¿Por qué ganó?
Todo empeoró con la odiosa y discriminatoria división de clases de la Colonia. El 20% de los blancos dominaba al 80% de los pardos, indios y negros. Estas “clases inferiores” no tenían acceso a las órdenes religiosas, universidades, empleos públicos o cargos militares de carrera. Al mestizo se le consideraba “étnica y moralmente degenerado”. La ignorancia se convirtió en su cultura, la pobreza y la penuria en su verdugo, y l pobre aceptó su condición como un hecho natural sobre cuya injusticia no entraba a razonar.
Esta clase maltratada y rural, se mantuvo silente durante siglos hasta que la aparición del petróleo provocó su éxodo masivo del campo hacia la entonces apacible ciudad para perturbar a los acomodados citadinos. Fue allí cuando la parte oculta del iceberg se hizo presente.
Y de repente llegó un pardo a la presidencia. Hablaba y se comportaba campechanamente como ellos y quien por primera vez los puso a figurar y les dio poder, no sólo en teoría, sino en la práctica a través de misiones, vivienda, comunas, invasiones, expropiaciones y hasta artefactos del hogar. El número de casas que posee microondas se triplicó, DVD se septuplicó, aire acondicionado se cuadruplicó y otros beneficios sociales que aunque no los sacan de abajo aportan votos a granel. Por eso ganó.
Esta clase no vincula al innombrable con la delincuencia, corrupción o desastrosa administración y no le importa si el país se viene abajo. Alguien dijo que populismo paga hasta que quiebra, y por ahora está pagando. Pero continuar con el juego del fraude y la abstención, es no solamente absurdo sino suicida. Hay que ser más racional y menos emotivo. Seguir con la educación del pueblo y el rescate de las gobernaciones que es un escenario completamente diferente a las presidenciales. Que oiga quien tiene oídos…
