Opinión Nacional

Perspectiva de la identidad

La identidad como individuo, la identidad como sociedad, la identidad como cultura, es un valor de reconocimiento al cual está ligado indisolublemente el ser humano, independientemente del tiempo que viva o del lugar donde se encuentre. No podríamos reconocerlo, sin indagar las características de sus identidades.La búsqueda de identidad, su crisis y su pérdida constituyen un centro de preocupación e investigación actual. El individuo, el grupo, las sociedades tradicionales o industriales aspiran a coincidir nuevamente con su propio ser. El tema de la identidad afecta a todas las sociedades y a casi todas las disciplinas.

La identidad es una necesidad básica del ser humano .Erich Fromm plantea que: «esta necesidad de un sentimiento de identidad es tan vital e imperativa, que el hombre no podría estar sano si no encontrara algún modo de satisfacerla». Según lo que él expone, la identidad es una necesidad afectiva («sentimiento»), cognitiva («conciencia de sí mismo y del vecino como personas diferentes») y activa (el ser humano tiene que «tomar decisiones» haciendo uso de su libertad y voluntad).

Se puede afirmar, entonces, que la identidad tiene que ver con nuestra historia de vida, que será influida por el concepto de mundo que manejamos y por el concepto de mundo que predomina en la época y lugar en que vivimos. Por lo tanto, hay en este concepto un cruce individuo-grupo-sociedad, por un lado, y de la historia personal con la historia social, por otro.

Los individuos, los grupos y las culturas tienen conflictos de identidad. Hay una identidad personal y varias identidades colectivas que debemos siempre de aunar en nuestro análisis.

La identidad distingue nuestro colectivo de otros, así como la identidad individual distingue a nuestra individualidad de otras. La identidad colectiva es a la vez común y diferente, según el contexto. ç. Son muchas las identidades colectivas y algunas incluyen a otras.

Así podemos definir a la identidad como el centro de gravedad de la personalidad.

Se puede decir que la identidad es evolutiva y está en proceso de cambio permanente, lo que implica la afirmación de particularidades, pero también de diferencias y relaciones con los otros. Se trata de una pregunta siempre presente y cuya respuesta se busca en imágenes, fragmentos, recuerdos, historias, relaciones con uno mismo y con otros, así la identidad es el resultado del conjunto de identificaciones que una persona va incorporando a lo largo de su historia. En términos simples las identificaciones son aquellas cosas, rasgos de carácter, que una persona toma de otra que en algún punto admira, idealiza, o en el peor de los casos teme.

Sucede que muchas veces un sujeto no encuentra en su ambiente personas modelos con las cuales pueda identificarse. Pensemos en la crisis de valores de personas que promuevan identificación por algún rasgo valorado de carácter o personalidad. Este es un problema social que afecta a la población joven de nuestra época.

Si tomamos en cuenta ahora en que momento se define una determinada identidad, nos encontramos que fundamentalmente se va edificando como hemos comentado a través de determinadas identificaciones que el sujeto va realizando en interacción con las personas significativas de su ambiente hasta alrededor de finales de la adolescencia (20 años aproximadamente y algunos mas probablemente).

Esto significa que cada uno de nosotros tendremos determinados tipos de necesidades, impulsos, motivaciones que satisfacer para sentirnos básicamente felices y realizados, a la vez que se estructura, en base a esa identidad, un proyecto de vida lo cual incluye vocación, profesión, ocupación (estudio y trabajo), sexualidad (formar pareja, consolidar una familia) un conocimiento acerca de quien soy, que necesito, implica auto evaluación, autoestima etc.

Así entonces hay una identidad como totalidad, como universo, que incluye varias partes o subsistemas: La identidad sexual o de género, la identidad física, la identidad psicológica, la identidad social, la identidad moral y la identidad ideológica.

La comunicación efectiva y afectiva con el entorno, es vital en el proceso que muy bien podríamos llamar la salud de la identidad. Esa salud de la identidad nace efectivamente del hogar. El hogar que respeta la identidad de los más pequeños y la comparte, la celebra, la motiva en términos constructivos, es el que tendrá éxito en la formación del joven y su transición al adulto. En esa consideración la vocación debe ser respetada y nunca denigrada. El trato dado tanto al infante como al joven debe ser de sabia comprensión, sin llegar al castigo físico o el trato humillante porque detrás de él solo quedan dos respuestas posibles, a saber cual más peligrosa o dañina: o el deseo de la venganza, de la revancha, del odio hacia el patrimonio espiritual común o la postración de la autoestima por la flagelación moral o física, la inhibición de la conducta por temor al castigo y no por la convicción del principio. En ambas se deteriora la personalidad severamente, teniéndose como respuesta la castración de la voluntad por temor al cambio disfrazado de castigo o el estallido incontrolable de multiplicar el daño recibido. En la primera el individuo se castiga asimismo, se autoflagela, se impone el sufrimiento de una culpa que no cesa en tanto se mantiene vivo el recuerdo mutilador de la grosería despectiva del progenitor o del castigo físico que bajo la justificación de la reparación se le impartió con odio visceral , en vez de llamar oportunamente a la reflexión.De allí que las supuestas soluciones del pasado basadas en el castigo o la humillación, muchas veces justificadas desde las instituciones morales como la escuela o la religión, ya no funcionen en una sociedad que se hizo mas compleja y paradójicamente, mas impersonal, mas deshumanizada, donde se atiende más al ser humano como cantidad y no como calidad.

Tan vital como una alimentación equilibrada, lo es tambien el trato equilibrado en el hogar, el trato equilibrado en la escuela, los que se traducirán en el trato equilibrado de la sociedad, fundamentado en el respeto al individuo, a su identidad, pero traduciendo su derecho de ser respetado al deber social de respetar igualmente la identidad de los otros.

Uno de los grandes retos de la psicología social y de la sociología contemporánea, radica en precisar si la propia sociedad de consumo se encuentra bloqueando las salidas de la personalidad hacia la madurez que supone la actitud respetuosa deseable en el ciudadano, el cual pareciera darle a los valores humanos la misma característica de consumibles que puede adquirir o desechar a conveniencia, lo que lo llevaría a prescindir del respeto hacia los demás , encontrándose en una infancia emocional que lo convierte en un peligro potencial para los seres humanos que conviven con él o la propia sociedad con la que debe interactuar. Es por ello que el debate no debe obviarse o menospreciarse. Quizás, si lo abordamos a tiempo, le estaremos dando el inestimable valor del respeto social a la identidad del individuo cuyo sano comportamiento deseamos.

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