Pisco, Perú
En quechua, Pisco significa “pájaro”, y el sitio ha estado habitado, que se sepa, desde hace no menos de 10 ó 12.000 años. La pluralidad de sus recursos naturales atrajo siempre a los pueblos antiguos, las culturas paracas y nazca se establecieron allí mucho antes de que llegaran los europeos, que fundaron, en 1640, una villa relacionada con la enorme riqueza que representaba el guano. En 1680 hubo un grave terremoto, que llevó al virrey Portocarrero Lazo de la Vega, en tiempos de Carlos II, a mudar la ciudad y refundarla como Nuestra Señora de la Concordia de Pisco en donde está ahora. Desde aquellos tiempos ha sido famosa la bebida que lleva el nombre del lugar. También fue muy productiva la industria del azogue pisqueño. San Martín desembarcó en el lugar, en Paracas, muy cerca de Pisco, y fue allí donde nació la bandera del nuevo país. Quizás por ello las autoridades peruanas, en 1832, le cambiaron el nombre para llamarla “Villa de la Independencia”, pero pudo más la tradición quechua y el nombre de Pisco regresó en cuanto el sitio fue declarado ciudad, a fines del siglo XIX.
Así es el lugar en donde la tierra se encabritó bajo los pies de los hombres, como para quitárselos de encima. En donde miles de seres humanos sufrieron -y sufren- sin ninguna explicación posible. El lugar en donde muchas personas parecidas a nosotros necesitan nuestra ayuda. Ojalá que el gobierno que se dice «bolivariano», aunque más parece inspirado por Boves que por Bolívar, en vez de malgastar millones de dólares en alquilar voluntades y prostituir pueblos con maletines y dineros que sirven para enriquecer pillos, envíe recursos y ayuda sin alegar que el gobierno del Perú es enemigo de la revolución. Sin pretender que con el auxilio necesario sólo se beneficie a quienes se humillan ante el caudillo del nuevo imperio venezolano. Ese gasto sí que se justificaría, sí que se explicaría, y sí que merecería el apoyo sincero de todos los venezolanos que aún creemos en la democracia y queremos al país a pesar de todo.
