Fe de las que Nunca Supimos y Escrituras Perdidas: Libros que No Lograron Entrar en el Nuevo Testamento.

Vive en Durham, Carolina del Norte, Estados Unidos de América.

Capítulo 1
Los Comienzos de las Escrituras Cristianas

Para discutir las copias del Nuevo Testamento que nosotros (la humanidad) tenemos, necesitamos comenzar en el mismísimo comienzo con una de las inusuales características del Cristianismo en el mundo greco-romano: su carácter libresco (de libros). De hecho, para que tenga sentido esta característica del cristianismo, necesitamos comenzar antes del comienzo del cristianismo con la religión de la que surgió el cristianismo: el Judaísmo. Porque lo libresco del cristianismo fue en un sentido anticipado y presagiado por el judaísmo, que fue la primera “religión del libro” en la civilización occidental.

Judaísmo como una Religión del Libro

El judaísmo; de donde surgió el cristianismo, era una religión inusual en el mundo romano, aunque de ninguna manera, única. Al igual que los adherentes a cualquiera de las otras (cientos de) religiones en el área del Mediterráneo, los judíos reconocieron la existencia de un ámbito divino, habitado por seres sobrehumanos (ángeles, arcángeles, principados, poderes). Ellos se subscribieron a la adoración de una deidad a través del sacrificio de animales y de otros productos comestibles; y mantenían que existía un lugar especial sagrado donde vivía éste ser divino aquí en la tierra (el Templo en Jerusalén), y que era allí donde esos sacrificios debían ser hechos. Ellos oraban a ese Dios por necesidades comunitarias y personales; y contaban historias sobre cómo este Dios había interactuado con seres humanos en el pasado, y anticipaban su ayuda a los seres humanos del presente. En todas esas formas, el judaísmo era “familiar” a los creyentes en otros dioses en el imperio.

En algunas formas; sin embargo, el judaísmo era único. Todas las otras religiones del imperio eran politeístas—reconocían y adoraban muchos dioses con toda suerte de funciones: los grandes dioses del estado; dioses menores de varias localidades; dioses que supervisaban diferentes aspectos del nacimiento, vida y muerte de los humanos. Por otra parte; el judaísmo, era monoteísta. Los judíos insistían en adorar solamente al único Dios de sus antepasados, el Dios que; mantenían ellos, había creado este mundo, controlaba este mundo y sólo él proporcionaba lo que era necesario para su pueblo.

Conforme a la tradición judía; este único Dios todopoderoso, había llamado a Israel a ser su pueblo especial y había prometido protegerlo y defenderlo a cambio de su absoluta devoción a él, y sólo a él. El pueblo judío; así se creía, tenía “un convenio” con este Dios; un acuerdo de que ellos serían únicamente suyos, y él era únicamente de ellos. Sólo este Dios debía ser adorado y obedecido; así, que también, existía un solo Templo, a diferencia de las religiones politeístas de la época; en la cual, por ejemplo, podía existir cualquier número de templos de un dios como Zeus. Aunque los judíos podían adorar a Dios en cualquier lugar en que ellos viviesen, ellos sólo podían llevar a cabo sus obligaciones religiosas de sacrificio a Dios, en el Templo de Jerusalén. En otros lugares; sin embargo, ellos podían reunirse en “sinagogas” para orar y discutir las tradiciones ancestrales del corazón de su religión.

Estas tradiciones involucraban tanto historias sobre la interacción de Dios con los antepasados del pueblo de Israel—los patriarcas y matriarcas de la fe, que eran: Abraham, Sara, Isaac, Raquel, Jacobo, Rebeca, José, Moisés, David, y otros—y detalladas instrucciones relacionadas con cómo este pueblo debía adorar y vivir. Una de las cosas que hizo único al judaísmo entre las religiones del imperio romano, era que estas instrucciones, junto a las otras tradiciones ancestrales, estaban escritas en libros sagrados.

Para la gente moderna familiarizada íntimamente con cualquiera de las mayores religiones occidentales contemporáneas (judaísmo, cristianismo e Islam), esto puede ser difícil de imaginar; pero los libros; virtualmente, no jugaban ningún papel en las religiones politeístas del antiguo mundo occidental. Esas religiones estaban casi exclusivamente dedicadas a honrar a los dioses mediante actos rituales de sacrificio. No existían doctrinas a ser aprendidas; como las explicadas en los libros, y casi ningún principio ético a ser seguido, como los palmados en los libros. Esto no quiere decir que los adherentes a las varias religiones politeístas no tenían creencias sobre sus dioses, o que ellos no tenían ética; pero las creencias y la ética—por muy extraño que suene a los oídos modernos—no jugaban casi ningún papel en la religión en sí misma. En vez de eso, éstos eran asuntos de la filosofía personal; y las filosofías; por supuesto, podían ser librescas. Debido a que las religiones antiguas no requerían por sí mismas de ningún conjunto en particular de “doctrinas correctas”; o en la mayoría de los casos, “códigos de ética”, los libros no jugaban casi ningún papel en ellas.

El judaísmo era único en que éste enfatizaba sus tradiciones ancestrales, costumbres y leyes; y mantenía que éstas habían sido registradas en libros sagrados, los que, en consecuencia, para el pueblo judío, tenían el estatus de “escrituras”.

Durante el período que nos interesa—el primer siglo de la era común [1] , cuando los libros del Nuevo Testamento estaban siendo escritos—los judíos diseminados por todo el imperio romano, entendían en particular, que Dios le había dado instrucciones a su pueblo—recogidas en los escritos de Moisés, a los que en conjunto se les llama la Torá, que literalmente significa algo así como “ley” o “guía” [2] . La Torá consiste de cinco libros, algunas veces llamados el Pentateuco (los “cinco rollos” [3] ); el comienzo de la Biblia Judía (el Viejo Testamento Cristiano): Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Allí uno encuentra relatos sobre la creación del mundo; el llamado a Israel para ser el pueblo de Dios; la historia de los patriarcas y matriarcas de Israel y la relación de Dios con ellos; y más importantemente (y más extensivamente), las leyes que Dios le dio a Moisés indicando como su pueblo debía adorarlo a él y cómo debían comportarse el uno con el otro, juntos en una comunidad. Estas eran leyes sagradas; que debían ser aprendidas, discutidas, y seguidas—y ellas estaban escritas en un conjunto de libros.

Los judíos también tenían otros libros que eran importantes para sus vidas religiosas en conjunto; por ejemplo, los libros de los profetas (como Isaías, Jeremías y Amos); y poemas (Salmos); e historia (como Josué y Samuel). Eventualmente; algún tiempo después del comienzo del cristianismo, un grupo de estos libros hebreos—veintidós de ellos en total—llegaron a ser considerados como el canon sagrado de las escrituras; la Biblia judía de hoy; aceptada por los cristianos como la primera parte del canon cristiano, el “Viejo Testamento” [4] .

Estos breves hechos sobre los judíos y sus textos escritos son importantes porque ellos conforman el telón de fondo del cristianismo; el cual era también, desde su mismísimo comienzo, una religión “libresca”. El cristianismo comenzó; por supuesto, con Jesús, quien era él mismo un rabino judío (maestro) que aceptaba la autoridad de la Torá, y posiblemente otros libros sagrados judíos, y quien le enseñaba su interpretación de esos libros a sus discípulos [5] . Al igual que otros rabinos de su época, Jesús mantenía que la voluntad de Dios podía ser hallada en los textos sagrados; especialmente en la Ley de Moisés. Él leía esas escrituras; estudiaba esas escrituras; interpretaba esas escrituras; se adhería a esas escrituras; y enseñaba esas escrituras.

Sus seguidores fueron; desde el comienzo, judíos que le daban un alto aprecio a los libros de su tradición. Y en consecuencia, al comienzo del cristianismo, los adherentes a esta nueva religión, los seguidores de Jesús, eran inusuales en el imperio romano: al igual que los judíos antes que ellos; pero a diferencia de casi cualquier otro, ellos ubicaron a la autoridad sagrada, en libros sagrados. El cristianismo; en su comienzo, fue una religión del libro.

Cristianismo Como una Religión del Libro

Como veremos momentáneamente, la importancia de los libros para los primeros cristianos, no significa que todos los cristianos podían leer libros—todo lo contrario—la mayoría de los primeros cristianos; al igual que la mayoría del resto de la gente por todo el imperio (¡incluyendo a los judíos!), eran analfabetas. Pero eso no significaba que los libros jugasen un papel secundario en la religión. De hecho, los libros eran centralmente importantes; en formas fundamentales, para las vidas de los cristianos en sus comunidades.

Primeras Cartas Cristianas

La primera cosa que debemos notar es que muchos tipos diferentes de escritos eran significativos para las crecientes comunidades cristianas del primer siglo posterior a la muerte de Jesús. La más antigua evidencia que tenemos (nosotros; la humanidad) de una comunidad cristiana, viene de cartas que escribieron los líderes cristianos. El apóstol Pablo es nuestro más antiguo y mejor ejemplo. Pablo estableció iglesias por todo el oriente del Mediterráneo; principalmente en centros urbanos, evidentemente convenciendo a los paganos (es decir, a los adherentes a las religiones politeístas del imperio), de que el Dios judío era el único que debía ser adorado; y que Jesús era su hijo que había muerto por los pecados del mundo y regresaría pronto para juzgar en la tierra (ver 1a Epístola de Pablo a los Tesalonicenses 1:9-10). No está claro en qué medida usó Pablo las escrituras (es decir, los escritos de la Biblia judía), tratando de persuadir a sus conversos potenciales sobre la verdad de este mensaje; pero en uno de sus resúmenes clave de sus predicamentos, él indica que lo que él predicaba era que “Cristo murió; conforme a las escrituras… y que él fue resucitado; conforme a las escrituras” (1a Epístola de Pablo a los Corintios 15:3-4). Evidentemente, Pablo correlacionó los eventos de la muerte y resurrección de Cristo con su interpretación de pasajes claves de la Biblia judía; que él, como judío altamente educado, obviamente podía leer por sí mismo, y los cuales él interpretaba para sus oyentes en un a menudo exitoso intento de convertirlos a ellos.

Después que Pablo hubo convertido a un determinado número de personas en una localidad dada, él se desplazaba a otra y trataba; usualmente con cierto éxito, de también convertir a la gente de allí. Pero algunas veces (¿a menudo?) él escuchaba noticias de una de las otras comunidades de creyentes que él había establecido anteriormente; y algunas veces (¿a menudo?), las noticias no serían buenas: miembros de la comunidad habían comenzado a comportarse malamente; habían ocurrido problemas de inmoralidad; “falsos maestros” habían llegado enseñado nociones contrarias a la suya; algunos de los miembros de la comunidad habían comenzado a mantener falsas doctrinas, y así.

Al escuchar las noticias, Pablo escribía una carta a la comunidad, atendiendo los problemas. Estas cartas eran muy importantes para la vida de la comunidad, y un número de ellas eventualmente llegaron a ser consideradas como escrituras. Unas trece cartas escritas en nombre de Pablo están incluidas en el Nuevo Testamento.

Nosotros podemos obtener una idea de cuán importantes eran estas cartas en las primeras etapas del movimiento cristiano, de precisamente la primera escritura cristiana que (nosotros, la humanidad), tenemos: la primera epístola de Pablo a los Tesalonicenses; usualmente fechada alrededor del año 49 E.C. [6] ; unos veinte años después de la muerte de Jesús, y unos veinte años antes de cualquiera de los relatos sobre su vida contenidos en los Evangelios. Pablo finaliza la carta diciendo: “Saludad a todos los hermanos con un ósculo santo. Os conjuro por el Señor, que esta carta se lea a todos los santos hermanos” [7] (1a Tes. 5:26-27). Esta no era una carta casual a ser leída simplemente por cualquiera que estuviese someramente interesado. El apóstol insiste en que ésta sea leída, y que sea aceptada como una declaración de autoridad de él, el fundador de la comunidad.

Las cartas; en consecuencia, circularon por todas las comunidades cristianas desde los primeros tiempos. Estas cartas mantenían unidas a comunidades que vivían en diferentes lugares; ellas unificaban la fe y las prácticas de los cristianos; ellas indicaban lo que se esperaba que creyesen los cristianos, y cómo se esperaba que ellos se comportasen. Se esperaba que esas cartas fuesen leídas en alta voz a la comunidad en las reuniones comunitarias—debido a que, como he señalado, la mayoría de los cristianos; al igual que la mayoría de los otros, no hubieran sido capaces de leer las cartas por ellos mismos.

Un número de estas cartas llegaron a ser incluidas en el Nuevo Testamento. De hecho, el Nuevo Testamento está mayormente compuesto de cartas escritas por Pablo y otros líderes cristianos dirigidas a las comunidades cristianas (por ejemplo, los Corintios, los Gálatas) y a individuos (por ejemplo, Filemón). Además, las cartas que sobreviven—existen veintiuna en el Nuevo Testamento—son sólo una fracción de las que fueron escritas. Sólo en relación con Pablo, podemos asumir que él escribió muchas más cartas de las que se le atribuyen en el Nuevo Testamento. En ocasiones, él menciona otras cartas que ya no sobreviven; en 1a Epístola a los Corintios 5:9; por ejemplo, él menciona una carta que él había escrito anteriormente a los Corintios (en algún momento anterior a la primera epístola a los Corintios). Y él menciona otra carta que algunos de los Corintios le habían enviado a él (1a Epístola a los Corintios 7:1). En otra parte, él se refiere a cartas que sus oponentes tenían (2a Epístola a los Corintios 3:1). Ninguna de esas cartas sobrevive.

Los académicos han sospechado por largo tiempo que algunas de las cartas halladas en el Nuevo Testamento bajo el nombre de Pablo, fueron de hecho escritas por sus posteriores seguidores, usando seudónimos [8] . Si esta sospecha es correcta, proporcionaría aún más evidencias de la importancia de las cartas en el comienzo del movimiento cristiano: para poder lograr que el punto de vista de uno fuese escuchado, uno escribía una carta en nombre del apóstol, asumiendo que ésta tendría una gran autoridad. Una de esas supuestamente firmada con un seudónimo, es la Epístola de Pablo a los Colosenses, la cual enfatiza ella misma, la importancia de las cartas, y menciona también una que ya no sobrevive: “Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la Laodicea la leáis también vosotros” (Col. 4:16). Evidentemente Pablo—ya fuese él mismo, o alguien escribiendo en su nombre—escribió una carta al cercano pueblo de Laodicea. Esta carta, también se ha perdido.

Mi punto es que las cartas eran importantes para las vidas de las primeras comunidades cristianas. Éstos eran documentos escritos que se esperaba que los guiasen a ellas en su fe y en su práctica. Ellas mantuvieron unidas a esas iglesias. Ellas ayudaron a convertir al cristianismo en algo completamente diferente a otras religiones dispersas por todo el imperio; porque las varias comunidades cristianas, unificadas por esa literatura común que estaba siendo compartida de un lado a otro (consulte-–cf.—Col. 4:16), se estaban adhiriendo a instrucciones halladas en documentos escritos o “libros”.

Y no eran sólo cartas lo que era importante para esas comunidades. Existía; de hecho, un extraordinario amplio rango de literatura que estaba siendo producido; diseminado, leído, y seguido por los primeros cristianos, en forma completamente diferente a cualquier otra cosa antes vista en el mundo pagano romano.

En vez de describir esta literatura en gran profundidad, aquí yo puedo simplemente mencionar algunos ejemplos de los tipos de libros que estaban siendo escritos y distribuidos.

Primeros Evangelios

Los cristianos; por supuesto, estaban interesados en saber más sobre la vida, enseñanzas, muerte y resurrección de su Señor; y numerosos evangelios fueron escritos; para registrar las tradiciones asociadas con la vida de Jesús. Cuatro de esos evangelios fueron los más ampliamente usados—en el Nuevo Testamento: los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan—pero muchos otros fueron escritos. Nosotros (la humanidad), todavía tenemos algunos de los otros; por ejemplo: Evangelios supuestamente del discípulo de Jesús; Felipe, de su hermano Judas Tomás, y de su compañía femenina María Magdalena. Otros evangelios; incluyendo algunos de los precisamente primeros, se han perdido. Nosotros sabemos esto; por ejemplo, por el Evangelio de Lucas, cuyo autor indica que para escribir su relato, él consultó “muchos” predecesores (Lucas 1:1); los que obviamente, no sobreviven. Uno de los primeros relatos puede haber sido la fuente que los académicos han designado como “Q ”, que fue probablemente un relato escrito; principalmente de los dichos de Jesús, usado por ambos; Lucas y Mateo, para muchas de sus distintivas enseñanzas de Jesús (por ejemplo, La Oración del Señor—el Padre Nuestro—y las Beatitudes—las definitivas y centrales partes del Sermón de la Montaña—).

La vida de Jesús; como hemos visto, fue interpretada por Pablo y otros a la luz de las escrituras judías. Estos libros también—tanto el Pentateuco como otros escritos judíos, como los de los Profetas y los Salmos—eran usados ampliamente entre los cristianos, quienes los exploraban para ver que podían revelar ellos sobre la voluntad de Dios; especialmente como se había cumplido ella en Cristo. Copias de la Biblia judía; usualmente su traducción al griego (el llamado Septuagint [10] ), eran ampliamente asequibles en ese entonces en las primeras comunidades cristianas como fuentes de estudio y reflexión.

Los Primeros Hechos de los Apóstoles

No sólo la vida de Jesús; sino también las vidas de sus primeros seguidores, eran de interés para las crecientes comunidades cristianas de los siglos uno y dos.

No debe sorprendernos entonces, ver que relatos de los apóstoles—sus aventuras y sus heroicas acciones misioneras; especialmente después de la muerte y resurrección de Jesús—llegaron a ocupar un importante lugar para los cristianos interesados en saber más sobre su religión. Uno de esos relatos; los Hechos de los Apóstoles, eventualmente entró al Nuevo Testamento. Pero muchos otros relatos fueron escritos; principalmente sobre apóstoles individuales, como aquellos hallados en el Hecho de Pablo, los Hechos de Pedro, y el Hecho de Tomás. Otros Hechos han sobrevivido sólo en fragmentos, o se han perdido totalmente.

Apocalipsis Cristianos

Como he indicado; Pablo (junto a otros apóstoles) enseñaba que Jesús pronto regresaría del cielo para juzgar en la tierra. El esperado fin de todas las cosas era una fuente de continua fascinación para los primeros cristianos, quienes en su mayoría esperaban que Dios pronto intervendría en los asuntos del mundo para derrocar a las fuerzas de la maldad y establecer su buen reino; con Jesús a la cabeza; aquí en la tierra. Algunos autores cristianos produjeron recuentos proféticos de lo que pasaría en este cataclísmico final del mundo conocido. Existían precedentes judíos para este tipo de literatura “apocalíptica”; por ejemplo, en el Libro de Daniel de la Biblia Judía, o en el 1er Libro de Enoc de la Apócrifa Judía [11] . De los apocalipsis cristianos; uno eventualmente llegó a ser incluido en el Nuevo Testamento: el Apocalipsis de Juan. Otros, incluyendo el Apocalipsis de Pedro y El Pastor de Hermas, también fueron populares en un número de comunidades cristianas en los primeros siglos de la iglesia.

Órdenes de la Iglesia

Las primeras comunidades cristianas se multiplicaron y crecieron; comenzado en los días de Pablo y continuando por generaciones después de él. Originalmente, las iglesias cristianas; al menos las establecidas por el propio Pablo, eran lo que podría llamarse, comunidades carismáticas. Ellas creían que cada miembro de la comunidad había recibido un “don” (Griego: charisma) del Espíritu para asistir a la comunidad en su vida diaria; por ejemplo, existían dones de enseñanza, administración, caridad, sanación y profecía. Eventualmente; sin embargo, a medida que la expectativa de un fin inminente del mundo comenzó a desaparecer, se hizo claro que era necesario que existiese una estructura más rígida de la iglesia; especialmente si se esperaba que la iglesia siguiese existiendo en el largo plazo (consulte 1a Corintios 2a; Mateo 16, 18).

Las iglesias alrededor del Mediterráneo; incluyendo a las fundadas por Pablo, comenzaron a designar líderes que estarían a cargo y tomarían las decisiones (en vez de aceptar que cada miembro estuviese “igualmente” dotado por el Espíritu); se comenzaron a formular reglas relacionadas con cómo se esperaba que la comunidad viviese junta; practicase sus ritos sagrados (por ejemplo, bautismo y eucaristía); entrenase a nuevos miembros, y así. Pronto, se empezaron a producir documentos que indicaban cómo las iglesias debían ser ordenadas y estructuradas. Estas llamadas órdenes eclesiásticas se hicieron crecientemente importantes durante los siglos cristianos dos y tres; sin embargo, ya para el año 100 C.E. las primeras (para nuestro conocimiento) habían sido escritas y ampliamente diseminaron un libro llamado La Didache [Enseñanza] de los Doce Apóstoles [12] . Pronto, éste tuvo muchos descendientes.

Apologías Cristianas

A medida que las comunidades cristianas se establecieron, ellas algunas veces enfrentaban oposición de los judíos y de los paganos que veían en esta nueva fe a una amenaza y sospechaban que sus adherentes se involucraban en prácticas inmorales y socialmente destructivas (al igual que los nuevos movimientos religiosos de hoy son a menudo considerados sospechosos). Esta oposición algunas veces condujo a persecuciones locales de cristianos; eventualmente, las persecuciones se hicieron “oficiales” a medida que los administradores romanos intervenían en los arrestos de cristianos y trataban de forzarlos a regresar a las viejas formas de paganismo. A medida que el cristianismo creció; éste eventualmente logró convertir a su a fe a intelectuales, quienes estaban bien equipados para discutir y descartar las acusaciones típicamente hechas contra los cristianos.

Los escritos de estos intelectuales son algunas veces llamado apologías, de la palabra griega que significa “defensa” (apologia). Los apologistas escribieron defensas intelectuales de la nueva fe, tratando de demostrar que lejos de ser una amenaza a la estructura social del imperio, era una religión que predicaba el comportamiento moral, y lejos de ser una peligrosa superstición, ésta representaba la definitiva verdad en su adoración del único Dios verdadero. Estos apologistas fueron importantes para los primeros cristianos a medida que ellos les proporcionaban los argumentos que necesitaban, cuando ellos mismos se enfrentaban a las persecuciones. Ya este tipo de defensa se encontraba en el período del Nuevo Testamento; por ejemplo, en el Libro I de Pedro 3:15 “estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1a Epístola Universal del Apóstol Pedro)[13] .

Y en el Libro de Hechos, donde Pablo y otros apóstoles se defienden a sí mismos contra acusaciones hechas en su contra. Para la segunda mitad del segundo siglo, las apologías se habían convertido en una forma popular de escritura cristiana.

Martirologios Cristianos

Aproximadamente durante el mismo tiempo en que las apologías comenzaron a ser escritas, los cristianos comenzaron a producir relatos de sus persecuciones y de los martirios que ocurrieron como consecuencia de ellas Ya existe alguna representación de ambos asuntos en el Libro de Hechos del Nuevo Testamento; donde la oposición al movimiento cristiano; el arresto de líderes cristianos, y la ejecución de por lo menos uno de ellos (Esteban) conforman una parte significativa de la narrativa (Vea Hechos de los Apóstoles 7). Más tarde; en el segundo siglo, los martirologios (relatos sobre los mártires) comenzaron a aparecer. El primero de ellos es el Martirologio de Policarpo, quien era un importante líder cristiano que sirvió como obispo de la iglesia de Smyrna [14] , en Asia menor, por casi la totalidad de la primera mitad del segundo siglo. El relato sobre la muerte de Policarpo es hallado en una carta producida por miembros de su iglesia; escrita a otra comunidad. Pronto después, comenzaron a aparecer relatos sobre otros mártires. Éstos también fueron populares entre los cristianos; ya que proporcionaban estímulos a aquellos que también eran perseguidos por su fe, y guía sobre como enfrentar las finales amenazas de arresto, tortura y muerte.

Tratados Anti Heréticos

Los problemas a los que se enfrentaban los cristianos no estaban confinados a las amenazas externas de persecución. Desde los primeros tiempos, los cristianos sabían que una variedad de interpretaciones de “la verdad” de la religión, existía dentro de sus propios rangos. Ya el apóstol Pablo cargó en contra de los “falsos maestros”—por ejemplo, en su carta a los Gálatas.

Leyendo los relatos sobrevivientes, podemos ver que esos oponentes no eran extraños. Ellos eran cristianos que entendían la religión en formas fundamentalmente diferentes. Para atender este problema, los líderes cristianos comenzaron a escribir tratados que se oponían a los “Herejes” (aquellos que escogían la vía equivocada de entender la fe). En un sentido, algunas de las cartas de Pablo son las primeras representaciones de este tipo de tratado. Eventualmente; sin embargo, cristianos de todas las creencias llegaron a involucrarse en tratar de establecer la “verdadera enseñanza” (el significado literal de “ortodoxia”) y oponerse a aquellos que defendían falsas enseñanzas.

Estos tratados anti heréticos se convirtieron en una característica importante del paisaje de la literatura del comienzo del cristianismo. Lo que es interesante; es que hasta los grupos de “falsos maestros” escribieron tratados en contra de los “falsos maestros”, en tal forma que el grupo que estableció de una vez por todas lo que todos los cristianos debían creer (aquellos responsables; por ejemplo, de los credos que han descendido hasta nosotros hoy), son objeto de polémicas en su contra por parte de los cristianos que tomaron posiciones eventualmente decretadas como falsas. Esto lo hemos aprendido mediante relativamente recientes descubrimientos de literatura “herética”, en la cual los llamado herejes mantienen que sus puntos de vista son correctos y aquellos de los líderes “ortodoxos” de la iglesia son falsos [15] .

Primeros Comentarios Cristianos

Una gran parte del debate sobre la verdadera creencia y la falsa creencia involucraba la interpretación de los textos cristianos; incluyendo al “Viejo Testamento”, al que los cristianos consideraban como parte de su propia Biblia. Esto muestra de nuevo, cuan central eran los textos para las vidas de las primeras comunidades cristianas. Eventualmente, los autores cristianos comenzaron a escribir interpretaciones de esos textos; no necesariamente con el directo propósito de refutar falsas interpretaciones (aunque sin embargo ese era a menudo también el propósito), sino algunas veces simplemente para desempacar el significado de esos textos y demostrar su relevancia para la vida y la práctica cristianas. Es interesante; que el primer comentario cristiano de cualquier texto de las escrituras, del que tengamos conocimiento, provino de un llamado hereje; un gnóstico del siglo segundo llamado Heracleon, quien escribió un comentario sobre el Evangelio de Juan [16] . Eventualmente, comentarios; extensas notas marginales interpretativas; exposiciones prácticas; y homilías recogidos en textos, se hicieron comunes entre las comunidades cristianas de los siglos tercero y cuarto.

Yo he estado resumiendo los diferentes tipos de escritos que eran importantes para las vidas de las primeras iglesias cristianas. Y como espero que pueda ser visto, el fenómeno de escribir era de la mayor importancia para esas iglesias y para los cristianos dentro de ellas. Los libros estaban en el mismísimo corazón de la religión cristiana—a diferencia de otras religiones del imperio—desde el mismísimo comienzo. Los libros relataban las historias de Jesús y sus apóstoles que los cristianos contaban y recontaban; los libros le proporcionaban instrucciones a los cristianos sobre qué creer y cómo vivir sus vidas.

Los libros mantuvieron juntas a comunidades separadas geográficamente, en una sola iglesia universal; los libros apoyaron a los cristianos en sus tiempos de persecución y les proporcionaron a ellos modelos de estricta adherencia a la fe a ser imitados frente a la tortura y la muerte; los libros; no sólo les proporcionaban buenos consejos sino la doctrina correcta advirtiéndoles en contra de las falsas enseñanzas de otros, y urgiéndoles la aceptación de las creencias ortodoxas; los libros le permitieron a los cristianos saber el verdadero significado de otros escritos, proporcionándoles guías sobre qué pensar; cómo adorar, cómo comportarse. Los libros fueron completamente centrales para las vidas de los primeros cristianos.

La Formación del Canon Cristiano

Eventualmente, algunos de esos libros cristianos llegaron a ser vistos; no sólo como valiosos para ser leídos, sino como la absoluta autoridad para las creencias y las prácticas cristianas. Ellos se convirtieron en Las Escrituras.

Los Comienzos del Canon Cristiano

La formación del canon cristiano; o escrituras, fue un proceso largo y demandante; y yo no necesito entrar en todos los detalles aquí [17] . Como ya he indicado; en un sentido, los cristianos comenzaron con un canon porque el fundador de su religión era él mismo un maestro judío que aceptaba la Torá como la autorizada escritura proveniente de Dios, y quien enseñaba a sus seguidores su interpretación de ésta. Los primeros cristianos fueron seguidores de Jesús que aceptaban los libros de la Biblia Judía (la que aún no había sido establecida como “canon” en forma definitiva) como su propia escritura. Para los escritores del Nuevo Testamento, incluyendo a nuestro más antiguo y primer autor, Pablo, las “escrituras” se referían a la Biblia Judía, la colección de libros que Dios le había dado a su pueblo y que predecían la llegada del Mesías, Jesús.

No pasó mucho tiempo; sin embargo, antes de que los cristianos comenzaran a aceptar otros escritos como estando a la par de las escrituras judías. La aceptación puede haber tenido sus raíces en las enseñanzas del mismo Jesús como autoridad, a medida que sus seguidores tomaron sus interpretaciones de las escrituras como igual en autoridad a las palabras de las mismas escrituras.

Jesús puede haber estimulado él mismo, este entendimiento, por la forma en que él argumentaba sus enseñanzas. En el Sermón de la Montaña; por ejemplo, Jesús es registrado como citando leyes dadas por Dios a Moisés, y después dando su propia y más radical interpretación de ellas; indicando que su interpretación es oficial. Esto es hallado en la llamada Antítesis registrada en Mateo, capítulo 5. [Específicamente en Mateo 5:21-22] Jesús dice: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás” [uno de los Diez Mandamientos], pero Yo os digo que ‘cualquiera que se enoje contra su hermano’ [18] , será culpable de juicio”. Lo que Jesús dice en su interpretación de la Ley, parece ser tan oficial como la misma ley. O Jesús dice: [Específicamente en Mateo 5:27-28] “Oísteis que fue dicho, ‘No cometerás adulterio’ [otro de los Diez Mandamientos]. Pero Yo os digo que ‘cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella’ ”.

En algunas ocasiones; estas oficiales interpretaciones de las escrituras parecen; en efecto, contradecir las leyes de las propias escrituras. Por ejemplo, Jesús dice: [Específicamente en Mateo 5:31-32] “También fue dicho: ‘Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio’ [un mandato hallado en Deuteronomio 24:1], pero Yo os digo que el que repudie a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio” [19] . Es difícil ver cómo puede uno seguir el comando de Moisés de dar un certificado de divorcio, si en efecto el divorcio no es una opción.

En cualquier caso; las enseñanzas de Jesús pronto fueron vistas tan oficiales como los pronunciamientos de Moisés—eso es, las de la propia Torá. Esto llega a ser más claro; después, en el período del Nuevo Testamento. En el libro 1 de Timoteo [Primera Epístola del Apóstol Pablo a Timoteo]; atribuido a Pablo, pero frecuentemente tomado por los académicos como sido escrito en su nombre por un posterior seguidor. En 1 de Timoteo 5:17-18, el autor está urgiendo a sus lectores a pagarle [un salario] a aquellos que fungen de sacerdotes entre ellos, y apoya su exhortación citando “la escritura”. Lo que es interesante, es que él después cita dos pasajes, uno hallado en la Torá (“Do not muzzle an ox that is treading” = “No pondrás bozal al buey cuando trillare”; Deuteronomio 25:4), y el otro hallado en los labios de Jesús (“A workman is whorthy of his hire” = “el obrero es digno de su salario”; Lucas 10:7). Parece que para este autor, las palabras de Jesús ya están a la par con la escritura.

Tampoco fueron solamente las enseñanzas de Jesús las que estaban siendo consideradas cómo pertenecientes a las escrituras por esta segunda—o tercera—generación de cristianos. También lo fueron los escritos de sus apóstoles. La evidencia viene en el libro final del Nuevo testamento; Pedro 2 [Segunda Epístola Universal de San Pedro Apóstol], un libro que la mayoría de los académicos críticos cree que en realidad no fue escrito por Pedro, sino por uno de sus seguidores, usando un seudónimo. En Pedro 2:3, el autor hace referencia a falsos maestros que tuercen el significado de las cartas de Pablo para hacerlas decir lo que ellos quieren que digan: “just as they do with the rest of the scriptures” = “precisamente como hacen con el resto de las escrituras” (2a Pedro 3:16) [20] . Aquí parece que las cartas de Pedro están siendo entendidas como escrituras.

Pronto después del período del Nuevo Testamento, ciertos escritos cristianos estaban siendo citados como textos oficiales para la vida y las creencias de la iglesia. Un ejemplo sobresaliente es una carta escrita por Policarpo; el previamente mencionado obispo de Smyrna, a principios del siglo segundo. La iglesia de Filippi [21] le pidió a Policarpo que la aconsejara, particularmente en relación con un caso que involucraba a uno de sus líderes, quien evidentemente se había inmiscuido en alguna forma de mala administración financiera dentro de la iglesia (posiblemente apropiación indebida de fondos de la iglesia). La carta de Policarpo a los filipenses; que todavía sobrevive, es intrigante por una serie de razones; no siendo la menor de ellas, su propensión a citar antiguos escritos de los cristianos. En sólo catorce breves capítulos, Policarpo cita más de cien pasajes conocidos de esos antiguos escritos; afirmando su carácter oficial para la situación que los filipenses estaban enfrentando (en contraste a sólo una docena de citas de las escrituras judías). En un lugar él parece llamar “escritura” a la Carta de Pablo a los Efesios. Más comúnmente, él simplemente cita o alude a antiguos escritos, asumiendo su estatus de carácter oficial para la comunidad [22] .

El Rol de la Liturgia Cristiana en la Formación del Canon

Un tiempo después de la carta de Policarpo, nosotros sabemos que los cristianos estaban escuchando la lectura de las escrituras judías, durante sus servicios de oración. El autor de la 1a Epístola de Pablo a Timoteo; por ejemplo, urge que el recipiente de la carta “pay close atention to [public] reading, to exhortation, and to teaching” = “ocúpate de la lectura [pública], la exhortación y la enseñanza”. (4:13). Como vimos en el caso de la carta a los Colosenses, parece que las cartas de los cristianos estaban siendo leídas también a la comunidad reunida. Y nosotros sabemos que para mediados del siglo segundo, una buena porción de los servicios de oración involucraban la lectura pública de las escrituras.

En un muy discutido pasaje de los escritos de los intelectuales cristianos y del apologista Justin Mártir [23] ; por ejemplo, obtenemos una mirada de lo que involucraba el servicio eclesiástico en su ciudad natal de Roma:

En el día llamado domingo, todos los que viven en ciudades o en el campo se reúnen juntos en un lugar, y las memorias de los apóstoles o los escritos de los profetas son leídos; mientras el tiempo lo permita, entonces, cuando el lector ha cesado, el presidente instruye verbalmente, y exhorta a la imitación de estas buenas cosas… (1a Apol. 67).

Parece probable que el uso litúrgico de algunos textos cristianos—por ejemplo, “las memorias de los apóstoles”, que usualmente son entendidas que son los Evangelios—elevaron su estatus para la mayoría de los cristianos; de tal manera que ellas, tanto como las escrituras judías, (“los escritos de los profetas”). Eran considerados como oficiales.

El Rol de Marcion en la Formación del Canon

Nosotros podemos rastrear la formación del canon de las escrituras cristianas un poquito más cercanamente aún, partiendo de la evidencia sobreviviente. En la misma época en que Justin estaba escribiendo; a mediados del siglo segundo, otro prominente cristiano también estaba activo en Roma: el filósofo-maestro Marcion, más tarde declarado hereje [24] . Marcion es una intrigante figura en muchas formas. Él había llegado a Roma desde Asia Menor [25] , habiendo hecho ya una fortuna en lo que evidentemente era un negocio de construcción de barcos. Al llegar a Roma, él hizo una enorme donación a la iglesia romana; probablemente, en parte, para ponerla a su favor. Durante cinco años él residió en Roma, invirtiendo mucho de su tiempo enseñando su entendimiento de la fe cristiana y elaborando los detalles de éste en varios escritos. Puede ser argumentado que su más influyente producción literaria no fue algo que él escribió, sino algo que él editó. Marcion fue el primer cristiano; del que tengamos conocimiento, que produjo un verdadero “canon” de las escrituras—eso es, una colección de libros que; argumentaba él, constituían los textos sagrados de la fe.

Para hacer que este intento inicial de establecer el canon, tenga sentido, nosotros necesitamos saber un poco sobre las enseñanzas que lo identificaban.

Marcion estaba completamente absorbido por la vida y enseñanzas del apóstol Pablo; a quién él consideraba como el único apóstol “verdadero” de los primeros días de la iglesia. En algunas de sus cartas; como la de los Romanos y la de los Gálatas, Pablo había enseñado que un estatus correcto ante Dios, venía sólo a través de la fe en Cristo; no haciendo ninguno de los trabajos prescritos por la ley judía. Marcion tomó esta diferenciación entre la ley de los judíos y la fe en Cristo hasta lo que él vio como la lógica conclusión: que existía una distinción absoluta entre la ley; por una parte, y el evangelio, por la otra. Tan distintos eran la ley y el evangelio; de hecho, que era imposible que ambos pudiesen haber venido del mismo Dios. Marcion concluyó que el Dios de Jesús (y de Pablo) no era; en consecuencia, el Dios del Viejo Testamento.

Existían; de hecho, dos dioses diferentes: el Dios de los judíos; que creó el mundo; llamó a Israel a ser su pueblo; y le dio a ellos su dura ley; y el Dios de Jesús, que envió a Cristo al mundo a salvar a la gente de la venganza llena de ira del Dios creador judío.

Marcion creía que este entendimiento de Jesús era enseñado por el mismo Pablo; y en consecuencia, naturalmente, su canon incluía las diez cartas de Pablo disponibles a él (todas las incluidas en el Nuevo Testamento; desde la Epístolas pastorales 1 y 2, Timoteo y Tito); y en virtud de que Pablo algunas veces se refería a su “Evangelio”, Marcion incluyó un Evangelio en su canon; una forma de lo que ahora es el Evangelio de Lucas. Y eso fue todo.

El canon de Marcion consistía de once libros: no había Viejo Testamento, sólo un Evangelio y diez Epístolas. Pero no sólo eso: Marcion había llegado a creer que los falsos creyentes; que no tenían su entendimiento de la fe, habían trasmitido esos once libros, copiándolos, y añadiéndoles trocitos y pedazos aquí y allá, para acomodar sus propias creencias; incluyendo la “falsa” noción de que el Dios del Viejo Testamento, también era el Dios de Jesús.

En consecuencia; Marcion “corrigió” los once libros de su canon editándolos para sacar de ellos las referencias al Dios del Viejo Testamento; o de la creación como el trabajo del verdadero Dios; o la Ley, como algo que debería ser seguido.

Como veremos, el intento de Marcion para hacer que sus textos sagrados se correspondiesen más cercanamente a sus enseñanzas, mediante el cambio deliberado de ellos, no era sin precedentes. Tanto antes, como después de él, los copistas de la antigua literatura cristiana, cambiaban ocasionalmente sus textos para hacer que éstos dijesen lo que ellos ya pensaban que significaban.

El Canon “Ortodoxo” después de Marcion

Muchos académicos están convencidos de que fue precisamente por oposición a Marcion que otros cristianos se preocuparon más por establecer los contornos de lo que se convertiría en el canon del Nuevo Testamento. Es interesante que en los propios tiempos de Marcion, Justin pudo hablar muy vagamente sobre las “memorias de los apóstoles” sin indicar cuáles de esos libros (presumiblemente evangelios) eran aceptados en las iglesias o porqué; mientras que unos treinta años después, otro escritor cristiano, quien igualmente se oponía a Marcion, asumió una posición más autoritaria. Éste fue el obispo de Lyón en Gaul (la Francia Moderna [26] ); Irenacus, quien escribió un trabajo de cinco libros contra los herejes como Marcion y los Gnósticos, y quien tenía ideas muy claras sobre cuales libros deberían ser considerados entre los Evangelios canónicos.

En un frecuentemente citado pasaje de su trabajo titulado Contra las Herejías, Ireneus dice que no sólo Marcion, sino también otros “herejes”, habían erróneamente asumido que sólo uno u otro de los Evangelios debía ser aceptado como escritura: los judíos cristianos que se apegan a la actual validez de la Ley, usan sólo a Mateo; ciertos grupos que argumentaron que Jesús no era realmente el Cristo, aceptaban solamente el Evangelio de Marcos; Marcion y sus seguidores aceptaban sólo (una forma de) Lucas; y un grupo de Gnósticos llamados los Valentinianos, aceptaban sólo a Juan. Todos esos grupos estaban; sin embargo, en error; porque:

no es posible que los Evangelios puedan ser ya sea mayor o menor en número de lo que ellos son. Porque, debido a que existen cuatro zonas del mundo en la cual nosotros vivimos, y cuatro vientos principales, mientras la iglesia está diseminada por todo el mundo, y el pilar y el cimiento de la iglesia es el Evangelio… es ajustado que ella deba tener cuatro pilares… (Contra las Herejías 3.11.7).

En otras palabras, cuatro esquinas del mundo; cuatro vientos, cuatro pilares—y necesariamente, entonces, cuatro Evangelios.

Y en consecuencia; cerca del final del siglo segundo, existían cristianos que estaban insistiendo que Mateo, Marcos, Lucas y Juan, eran los Evangelios; no existían ni más, ni menos.

Debates sobre los contornos del canon continuaron durante varios siglos. Parece que los cristianos; en su mayoría, estaban preocupados por saber cuáles libros aceptar como oficiales, de tal manera que ellos (1) sabrían cuáles libros debían ser leídos en sus servicios de oración; y (2) en relación con esto último, saber en cuáles libros podía confiarse como guías sobre qué creer y cómo comportarse.

Las decisiones sobre cuáles libros deberían finalmente ser considerados canónicos, no fueron automáticas o libre de problemas; los debates fueron largos y extenuantes, y algunas veces hostiles. Muchos cristianos hoy piensan que el canon del Nuevo Testamento simplemente apareció en la escena un día, pronto después de la muerte de Jesús; pero nada puede estar más lejos de la verdad.

Resultó ser, nosotros fuimos capaces de precisar la primera vez que un cristiano de los registrados por la historia, hizo una lista de los veintisiete libros de nuestro Nuevo Testamento como los libros del Nuevo Testamento—ni más, ni menos. Por muy sorprendente que pueda parecer, este cristiano estaba escribiendo en la segunda mitad del siglo cuarto; casi trescientos años después de que los mismos libros del Nuevo Testamento habían sido escritos. El autor fue el poderoso obispo de Alejandría, llamado Atanasio.

En el año 367 E.C., Atanasio escribió su carta pastoral anual para las iglesias egipcias bajo su jurisdicción; y en ella incluyó consejos indicando cuáles libros deberían ser leídos como escrituras en las iglesias. Él listó nuestros veintisiete libros, excluyendo a todos los demás. Esta es la primera instancia sobreviviente de alguien afirmando nuestro conjunto de libros como el Nuevo Testamento. Y ni siquiera Atanasio resolvió el asunto. Los debates continuaron durante décadas; hasta siglos. Los libros que nosotros llamamos el Nuevo Testamento, no fueron—final y definitivamente—compilados juntos en un solo canon y considerados como escrituras, sino cientos de años después de que los mismos libros habían sido producidos.

Los Lectores de los Escritos Cristianos

En la sección anterior nuestra discusión se enfocó en la canonización de las escrituras. Como vimos antes; sin embargo, muchos tipos de libros estaban siendo escritos y leídos por los cristianos de los primeros siglos, no sólo los libros que entraron en el Nuevo Testamento. Existieron otros evangelios; hechos, epístolas. Había registros de persecuciones; relatos sobre martirios; cartas de exhortación e instrucción; exposiciones de escrituras—un rango entero de literatura que ayudó a definir al cristianismo y convertirlo en la religión que llegó a ser.

Sería útil en esta etapa de nuestra discusión hacer una pregunta básica sobre toda esta literatura: ¿Quién; realmente, la estaba leyendo?.

En el mundo moderno, esto parecería como una pregunta bizarra. Si los autores están escribiendo libros para los cristianos, entonces, la gente que está leyendo los libros presumiblemente serían cristianos. Cuando preguntamos por el mundo antiguo; sin embargo, la pregunta tiene una agonía especial, porque, en el mundo antiguo, la mayoría de las personas no sabía leer.

Saber leer y escribir es una forma de vida para aquellos de nosotros en el moderno occidente. Nosotros leemos todo el tiempo, cada día. Leemos periódicos, revistas y libros de todo tipo—biografías, novelas, libros sobre cómo hacer cosas, libros de auto-ayuda, libros de dietas, libros religiosos, libros filosóficos, historias, memorias, etc., etc. Pero nuestra facilidad hoy, de entendimiento del lenguaje escrito, tiene poco que ver con las prácticas de lectura y las realidades de la antigüedad.

Estudios sobre la lectura y escritura han demostrado que lo que nosotros podamos pensar sobre la lectura y escritura masivas, es un fenómeno moderno; uno que apareció sólo con el advenimiento de la Revolución Industrial [27] . Fue sólo entonces; cuando las naciones pudieron ver un beneficio económico de convertir virtualmente a cada uno en capaz de leer, que ellas estuvieron dispuestas a dedicar los masivos recursos—especialmente tiempo, dinero, y recursos humanos—necesarios para asegurar que cada quien tuviese una educación básica en alfabetismo. En las sociedades no industrializadas, los recursos eran desesperadamente necesitados para otras cosas; y el alfabetismo no hubiese ayudado; ya fuese a sus economías, o al bienestar de la sociedad en su conjunto. Como resultado, hasta el período moderno, casi todas las sociedades contenían sólo una pequeña minoría de gente que podía leer y escribir.

Esto es aplicable hasta las sociedades antiguas que nosotros podamos asociar con la lectura y la escritura—por ejemplo, Roma durante los primeros siglos cristianos; o hasta Grecia durante el período clásico. El mejor y más influyente estudio sobre el alfabetismo en tiempos antiguos; del profesor de la Universidad de Columbia, William Harris, indica; que en el mejor de los casos, tiempos y lugares—por ejemplo, en Atenas en la cúspide de su período clásico en el siglo quinto antes de la Era Común—las tasas de alfabetismo fueron raramente mayores al 10-15 por ciento de la población. Para revertir esos números, esto significa bajo las mejores condiciones, que entre el 85 y el 90 por ciento de la población, no podía ni leer ni escribir. Durante el primer siglo cristiano, por todo el Imperio Romano, las tasas de alfabetismo muy bien pudieron ser más bajas [28] .

Resulta que; hasta definir lo que significa leer y escribir, es un negocio bien complicado. Mucha gente es capaz de leer pero son incapaces de componer una oración; por ejemplo. ¿Y qué significa leer? ¿Son las personas alfabetas si ellas se las arreglan para hallarle sentido a las tiras cómicas pero no a la página editorial? ¿Puede decirse que las personas son capaces de escribir si ellas pueden firmar su nombre pero no pueden copiar una página de texto?.

El problema de la definición es aún más pronunciado cuando regresamos al mundo antiguo; donde los mismos antiguos tenían dificultades para definir que era lo que significaba ser alfabeta. Uno de los más famosos ejemplos ilustrativos viene de Egipto durante el siglo segundo cristiano. A lo largo de la mayor parte de la antigüedad, debido a que la mayoría de las personas no sabía escribir, existían “lectores” y “escritores” locales, que ofrecían sus servicios a cambio de dinero, a las personas que necesitaban conducir negocios que requerían textos escritos; recibos de impuestos; contratos legales; licencias; cartas personales; y los parecidos. En Egipto, existían funcionarios locales a quienes se les asignaba la tarea de supervisar ciertas tareas gubernamentales que requerían de la escritura. Estas asignaciones como escribas locales (o de aldeas) no eran usualmente buscados: al igual que con muchos puestos administrativos “oficiales”, las personas a quienes se les requería asumirlos, eran responsables de pagar por esos trabajos de su propio bolsillo. Estos trabajos; en otras palabras, los asumían los más adinerados miembros de la sociedad y llevaban con ellos un tipo de estatus, pero requerían el gasto de fondos personales.

El ejemplo que ilustra el problema de definir el alfabetismo involucra al escriba egipcio llamado Petaus, de la aldea de Karanis en el Alto Egipto. Como sucedía a menudo, a Petaus le fueron asignadas responsabilidades en una aldea diferente; Ptolemais Hormou, donde a él se le encargó la supervisión de los asuntos financieros y agrícolas. En el año 184 C.E., Petaus tuvo que responder ante algunos reclamos sobre otra escriba de la aldea Ptolemais Hormou, un hombre llamado Ischyrion, que había sido enviado a algún otro lugar para que asumiese las tareas de escriba. Los aldeanos bajo la jurisdicción de Ischyrion estaban disgustados porque Ischyrion no podía cumplir con sus obligaciones; porque, acusaban ellos, él era “analfabeta”. Al manejar la disputa, Petaus argumentó que Ischyrion no era analfabeta en absoluto, porque él efectivamente había firmado su nombre en un grupo de documentos oficiales. En otras palabras, para Petaus, “alfabetismo” significaba simplemente la habilidad de saber firmar el nombre propio.

El mismo Petaus tuvo problemas haciendo mucho más que eso. Resulta, que nosotros tenemos un trozo de papiro en el cual Petaus practicaba su escritura; y en el cual él escribió; doce veces, las palabras (en griego) que él tenía que firmar en los documentos oficiales: “Yo Petaus; el escriba de la aldea, he entregado esto”.

Lo que es absurdo, es que él copió las palabras correctamente las primeras cuatro veces, pero la quinta vez dejó afuera la primera letra de la palabra final, y en las restantes siete veces, el continuó dejando afuera la letra; indicando que él no estaba escribiendo palabras que él sabía escribir, sino meramente copiando la línea anterior. Él, evidentemente, no podía leer ni siquiera las simples palabras que él estaba poniendo en la página. ¡ Y él era el escriba oficial local ! [29] .

Si nosotros contamos a Petaus entre las personas “alfabetas” de la antigüedad, ¿Cuántas personas podían realmente leer textos y hallarle sentido a lo que leían?. Es imposible obtener una cifra exacta; pero parece que el porcentaje no sería muy alto. Existen razones para pensar que dentro de las comunidades cristianas, las cifras serían aún más bajas que las de la población en general. Esto es, porque parece que los cristianos; especialmente en los comienzos del movimiento, provenían en su mayor parte, de las clases bajas e ineducadas. Siempre existieron excepciones; por supuesto, como el apóstol Pablo y los otros autores cuyos trabajos ingresaron al Nuevo Testamento, y quienes obviamente eran habilidosos escritores; pero en la mayor parte, los cristianos provenían de las filas de los iliterados.

Esto es especialmente cierto de los mismísimos primeros cristianos que serían los apóstoles de Jesús. En los relatos de los Evangelios, nosotros hallamos que la mayoría de los discípulos de Jesús son simples campesinos de Galilea—pescadores ineducados; por ejemplo. Se dice que dos de ellos, Pedro y Juan, eran explícitamente “analfabetas” en el libro de Hechos (4:13). El apóstol Pablo le indica a su congregación corintia que “not many of you were wise by human standars” = “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne” (1a Cor. 1:26)—que podría significar que algunos pocos eran bien educados, pero no la mayoría. A medida que nos movemos hacia el segundo siglo cristiano, las cosas no parecen cambiar mucho. Como he indicado, algunos intelectuales se convirtieron a la fe, pero la mayoría de los cristianos provenían de las clases bajas e ineducadas.

Evidencia de esto viene de varias fuentes. Una de las más interesantes es un pagano oponente del cristianismo llamado Celsus que vivió en el siglo segundo. Celsus escribió un libro llamado El Verdadero Mundo, en el cual él atacó al cristianismo en un número de aspectos; argumentando que era una religión tonta y peligrosa que debería ser barrida de la faz de la tierra. Desafortunadamente, nosotros no tenemos El Verdadero Mundo; todo lo que tenemos son citas de éste, en los escritos del famoso cristiano padre de la iglesia; Origen, quién vivió setenta años después que Celsus, y a quién se le pidió que produjera una réplica a las acusaciones de Celsus.

El libro de Origen, Contra Celsus, sobrevive, y es nuestra fuente principal de información sobre lo que el aprendido crítico Celsus dijo en su libro dirigido contra los cristianos [30] . Una de las grandes características del libro de Origen, es que él cita ampliamente el anterior trabajo de Celsus; línea por línea, antes de ofrecer su refutación de éste. Esto nos permite reconstruir con suficiente exactitud las afirmaciones de Celsus. Una de esas afirmaciones es que los cristianos son gente ignorante de la clase baja. Lo que es asombroso, es que en su réplica, Origen no lo niega.

Consideren las siguientes afirmaciones hechas por Celsus:
“Las instrucciones [cristianas] son como esta: No permitan
que nadie educado; nadie sabio; nadie sensible, se acerque.

Porque nosotros pensamos que estas habilidades son
malvadas para nosotros. Pero para cualquier ignorante,
cualquier estúpido, cualquier ineducado, cualquiera que sea
un niño, déjenlo venir atrevidamente” (Contra Celsus 3.44).

Además, nosotros vemos que aquellos que muestran su creencia
secreta en los mercados y andan mendigando nunca entrarían
en una reunión de hombres inteligentes; tampoco se atreverían
ellos a revelar sus nobles creencias en su presencia, sino
cuandoquiera que ellos ven a muchachos adolescentes y a una
multitud de esclavos y a una compañía de tontos, ellos se
empujan a sí mismos hacia adentro y alardean. (Contra Celsus 3:50).

En casas privadas también vemos trabajadores de la lana, zapateros,
lavanderos, y a los más iliterados y bucólicos campesinos sin empleo,
que no se atreverían a decir nada en lo absoluto frente a sus mayores
y más inteligentes amos. Pero dondequiera que pueden echarle mano
a los niños en privado y algunas mujeres estúpidas con ellos, ellos dejan.

salir algunas asombrosas declaraciones; como, por ejemplo, que ellos
no le deben prestar ninguna atención a sus padres y maestros de escuela…;
ellos dicen que éstos hablan tonterías y no tienen entendimiento…

Pero, si ellos quieren, ellos deberían dejar a su padre y maestros, y salir
con las mujeres y los niños pequeños que son sus compañeros de juego
a la tienda del sastre de lana, o a la del zapatero, o a la de la lavandera,
que ellos podrían aprender a la perfección. Y al decir esto, ellos
los persuaden. (Contra Celsus 3:56)

Origen replica que los verdaderos creyentes cristianos son de hecho, sabios (y algunos; de hecho, son bien educados), pero ellos son sabios con respecto a Dios, con respecto a las cosas de este mundo. Él no niega; en otras palabras, que la comunidad cristiana está compuesta mayormente por la clase baja e ineducada.

Lectura Pública en la Antigüedad

Parece que nosotros entonces, teníamos una situación paradójica en el cristianismo antiguo. Esta era una religión libresca; con escritos de todo tipo que probaban ser de la mayor importancia para casi todo aspecto de la fe. Aún así, la mayoría de las personas no podían leer esos escritos. ¿Cómo explicamos esta paradoja?

De hecho, el asunto no es tan extraño si recordamos lo que fue señalado con anterioridad: que comunidades de todo tipo a lo largo de toda la antigüedad, generalmente usaban los servicios de los alfabetas a favor de los analfabetas. Porque en el mundo antiguo “leer” un libro no significaba; usualmente leerlo uno mismo; significaba que era leído en voz alta por otros. Podía decirse que uno había leído un libro cuando de hecho uno había escuchado a otros leerlo.

Parece que no existe forma de esquivar la conclusión de que los libros—a pesar de lo importante de lo que ellos eran para el antiguo movimiento cristiano—eran casi siempre leídos en voz alta en ambientes sociales, como los ambientes de oración. Debemos recordar aquí que Pablo instruye a sus escuchas Tesalonicenses que su “carta debía ser leída a todos los hermanos y hermanas” (1a Tes. 5:27). Esto hubiera ocurrido en alta voz; en comunidad. Y el autor de la carta a los Colosenses escribió: “Y cuando ustedes hayan leído esta epístola, asegúrense de que es leída en la iglesia de los Laodicenses, y que ustedes lean la carta escrita a Laodicea” (Col. 4:16). Recuerden también el reporte de Justin Mártir que “En el día llamado domingo, todos los que viven en ciudades o en el campo se reúnen juntos en un lugar, y las memorias de los apóstoles o los escritos de los profetas son leídos, mientras el tiempo lo permita” (1a Apol. 67).

El mismo punto es hecho sobre otros escritos cristianos antiguos. Por ejemplo, en el libro de Revelaciones (Apocalipsis) se nos dice a nosotros, “Blessed is the one who reads the words of the prophecy and blessed are those who hear the words” = “Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta profecía” (1:3)—obviamente refiriéndose a la lectura pública del texto.

En un libro menos conocido; llamado 2o de Clemente, de mediados del siglo segundo, el autor indica, en referencia a sus palabras de exhortación: “Les estoy leyendo a ustedes una solicitud para que presten atención a lo que ha sido escrito, de tal manera que ustedes se puedan salvar ustedes mismos y aquél que es vuestro lector” (2a Clemente 19:1).

Resumiendo, los libros que fueron de vital importancia a comienzos del cristianismo eran en la mayoría de los casos, leídos en voz alta por aquellos que eran capaces de leer, de tal manera que los iliterados los pudiesen oír, entender, y hasta estudiarlos. A pesar del hecho de que el cristianismo antiguo en su mayor parte estaba compuesto de creyentes iliterados, era una religión altamente literaria.

Otros asuntos claves necesitan ser discutidos; sin embargo. Si los libros fueron tan importantes para el comienzo del cristianismo; si ellos estaban siendo leídos a las comunidades cristianas alrededor del Mediterráneo, ¿Cómo exactamente obtuvieron las comunidades esos libros?. ¿Cómo fueron puestos en circulación?. Esto ocurrió en los días antes del Desktop Publishing [31] , de los medios electrónicos de reproducción; y hasta del tipo movible (letra de imprenta hecha de plomo fundido). Si las comunidades de creyentes obtenían copias de varios libros cristianos en circulación, ¿cómo adquirieron ellos esas copias? ¿Quién estaba haciendo las copias?, y lo que es más importante para el asunto definitivo de nuestra investigación, ¿Cómo podemos nosotros (o cómo podían ellos) saber que las copias que ellos obtenían eran exactas; que ellas no habían sido modificadas en el proceso de reproducción?.

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[1] Los académicos usan hoy la “era común” (Abreviada E.C.) en vez de la antigua designación anno Domini (A.D. “en el año del Señor”), debido a que la primera es más inclusiva de todas las creencias religiosas.

[2] Nota del Traductor Abraham Cohén, autor del muy apreciado texto sobre el judaísmo, titulado: “EL Talmud para Cada Hombre. Las Principales Enseñanzas de la Sabiduría de los Rabinos” (Editorial Schoken Books, Nueva York, 1995—publicado por primera vez en 1949—dice en la página xxxiv de la introducción: “Torá. Esta palabra hebrea, incorrectamente traducida como ‘ley’, significa ‘enseñanza, dirección’ ”.

[3] Nota del Traductor Los textos de esa época eran escritos sobre largas tiras de papel hechas con las fibras de la hierba llamada papiro, que luego eran enrolladas, y por eso no se llamaban libros sino rollos.

[4] Para obtener un resumen que trata sobre la conformación del canon judío de las escrituras, vea James Sander “Canon, Hebrew Bible” en el Anchor Bible Dictionary, ed. David Noel Freedman (Nueva York: Doubleday, 1992), i:838-52.

[5] Al llamar a Jesús rabino yo no quiero decir que él tenía algún tipo de ascendencia oficial dentro del judaísmo, sino simplemente que él era un maestro judío. Él era; por supuesto, no sólo un maestro, él puede quizás ser mejor entendido como un “profeta”. Para una discusión adicional, vea Bart D. Ehrman, Jesus: Apocalyptic Prophet of the New Millenium (Nueva York: Oxford Univ. Press, 1999).

[6] Para esta abreviatura, vea la nota 1 arriba.

[7] Nota del Traductor: El Autor cita este final de la 1a Epístola de Pablo a los Tesalonicenses, escribiendo: “Saluden a todos los hermanos y hermanas con un beso santo. Fuertemente los conjuro en nombre del Señor a que ustedes hagan leer esta carta a todos los hermanos y hermanas”, dejando ver algunas sutiles diferencias en el texto de la Biblia en inglés, en comparación con el texto de la Biblia en castellano.

[8] Éstas incluirían las tres cartas “Deutero-Paulinas” a los Colosenses, a los Efesios y la 2a a los Tesalonicenses; y, especialmente, las tres cartas “pastorales” 1a y 2a a Timoteo y a Tito. Para conocer las razones de los académicos para dudar de que estas cartas fueron del mismo Pablo, vea Bart D. Ehrman, The New Testament: A Historical Introduction to the Early Christian Writings (El Nuevo Testamento: Una Introducción Histórica a los Primeros Escritos Cristianos), 3ra. Ed.. (Nueva York: Oxford Univ. Press, 2004), capítulo 23.

[9] Aunque Q obviamente ya no existe, existen buenas razones para pensar que fue un documento real—aún si nosotros no podemos conocer con seguridad su texto completo. Vea Ehrman The New Testament, cap. 6. El nombre Q es la abreviatura de la palabra alemana Quelle, que significa “fuente” (eso es, la fuente de mucho del material sobre los dichos de Lucas y Mateo).

[10] Nota del Traductor: Diccionario de la Herencia Estadounidense del Idioma Inglés: Septuagint: Abreviado LXX: una traducción al griego del Viejo Testamento hecho en el siglo tercero antes de Cristo. [Latín septuāgintā, setenta, “los setenta”, designación de los 70 ó 72 académicos judíos quienes conforme a una tradición no histórica, completaron la traducción en 72 días en la isla de Pharos.

[11] Nota del Traductor: Apócrifa se refiere a textos atribuidos a autores sagrados que no son incluidos en los cánones religiosos por no existir la seguridad de que fueron divinamente inspirados. Enoc; fue hijo de Jared (Génesis 5:18), y bisabuelo de Noé.

[12] Nota del Traductor: Diccionario de la Herencia Estadounidense del Idioma Inglés. Didache: Un tratado anónimo de la iglesia del siglo dos o posiblemente del primer siglo después de Cristo, conocido como “La Enseñanza de los Doce Apóstoles” [Griego didakhē “una enseñanza” del griego didaskein, enseñar.

[13] Nota del Traductor: El texto entre comillas trascrito arriba, fue copiado textualmente de la Biblia católica—éste difiere de citado por el Autor en inglés, que traducido al español dice: “siempre estés preparado para hacer una defensa ante cualquiera que te pida dar cuenta de la esperanza que hay en ti”—y del texto de la Biblia Cristiana de los Testigos de Jehová que dice: “siempre listos para presentar una defensa ante todo el que les exija razón de la esperanza que hay en ustedes, pero haciéndolo junto con genio apacible y profundo respeto”.

[14] Nota del Traductor: Smyrna era el nombre antiguo de Izmir, una ciudad portuaria de Turquía sobre el Golfo de Izmir, que es un brazo del Mar Egeo que se extiende 64 kilómetros dentro del occidente de Turquía.

[15] Por ejemplo, en los tratados conocidos como el Apocalipsis de Pedro y el Segundo Tratado del Gran Seth, ambos descubiertos en 1945 en un caché de documentos “Gnósticos” cerca de la aldea de Nag Hammadi en Egipto. Para leer sus traducciones, vea James M. Robinson, ed., The Nag Hammadi Library in English (La Biblioteca de Nag Hammadi en Inglés), 3ra. ed., (San Francisco: HarperSan Francisco, 1988), 362-78.

[16] El nombre gnóstico proviene de la palabra griega gnosis, que significa “conocimiento”. El Gnosticismo se refiere a un grupo de religiones a partir del siglo segundo y en adelante, que enfatizaba la importancia de recibir conocimientos secretos para la salvación de este malvado mundo material.

[17] Para una discusión más completa, vea Bart D. Ehrman, Lost Christianities: The Battles for Scripture and the Faiths We Never New (Cristianismos Perdidos: Las Batallas por las Escrituras y las Creencias de las que Nunca Supimos. Nueva York: Oxford University Press, 2003); especialmente el capítulo 11. Más información sobre la totalidad del proceso puede ser hallada en Harry Gamble, The New Testament Canon: Its Making and Meaning (El Canon del Nuevo Testamento: Su Hechura y Significado. Philadelphia: Fortress Press, 1985). Para el oficialmente autorizado recuento académico estándar, vea Bruce M. Metzger, The Canon of the New Testament: Its Origin, Development and Significance (El Canon del Nuevo Testamento: Su Origen, Desarrollo y Significación, Clarendon Press, 1987).

[18] Nota del Traductor: El autor escribe textualmente en inglés: “whoever is even angry with a brother or sister is liable to judgement”, que traducido al español dice: “cualquiera que siquiera se enoje con un hermano o hermana está obligado a juicio”, lo que deja ver una clara diferencia entre las palabras de la Biblia cristiana en inglés, y las palabras de la Biblia cristiana en español.

[19] Nota del Traductor: En esta otra cita de la Biblia cristiana también se observan diferencias entre sus palabras en inglés y español, por cuanto el autor escribió textualmente en inglés: “Whoever divorces his wife should give her a certificate of divorce” que traducido al español dice: “Quienquiera que se divorcie de su mujer debería darle a ella un certificado de divorcio”; y “but I say to you that everyone who divorces his wife for reason other than sexual immorality, makes her commit adultery, and whoever marries a divorced woman commits adultery”, que traducido al español dice: “pero Yo le digo a ustedes que todo aquél que se divorcia de su esposa por razón distinta a la inmoralidad sexual, hace que ella cometa adulterio, y quienquiera que desposa a una mujer divorciada comete adulterio”—ambos textos en español son distintos a la cita textual inserta arriba tomada de la Biblia católica en español.

[20] Nota del Traductor: El Texto completo de la cita de 2a de Pedro 3:16 dice textualmente en la Biblia católica: “casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición”.

[21] Nota del Traductor: Filippi: Antiguo pueblo del centro-norte de Macedonia, Grecia, cerca del Mar Egeo.

[22] Para leer una traducción reciente de la carta de Policarpo, vea: Bart D. Ehrman, The Apostolic Fathers (Los Padres Apostólicos, Loeb Classical Library; Cambridge: Harvard University Press, 2003), vol. I.

[23] Nota del Traductor: San Justin Mártir (Justin el Mártir, también conocido como Justin de Cesárea), fue un antiguo apologista cristiano que vivió entre los años 100 y 165.

[24] Para obtener información adicional sobre Marcion y sus enseñanzas, vea Ehrman, Lost Christianities, (Cristianismos Perdidos), 103-8.

[25] Nota del Traductor: Asia menor: Antiguamente Anatolia. La península occidental de Asia ubicada entre el Mar Negro y el Mar Mediterráneo, incluyendo a Turquía.

[26] Nota del Traductor: Gaul: Era el nombre dado en la antigüedad a la región de Europa ubicada al sur y al oeste del río Rhin; oeste de los Alpes; y al norte de los Pirineos; comprendiendo aproximadamente los territorios de las modernas Francia y Bélgica. El nombre Gaul proviene del francés Gaule, éste del latín Gallia, de Gallis, los Galos.

[27] Vea especialmente: William V. Harris, Ancient Literacy (Alfabetismo Antiguo, Cambridge: Harvard University Press, 1989).

[28] Para saber las tasas de alfabetismo entre los judíos de la antigüedad, vea: Catherine Hezser, Jewish Literacy in Roman Palestine (Alfabetismo Judío en la Palestina Romana, Tübingen: Mohr/Siebeck, 2001).

[29] Vea la discusión de Kim Haines Eitzen, Guardians of Letters: Literacy, Power, and the Transmitters of Early Christian Literature (Guardianes de Cartas: Alfabetismo, Poder y los Comunicadores de la Antigua Literatura Cristiana, Nueva York: Oxford University Press, 2000), 27-28; y los artículos de H. C. Youtie que ella cita allí.

[30] La traducción inglesa estándar es de Henry Chadwick, Origen’s “Contra Celsus” (Cambridge: The University Press, 1953), la cual yo sigo aquí.

[31] Nota del Traductor: Dice la Wikipedia: Desktop Publishing: (Publicación sobre el Escritorio; ó DTP) combina una computadora personal, un software de diseño de páginas y una impresora, para crear publicaciones a una pequeña y económica escala. Los usuarios crean diseños de página con textos, gráficos, fotografías y otros elementos visuales usando programas de software para computadoras como QuarkXPress, Adobe InDesign, PageStream, RagTime, o los gratis Scribus, Microsoft Publisher, Apple Pages y CorelDraw. Para trabajos pequeños de unas pocas copias, una publicación puede ser impresa en una impresora personal. Para trabajos más grandes un archivo de computadora puede ser enviado a una empresa que cobra por imprimir altos volúmenes. El Desktop publishing comenzó en 1985 con la introducción al mercado del software Pagemaker de la empresa Aldus y la impresora LaserWriter de la empresa Apple Computer para las computadoras marca Macintosh. La capacidad de crear diseños de página “ WYSIWYG (What You See Its What You Get = Lo que ves es lo que obtendrás) y después imprimir páginas con una resolución de unos prístinos 300 ppi (pixels por pulgada = un pixel es la más pequeña porción en la que puede fragmentarse una imagen digitalizada—computarizada–), fue revolucionario tanto para la industria que elabora los tipos de letra para las imprentas como para la industria de las computadoras personales. El término “desktop publishing» es atribuido a la empresa Aldus Corporation su fundador Paul Brainerd, que buscaba una frase pegajosa para capturar el mercado, que describiese el pequeño tamaño y el relativamente bajo precio de este conjunto de productos en contraste con el costoso equipo comercial phototypesetting de la época.

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