Opinión Nacional

Pez grande, pez chico

El refranero popular venezolano y, a lo mejor, el universal también reúnen a estos especimenes, pez grande y pez chico, en una frase: “El pez grande se come al chico”. Sobran las palabras.

¿Qué es un pez grande y que es uno chico? ¿Acaso solo son esos representantes marinos provistos de aletas y branquias, de piel escamosa en algunos, llenos de espinas unos y otros no? ¿A eso refiere el dicho popular? Probablemente si. No se debe olvidar que las primeras oleadas de inmigrantes, quienes trajeron el apellido de la gran mayoría de los venezolanos, y emigrantes, Bolívar entre ellos, se trasladaban en barcos a la vela, o al remo, y por tanto los tripulantes y pasajeros, tenían tiempo para el regodeo visual del comportamiento de los peces y todo lo que tuviera que ver con el mar. En consecuencia, ese dicho lo debieron bajar a tierra una vez anclado el barco en la costa más cercana. Pregunta: ¿Fueron los pobladores nativos los segundos peces chicos porque los primeros fueron los del mar.

Ahora bien, en tierra, es probable, que los nativos de aquellos tiempos repitieran la misma frase: “el pez grande se come al chico”. ¡Claro!, nuestros ríos tenían peces, ahora contienen mercurio, colonias coliformes, papel y otros desechos sólidos, y ellos, los indios los perseguían a carrera tendida por sus riberas o al intrépido remo en sus canoas sobre los cauces repletos de agua. Aparentemente no hay nada escrito sobre este detalle y como quiera que la transmisión oral, como tradición cultural, no sea un ciento por ciento objetiva entonces no hay información precisa. De pronto, la nueva historia que se escribe, según lo aconseja “el sistema para la educación endógena”, nos aclara el asunto. Deducción inteligente: los peces chicos fueron los de los ríos porque los grandes fueron, en principio, los humanos de origen autóctono, depredadores pues.

Hoy, según dicen, los peces grandes son los países que se han desarrollado bajo la “explotación artera, inmisericorde” de los países con agrupaciones humanas, conglomerados poblacionales, tan suficientemente pequeñas que menos de 2 personas ocupan un millón de metros cuadrados, en otras palabras, los países chicos ¡Imagínese usted el tipo de supervisión realizable si la vista no alcanza a dos kilómetros! Lo inicialmente escrito en este párrafo, lo de la explotación artera, pareciera estar empotrado en la cabeza de algunos gobernantes latinos que repiten, como loros: “los pueblos ubicados desde el sur del Río Grande hasta el fin de la Patagonia somos victimas del Imperio del Norte” y esgrimen como argumento válido, lo relatado en la carta de Jamaica de Simón Bolívar Por seguir esa conseja acerca del imperio a pies juntillas, a los venezolanos nos están “superando” los países pequeños con sus políticas económicas desarrolladas en conjunto con el sector privado debido a la enorme incapacidad de los respectivos Estados de resolver los problemas más elementales de sus ciudadanos eficazmente y de proveerse recursos monetarios para esto..

En cada evento, o en una fiesta, siempre hay alguien que le echa a perder la fiesta a un prójimo. Es el pez grande, cual líder discutible acompañado de sus amigos y seguidores, que la emprende contra el menos atractivo para las chicas; el de modesta vestimenta; el más servicial y el más saboteado de la noche, complicidad mediante. Cuando el tiempo pasa, la pirámide de las situaciones se ha invertido: ya no es el más saboteado sino el más requerido debido a su éxito empresarial; no ha dejado de ser el más servicial y le ha abierto las puertas a todo aquel emprendedor que ha deseado y demostrado su capacidad para crecer. Para el otrora saboteador, hoy corren tiempos de envidia, de señalamientos altisonantes, de derrotas internas altamente demoledoras; de expediciones por el pasado más reciente y el recuerdo de los gestos despreciativos hacia el exitoso de hoy. El saboteado creció y gano.

Venezuela es la juvenil saboteadora, indiferente a la calidad de sus acciones, a la multiplicación de sus deudas, que por culpa de sus gobernantes y de la población, se inscribe en cuanta contienda perdedora pueda existir. Hoy por hoy, esta nación pierde el tren del progreso.

Los entomólogos bien pudieran explicarnos cual es la función social de la hormigas, un “pez chico”, difícil de vencer, que transporta en los patios y jardines mucho “pez grande”. A propósito de hormigas: jamás se ha visto que no puedan transportar hasta su destino final su carga por muy pesada que esta sea, salvo que les interrumpa un “tsunami”, es decir, un baldazo de agua y sin embargo……

Le consulto, distinguido lector: ¿No tenemos los venezolanos la misma voluntad y fortaleza de convertirnos en la correa transportadora hasta la nave del olvido de tantos peces como el “pez grande” agresor, militante de la desidia; miembro del club de la mendicación; apostador recurrente de la mediocridad estatal; promotor insigne del irrespeto, la exclusión, la mentira histórica; manipulador sentimental; divisor de toda suma de voluntades; sustraendo de toda paz espiritual; abusador de la bonhomía del prójimo?

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