Opinión Nacional

¿Por qué la popularidad no se le pudre?

A Chávez se le pudre la comida, pero no se le pudre la popularidad. ¿Por qué, por qué, por qué, Santo Cristo?, se preguntan desesperados los opositores. Estos contenedores de alimentos descompuestos deberían hundirlo, pero, según unas encuestas muy frescas, al hombre nada que le llega su fecha de vencimiento.

Las que se pudren -o, más bien, se pasman- son las grandes campañas político-mediáticas diseñadas para tratar de capitalizar los errores, las ineptitudes, las corrupciones, las asquerosidades del rrrrégimen. Apenas se descubre un poco de carroña, dirigentes políticos y figuras de opinión pública se abalanzan como zamuros. Saben que temas como el de los alimentos que se pierden mientras mucha gente tiene el estómago pegado al espinazo son los ideales para alcanzar la meta de arrancar al comandante de la querencia popular, cuestión básica para echarlo del poder sin riesgos de treces de abriles.

¿Por qué se ponen rancias las denuncias contra el Gobierno mientras la aceptación del líder sigue -si hemos de creer en encuestas recién salidas del horno- en niveles comparativamente estratosféricos? Los opositores, sus periodistas y asesores, deberían tratar de resolver este enigma, manteniendo -eso sí- sus cerebros debidamente refrigerados para que no se les fermenten las neuronas.

Nadie me los está pidiendo, pero aporto dos elementos para el análisis. El primero de ellos es que, a pesar de lo impactante que resultan los cadáveres de pollo en avanzado estado de descomposición (diría un reportero policial clásico); a pesar de la indignación que produce el saber que se pierde la vitualla mientras muchos niños se acuestan sin cenar; a pesar de esos y otros ascos, digo, una buena porción del público sigue valorando positivamente los programas de distribución de alimentos iniciados luego de paro empresarial de fines 2002 y comienzos de 2003. Una buena parte de las personas que compran en Mercal y en Pdval reconocen que no ha sido pequeño el esfuerzo hecho para abastecer, incluso cuando otros factores de la sociedad -muy vinculados a la oposición, por cierto- se han desvivido por desabastecer.

El segundo elemento puede no ser más que una rancia convicción personal, pero ahí va: un alto porcentaje del pueblo venezolano no cree ahora -y sospecho que en el futuro lo creerá menos- que los dirigentes políticos y mediáticos de la oposición estén genuinamente preocupados por la salud y la seguridad alimentaria de los pobres. Muerda aquí.

La mayoría -en mi cochambrosa opinión- sabe que bajo otro rrrrégimen político-económicos no habrá contenedores putrefactos porque tampoco habrá mercales ni pedevales. Usted verá cómo se compra su pata’e pollo.

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