Opinión Nacional

Perro ladrador poco mordedor

Sigo encontrando una sinfonía de ataques y criticas a la oposición representada en Henrique Capriles. Anoto las demandas del otra oposición (así se llaman) tildando a Capriles de blandengue, colaboracionista, vendido, defraudador, cobarde, alicaído, aletargado, comodón y entregado. Hay más, pero aquí me detengo, porque les he visto -al menos- un mínimo de esfuerzo argumental. Revisemos lo que está detrás de cada dardo.

«Capriles no salió el 14A a cobrar» o lo que es lo mismo «Capriles se dejó quitar la victoria». La expresión viene acompañada de una campanada de lugar-comunes que sugieren salir a la calle, caerse a plomo y quedarse hasta asegurar el poder (¡?). De no lograrse el primer día habría que seguir amaneciendo en la disputa -a fuego cruzado- hasta la caída del ilegítimo. Ese es en definitiva, el plan radical: resistir, meterle el pecho o la cabeza (la del vecino) a cualquier salvajada que se le ocurra al contrario, hasta vencer o morir… Pues bien. La resistencia civil -violenta o no- ha sido un continuo de la historia en la lucha contra la tiranía, la discriminación o el ocupacionismo. Pero el tema es que esa resistencia no debe ser improvisada, desarticulada, súbita, sin fundamento y sin un consenso-poder-organizado. Salir a la calle a resistir el poder, exige base popular, convicción ciudadana y orden. ¿Lo tenemos?

Ir como «perro ladrador» sin entrenamiento ni orientación, es caer ladrando. Un partido, frente o movimiento social que pretenda liderar y reivindicar una victoria electoral desde una plaza, debe exhibirse amalgamado, firme en sus propósitos de rescate institucional y dispuestos (todos) a pagar con la vida o su libertad, el precio de su misión libertadora. No veo en quienes llaman a la calle con tanto fervor y autoridad, desde un sillón, un ordenador o un programa de TV, voluntad real de colocarse al frente de esa causa, camino al sepulcro. Cierto que muchos estarían dispuestos a dejar la vida por un ideal, pero quienes llaman a revueltas y a la inmolación, son los que van pegados a sus BB, lanzando tuits que al final dirán: «han masacrado al pueblo» Pregunto. ¿Quién masacra a quién? ¿Cuál pueblo? ¿Quién arriesga detrás de un teclado?

Criticar es fácil. Pero hacerlo a consciencia de que una iniciativa no aplica -por espuria, ineficiente o improvisa- es irresponsable. Creo en una visión autocrítica de nuestro drama de los últimos tres lustros (por no irnos dos siglos). Como sociedad comportamos un precario sentido de unidad y confianza grupal.

El medalaganismo, el retrecherismo y nuestra esencia contestataria, oportunista y revirona, nos impide un mínimo de disciplina para consolidar una causa común. Cuántos de los que llaman cómodo o blandengue a Capriles, ¿no lo son ellos por solemnidad? Nuestra derrota es ética y moral, no electoral. La anarquía nos castra más que la propia tiranía. Aquella conduce a la anomia, a la nada, a la desaparición del ser pensante, organizado, cívico y ciudadano. La tiranía se impone, pero obliga a resistirla, por lo que subyace un ideal civilista. En febrero de 2008 decíamos: «…no aceptamos [la disidencia] que el responsable de tanta anarquía, no es él, sino cada uno de nosotros. Mas que sus «destrezas» para renacer [Chávez], son las carencias propias para confrontarlo en su terreno más débil: en lo ético y en lo formal. Pero tales identidades no se construyen de la noche a la mañana. Las formas y la moral, se siembran y toma tiempo cosecharlas. Tiempo que sólo lo pauta el buen desempeño político».

Habiendo sido crítico de la oposición, hoy debo reconocer su madurez y moderación. Invito a sectores críticos a reflexionar sobre lo que nos desune y nos divide, en tiempos donde tal división garantiza la anarquía, la fractura y la derrota. Decir que la oposición es colaboracionista y electorera, es melodioso, puede lucir irreverente, desafiante, incluso verosímil. Muchas veces he estado tentado a cabalgar sobre esa tesis, en la búsqueda de una tercera vía. Pero se topa uno con un pesado dilema: si la vía no es electoral, por fraudulenta, ¿qué queda? O la fuerza o la desobediencia… Descartando vías de hecho (lea Golpe de Estado Constitucional/EUD 30-07-13) en un país donde el anarquismo nos viene de la conquista y las conjuras no duran sino hasta el día de ser sugeridas, lo que quedaría es la resistencia pacífica… Pero en el caso venezolano, que vimos morir a Brito degustando un pabellón, padecer a Simonovis viendo TV o languidecer a cientos de huelguistas de hambre estudiantes y viejos, sin otro esfuerzo que decir pobrecitos, que bochorno, que indignación, ¿quién resiste? Así la institución Gandiana de la desobediencia civil, se nos va de manga y de hombros, por lo que queda es recorrer calles (no azuzarlas), organizar liderazgos de base, y consolidar una mayoría que por no-estar consolida, no se ha podido cobrar.

A los amigos detractores de la oposición, sólo me queda decirles, salgan a la calle y exhiban sus colmillos, advertidos de que perro ladrador, poco mordedor…

 

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