Opinión Nacional

Polémica del Clásico Mundial de Béisbol

La palabra escrita de alguna manera debe traducir la conversación colectiva. En particular debe servir en esta oportunidad, para formular una inquietud que va a convertirse en una avalancha en los próximos días y que será mayor en la medida en que no haya respuesta. Quiero referirme a la conformación del equipo nacional que participará en el Clásico Mundial de Béisbol. Muchos están inconformes con la selección del manager.Otros ya le endilgan a los jugadores la responsabilidad de una temprana deserción. Algunos hablan de una segunda oportunidad, pero solo para el manager, no para el equipo. Lo que quiero destacar es que hay un equipo que hay que escuchar, pero que no ha sido escuchado. Hubo unas fallas y unas diferencias en como se llevaron las cosas en el Clásico pasado que no se han conversado. No se cerró el proceso anterior con una evaluación de la derrota, evaluación dentro de la cual cabía, porque no, revisar el mecanismo gerencial del asunto. Amigos, una Selección Nacional de Béisbol en este país no es un equipo cualquiera. Y menos, si todos son figuras que ameritan ser escuchadas. Y no porque manifiesten diferencias con el criterio general deben ser señaladas por una supuesta falta de compromiso.

Hay que escuchar a los que no están de acuerdo. Es muy fácil poner en duda el patriotismo de Magglio Ordóñez , de Carlos Guillén o de Johan Santana, cuando se desconoce el profesionalismo que exhibe un pelotero cuando juega lesionado, como lo han hecho ellos en incontables ocasiones. El pelotero es el protagonista básico del equipo. Tiene una perspectiva de lo que ocurre en el terreno de juego. No es el capitán, pero es miembro de una tripulación y corresponsable de la misma. Su camiseta no pesa menos que la del manager. La gerencia del equipo debe ser colectiva. Con una representación ejecutante, pero fundamentada en el acuerdo de todos. La conformación del equipo ha debido comenzar con una mesa de evaluación técnica, amplia, diversa, llena de criterios y pareceres diferentes.Que incluyera a todos. A los gerentes. Al manager.A los peloteros. A los comunicadores sociales, a los expertos del deporte, a la liga profesional, a las autoridades deportivas del país, a la federación de beisbol. ¿Y los puntos a discutir? absolutamente todos, desde la A hasta la Z. Y muy importante: la percepción de los aficionados comunes y corrientes, a quiénes nos duele nuestra actuación como equipo porque a través de ella canalizamos la autoestima del país.

De toda esa diferencia reunida, expuesta libremente ante todos, tiene que surgir un acuerdo y tienen que aclararse las dudas, con el mayor respeto porque el amor a la Patria comienza por el respeto al compatriota que piensa diferente en una mesa. Cuando sale Venezuela al terreno, lo hacen nueve jugadores, pero detrás de ellos está un país que aprendió a querer a un deporte que aportó algo más que un bate y una pelota a la cultura popular: le dió un uniforme a su idiosincrasia, una divisa para luchar y lo más importante de todo, una oportunidad de ganar, una expresión cabal de la victoria: el primer deporte colectivo en el cual hemos sido campeones mundiales como ocurrió en 1941.

Por eso vale la pena ponerse de acuerdo. Venezuela le pide a sus deportistas emblemáticos que se pongan de acuerdo.Que dejen atrás las diferencias pero que aumenten el respeto entre sí. Si el manager tiene que pedirle disculpas al pelotero, que lo haga. Su liderazgo depende de ello. De reconocer los errores. El éxito del manager no existe sin el éxito del pelotero. El pelotero requiere respuestas y respeto a su trabajo.Eso es lo que pide. La gerencia, el manager, los patrocinantes, todos deben respeto al pelotero.El respeto al pelotero es el respeto al país.Deben escuchar sus planteamientos, hacer los correctivos y proceder en consecuencia. Sin amiguismos ni compadrazgos, porque Venezuela merece el mismo respeto que el manager y que el pelotero piden para sí. Que no se dude del espíritu combativo y del patriotismo de Magglio, de Santana y de Guillén. Que no se dude de la integridad de Sojo. Pero uno y otro deben ser vencedores en esta hora. Deponer las actitudes individuales, superar el orgullo y el ego, enmendar lo que haya estado mal y jugar por el éxito del país unido.Porque no cabe una Venezuela sin el Coro de Magglio, el Petare de Sojo, el Maracay de Guillén o la Mérida de Johan. Pero tampoco sin el Maracaibo de Aparicio, el Ocumare de Concepción y el Chapellín de Galárraga. Ningún venezolano debe sentirse excluido de la selección, porque todos formamos parte de la patria y de la geografía que la integra. Sí, hay que darle una segunda oportunidad, pero a toda Venezuela.

Si la historia nos sirve de algo, allí está el ejemplo de Abelardo Raidi. Él fue el delegado de Venezuela en 1940. Venezuela no ganó el Mundial Amateur ese año. Pero Abelardo aprendió de la derrota. Buscó a los peloteros que hacían falta para ganar, sin escatimar en medios para obtenerlos, hasta sacándolos de un cine si era preciso. Y se fue a la cabeza del equipo en 1941. Y con su estrategia de mesa casada con la estrategia del terreno, Venezuela ganó el Mundial Amateur de 1941. Del aprendizaje de las lecciones de las derrotas nacen las verdaderas victorias.

¿Dónde esta nuestro “delegado” de hoy, el Abelardo que necesitamos en esta hora de diferencias encontradas? ¿Dónde está el hombre de beisbol que sea el gerente general del equipo que no excluya a nadie y que integre a todos? Si usted lo conoce, no lo esconda, promuévalo. Necesitamos que aparezca.

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