Opinión Nacional

Por mal camino seguimos y con malos ejemplos nos guiamos

No crean que había decido callarme, ni haber aceptado un cambur en el gobierno que comprometiera mi parecer como ciudadano, ni estar cabizbajo por considerar lamentablemente que nuestro pueblo pensante, y realmente pueblo pujante, aparentemente no le pone atención a la gravedad de lo que venimos viviendo y que de una u otra forma muchos venimos denunciando.

Simplemente estaba fuera del país en parte con compromisos académicos y en parte, para no estresarme mas con lo que tenemos que vivir en el nuestro, es preciso de cuando en cuando darnos cuenta que hay cosas mucho mejores, países mas serios, políticos reales, hombres de talla y no bastardos dicharacheros, inconscientes de su papel como representantes supremos de un Estado y no irresponsables que dicen, disponen y desbarran del país, aun sin autoridad para ello ni con un mínimo de prudencia y sensatez.

También es cierto que en mi periplo me impuse de locos y locuras como las del mexicano aquél, y del gran problema que atraviesan los “meros machos mexicanos”, los que a cada paso se siguen agravando. Me imaginaba que las cosas iban a concluir al estilo mexicano antiguo, a los meros balazos de los unos con los otros.

Pero México también anda como Venezuela. Se extinguieron los machos y ahora se generó una sociedad de tolerantes y mal llamados políticos prudentes. Eso sí, la gran diferencia con nosotros es el vecino que tienen al norte, que gústele o no a nuestro insólito Jefe de Estado, resulta muy bueno y extremadamente conveniente, e inclusive, mientras mas terco y poco agraciado por inteligencia sea su mandatario, pues mejor para el vecindario.

A mi llegada encontré a un país peor, y más convulsionado, por ejemplo en torno a inseguridad, ahora no es solo el pueblo quien anda acontecido y convencido de su grave crisis.

Ahora también son las autoridades, a su nivel de quienes deben enfrentar seguridad urbana, quienes lo reconocen y admiten.

En días pasados, en plena Sabana Grande, mientras esperaba poder circular atravesando el otrora boulevard peatonal, hoy zona de tolerancia criminógena y burdo chiquero, que recuerda los mas primitivos pueblos del mundo, me abordó un agente del orden público, de paso muy decente y educado, para pedirme cerrara el escaso margen de una cuarta del vidrio delantero, so pena de arriesgarme a perder el reloj, los lentes y hasta el celular que cargaba guindando en el cuello.

Si esas son las actitudes de la autoridad imaginemos que no piensan los amigos de lo ajeno y los delincuentes ordinarios.

De lo trascendente para unos o intrascendente para otros en torno a visitas y visitantes, no tengo mas remedio, que hacer referencia al horror con el cual hemos oído expresiones del señor Chávez en torno a conveniencia y pertinencia de relaciones y convenios donde quien pone el trompo y la cabuya es nuestro país, y tenemos gran confusión, en tanto por cuales rumbos seguiremos, si por los precios de nuestro Dios cristiano o en los intolerantes de Ala y sus seguidores.

Lo triste es que uno no tiene siquiera ante quien quejarse, los organismos legislativos y ahora mal llamados defensores del pueblo, son in operativos o totalmente complacientes con los dislates del gobierno.

Aclaro ante mis conciudadanos y también los habitantes del resto del mundo que nos rodea, pero muy especialmente los representados en la reciente cumbre de la ONU, que ni he autorizado al señor Chávez, ni nuestras leyes lo autorizan para desbarrar ante ese ni ningún otro organismo internacional contra otros pueblos del orbe, ni contra sus dirigentes, y menos aún para expresarse en la burda forma en que lo hizo, acompañando su perica de palabras, frases y epítetos, como lo del olor a azufre en el lugar, ni la presencia del demonio rondando en el ambiente, ni sus particulares opiniones sobre el como y el cuando opera Naciones Unidas.

Lo que dijo, lo que hizo y lo que piensa, es producto de su sola y personal responsabilidad e incuria. Ni nuestra Constitución, ni nuestro Pueblo, aún cuando él lo reivindica todo para sí, piensan, actúan o se desenvuelven dentro de ese montón de ideas vacías, pueblerinas y vulgares.

Es pertinente recordar igualmente que quien a hierro mata, a hierro muere, y así como irrespetuosamente se aprovecha de la cortesía de que le reciban en un país del cual reniega de su gobierno, y donde no debería lanzar peroratas sobre estilo ni formas de Estado, no imagine entonces que los representantes diplomáticos de ese mismo país, en forma más sensata y dentro del nuestro, no acudan a prestar apoyo y ayudas a nuestro pueblo, sin insultar ni estigmatizar a su gobierno, ni pretenda prohibirle ese peregrinaje ni tildarlo de intromisión en asuntos internos del país.

Finalmente, si de alguna manera se repone el orden institucional en este hoy despavorido país, como parece puede preverse a corto o mediano plazo, prepárense todos esos pueblos a quienes se ha ofrecido y han recibido bienes, prebendas y riquezas venezolanas, sin el cumplimiento de los trámites legales, y sin tomar en cuenta el burdo delito que ello constituye, pues estarán obligados a devolverlos a nuestro pueblo, ello ha ocurrido así por el gesto arbitrario hasta lo inaudito de ese señor que hoy pretende estar representándonos a su discreción y antojo, que no por mandato de las normas vigentes, ni con la anuencia de un país preterido, necesitado y burlado.

Si a quien tanto endilgan quienes están con la causa de gobierno, de corrupto y deshonesto por haber dispuesto de una ayuda oficial (autorizada inclusive por el Congreso de entonces, al menos compuesto por gobierneros y disidentes), para la buena causa de apoyar la democracia en un país hermano, que podrán decir para justificar a quien despilfarrando lo ajeno sin base constitucional alguna, ha dispendiado nuestras riquezas y dispuesto del presupuesto nacional.

Juan Pueblo tendrá la palabra en su momento y ciertamente juzgará y castigará a quien tan fatal y cotidianamente lo viene afrentando.

Carp Atalaya/1010
38s0906

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