Opinión Nacional

Ponchao con bombita

Fue Rafael Poleo, ahora en el exilio, el autor de esa sabia conseja según la cual en Venezuela no hay buenos o malos gobiernos sino gobiernos con altos o bajos precios del petróleo. Para una economía petrolera como la nuestra, el paradigma de Poleo lucía razonable hasta que el señor Chávez demostró ser la crasa excepción.

¿Por qué? Sencillamente porque después de haber recibido y despachado mil veces mil millones de dólares en ingresos fiscales, gran parte del país está de acuerdo con la aseveración del Dr. Maza Zavala de que Chávez ha sido el peor presidente que ha tenido Venezuela.

No hay excusa posible ni creíble para justificar la caótica realidad nacional luego de semejante abundancia de petro-dólares, y mucho menos en la actualidad cuando el precio del barril criollo se cotiza en más de 70 dólares.

De allí la fuerza que ha cobrado esa consigna silvestre que los estudiantes carabobeños desplegaron en vistosas pancartas en el estadio José Bernardo Pérez de Valencia: «tas ponchao»…. Consigna potenciada, además, por la arremetida brutal de algunos efectivos dela Guardia Nacional en contra de los jóvenes que sólo ejercían su derecho constitucional a la libre expresión del pensamiento.

Por donde se mire, el cúmulo de evidencias convalida el «tas ponchao». Racionamiento de luz eléctrica, amén de los apagones; racionamiento de agua potable, gas y otros combustibles; devaluación e inflación reacia a los controles estatales, represión económica encima de la recesión productiva, aumento vertiginoso de la violencia criminal, desmejoramiento de los servicios públicos, entre otras calamidades.

Y por si todo eso fuera poco, intensas campañas de propaganda para hacer creer a la población que las causas de semejante desbarajuste no tienen nada que ver con el desempeño oficial sino con razones esotéricas, climáticas y hasta imperialistas.

El ponchao del señor Chávez es obra de sus propias acciones y omisiones a lo largo de 11 años. Y ponchao con bombita, porque ha malbaratado la oportunidad más brillante que ha tenido el país en décadas. Despilfarró los caudales del boom petrolero, y no contento con agravar los males históricos de la sociedad venezolana, generó un prolijo inventario de nuevos males que son consecuencia exclusiva de la llamada «revolución bolivarista».

Y encima se niega a rendir cuentas, insiste en echarle la culpa a los demás, y ordena maquillar las estadísticas oficiales para tratar de manipular a la opinión pública y taparear los desmanes de la gobernanza rojilla. Tal parece que ahora le costaría mucho más salirse con la suya.

Una década y pico en el poder son suficiente tiempo para demostrar si hay o no capacidad para gobernar afirmativamente, y como los hechos son tercos –al decir de Lenin, la panorámica venezolana está repleta de crecientes dificultades que día a día empeoran por esa mezcla de dolo y negligencia en el proceder «revolucionario».

Sí, es verdad: «tas ponchao», pero Venezuela no sólo necesita otro lanzador, sino otro equipo y mejor aún, otro juego. Uno de gran alcance y competencia para sacar de abajo a la nación y colocarla en el sitial que se merece.

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