Opinión Nacional

Por donde salta la liebre

¡Lo engañaron! ¡Le mintieron! ¡Qué susto madre le han dado! ¡Cómo le tiemblan las piernas! ¡Cómo hubiera querido no intentar lucirse con su nuevo padre! Le juraron que nadie iba a defender a esos burguesitos que se maquillan y hablan bonito. Le habían jurado que los jóvenes no sirven. Que viven sólo para las discotecas y los bonches, para las fiestecitas idiotas y las frivolidades. Y que en los cerros nadie le disputa su supremacía. Que lo tienen por dios y son capaces de morir por él, por lo que él diga, por lo que él ordene. ¡Ordene usted, comandante! ¡Patria socialismo o muerte! Que bastaba con una mirada suya, con un gesto, para que hombres, mujeres y niños se lanzaran al abismo, al fuego, a morir por su causa, a inmolarse gritando entre lágrimas de gozo su nombre inmortal. Pero el 28 de mayo. ¡Qué susto! ¡Qué rabia! Salieron los estudiantes. Los artistas y los estudiantes. Salieron a luchar. Y no bajaron los cerros. Apenas unos pocos comprometidos, y otros que cuidan lo suyo. Lo suyo se lo dejan en la olla. Es el principio del fin. Quién lo hubiera dicho. Como Bolívar. El fin, en fin. Como Bolívar. El 28. Otra vez el 28. El 28.

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