Opinión Nacional

Pobres ministros

Se decía que Juan Vicente Gómez era un hombre ignorante, incluso se popularizó que era analfabeta. No obstante, tuvo el cuidado de seleccionar muy bien a sus ministros, quienes en su época fueron verdaderas luminarias. Fue un régimen cruel el de Gómez, en circunstancias históricas donde Venezuela optó por sacrificar la libertad política y la democracia en aras de la paz que impuso Gómez al acabar con los caudillos y las guerras regionales permanentes. El general Gómez tuvo entre sus ministros o colaboradores a Laureano Vallenilla Lanz, José Gil Fortoul y César Zumeta, escritores insignes. Vallenilla es el autor de un libro fundamental Cesarismo Democrático, en tanto la obra magna de Gil Fortoul es Historia Constitucional de Venezuela. Uno de su ministro de Hacienda fue Román Cárdena, el creador de la hacienda pública moderna en Venezuela, mientras que Gumersindo Torres desde la cartera de Fomento ordenó la legislación petrolera y estableció una institucionalidad para vigilar el manejo de la industria petrolera. López Contreras siguió la tónica de Gómez y se rodeó de hombres brillantes y capaces para el manejo de los asuntos públicos, entre quienes destacaron Alberto Adriani como ministro de Agricultura, tal vez el primer economista profesional de Venezuela, Esteban Gil Borges, ministro de Relaciones Exteriores y padre de la diplomacia venezolana, Enrique Tejera, ministro de Sanidad y el célebre historiador Caracciolo Parra Pérez ministro de Instrucción Pública, entre otros. Ni Gómez ni López fueron demócratas como hoy se entiende ese término, pero López propició una transición hacia la democracia y ambos supieron rodearse de gente capacitada.

Rómulo Betancourt quien además de político profesional era un intelectual, igualmente seleccionó muy bien a sus ministros y colaboradores, entre ellos, Juan Pablo Pérez Alfonso, Manuel Pérez Guerrero, siendo sus ministros de Hacienda, José Antonio Mayobre, Tomás Enrique Carrillo Batalla y Andrés Germán Otero, todos ellos amplios conocedores de los asuntos fiscales. El presidente del BCV fue Alfredo Machado Gómez, economista experto en temas monetarios. Cuando se observa la hoja de vida, lo que dicen y hacen miembros del tren ministerial y en particular los del área económica durante el gobierno de Hugo Chávez, se tiene la percepción de que Venezuela ha involucionado en lo relativo al talante intelectual y al calibre técnico de los ministros. Salvo muy contadas excepciones, en los asuntos económicos Hugo Chávez se ha cercado por una especie de analfabetas funcionales para el desempeño de tan altos cargos.

Tal vez una muestra refleje adecuadamente lo que se trata de expresar a viva voz. El ministro de Salud es el coronel Jesús Mantilla, con cero especialización o formación en esa delicada rama del conocimiento. El ministro de Cultura es el médico veterinario Humberto Soto, a quien no se le conoce en el sector de las artes y la cultura. Pero es en materia de gestión de la economía donde el drama adquiere preocupante notoriedad. El ministro de Agricultura y Tierra es Elías Jagua, hombre quien llegó a ese cargo con una ignorancia supina en lo que significa el cultivo y las faenas agropecuarias. El ministro de Alimentación es el teniente coronel Félix Osorio, sin ninguna experticia en asuntos económicos, indispensables para dirigir un ente de esa naturaleza. El ministro de Industrias Ligeras y Comercio es William Contreras, de profesión desconocida y finalmente a cargo del Ministerio de la Economía Comunal está Pedro Morejón. Cuando se explora quienes son estas personas se encuentra un gran vacío porque no tienen obra, experiencia o algo parecido a una calificación mínima para dirigir los asuntos económicos de un país como Venezuela. Su única virtud es la de ser hombres incondicionales a Hugo Chávez, que dejaron archivado el criterio propio y el raciocinio para sustituirlos por la sumisión y la adulancia.

Por esa razón, entre otras, es que se aprecia semejantes disparates como la instauración del trueque como medio de intercambio, explicada con muchas dificultades por el ministro Morejón o a Jagua argumentando sobre los nuevos roles empresariales del Estado como productor agropecuario, creyendo que se trata de algo novedoso. Los ministros de Industrias Ligeras y Comercio y de Alimentación dedican todo su tiempo no a diseñar y aplicar políticas sino a luchar con un control de precios que está asfixiando la economía venezolana y que ha sido incapaz de detener la inflación, además de allanar y a hostilizar a los industriales y comerciantes. Cuando ya la experiencia mundial ha sido enfática en documentar que los controles de precios lo único que hacen es acumular la inflación porque no ataca sus causas, esos ministros insten en su aplicación. Ahora los vemos tratando de explicar porqué se autorizan aumentos de precios que antes estaban controlados y tarde se han dado cuenta de algo que todo el mundo anticipó menos ellos.

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