Opinión Nacional

Personaje y acontecimiento de 2004

2004 fue para Venezuela un año extenso en acontecimientos políticos, hechos de gran importancia, los cuales marcaron el fin de una era democrática y le abrieron las puertas a la naciente dictadura chavista.

De las circunstancias de todo lo ocurrido en el 2004, se puede extraer que la revolución bonita apuntó y disparó su artillería hacia dos blancos, buscando así la destrucción absoluta de dos pilares fundamentales de nuestro sistema político: justicia y democracia, dos víctimas, a decir tanto de los hechos noticiosos, como de las diversas opiniones y análisis.

El desastre de la justicia venezolana se vio reflejado en casos como el de Pedreañez, Maritza Ron y Linda Loaiza, entre muchos otros. Todos ciudadanos comunes y corrientes, el soldado, la señora clase media y la joven provinciana respectivamente, que no pueden ser catalogados ni de terroristas, ni de golpistas. De ellos solo sobrevivió Linda Loaiza, una mujer que sacó fuerzas de donde no las tenía, y a través de un clamor solitario, exigió que se hiciera justicia con su penoso caso. No obstante, a todo su empeño y determinación, Loaiza chocó de frente contra una justicia parcializada, que en el colmo del absurdo, emitió una escandalosa sentencia que la inculpaba por pertenecer, supuestamente, a una red de prostitución.

Sin duda que de manera trágica Linda nos mostró el estado de indefensión y abandono en que se encuentra un ciudadano, más si es del sexo femenino, en Venezuela, un país que perdió toda vergüenza y toda moral y cuya justicia se ha rebajado a una parodia practicada por las nacientes tribus bolivarianas. Por todo ello considero a Linda Loaiza como la personalidad del año.

La democracia en sí misma, la otra gran víctima en éste año 2004. Año nefasto, repleto de imágenes de la legislatura bolivariana, tales como, la ley Mordaza, la ley Antiterrorista y la reforma del Código Penal.

Sin embargo, la imagen ganadora, el acontecimiento del año, es sin duda el llamado Fraude Electoral. Por cuanto los resultados del referendo del pasado 15 de agosto, lejos de reafirmar al presidente Hugo Chávez, han cercado su continuidad en el poder de una enorme sospecha de ilegitimidad. Y porque se trata de una desconfianza, que tiene sus orígenes en la organización y puesta en práctica desde el alto gobierno y el CNE, de un engañoso proceso que colocó impedimentos, buscando así desconocer la expresión de la voluntad popular. Asunto que un primer tiempo fue disuasivo con los llamados reparos, luego amenazante con la nefasta “lista Tascón”, llegando hasta reformarse descaradamente el reglamento electoral, migrando inscritos, cedulando y nacionalizando de manera masiva y salvaje.

En fin una secuencia de hechos ilícitos, de actos ventajosos en favor del oficialismo, previos al 15 de agosto.

Hoy cuando la tasa de aprobación de la actual dirigencia, está muy lejos de los resultados oficiales que emanara la madrugada del 16 de agosto el CNE, el llamado “fraude electoral” pareciera haberse consumado, muy a pesar de la verdad exhibida de manera jubilosa en todas las ciudades, y pueblos venezolanos; a pesar del valor con que millones de electores soportaron los tratos injuriosos de parte de unas autoridades electorales decididas a humillar a quienes habían decidido revocar al presidente y a pesar del silencio sepulcral que acompañara a los votantes por el NO.

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