Opinión Nacional

Por un gobierno de transición

Un grupo multidisciplinario de destacados investigadores de la Universidad Católica Andrés Bello, entre los cuales Luis Pedro España y Gustavo García, acaba de entregar a la comunidad un importante aporte científico orientado al diseño de políticas públicas que atiendan los gravísimos problemas sociales que heredará el país luego de esta verdadera hecatombe dejada por el chavismo. Problemas cruciales que ensombrecen las ingentes tareas que enfrentará cualquier gobierno de transición que se haga cargo de la Venezuela legada por el desastre, tales como los del desempleo, la pobreza extrema, el implacable desmantelamiento de todo el tejido de asistencia social montado cuidadosamente durante cuarenta años ˆ desde hogares de cuidado diario hasta importantes subsidios alimenticios y educacionales – así como la necesidad imperiosa de atender con respuestas rápidas y eficientes a los más graves males nacionales, encuentran en dicho documento respuestas sensatas y factibles de ser implementadas por cualquier futuro gobierno, no importa su signo y su condición. Sería de vital importancia favorecer la difusión de las ideas y soluciones allí expresadas, para que cada ciudadano estuviera suficientemente preparado para encarar nuestro futuro con armas aportadas por la inteligencia, la especialización y la cultura. Capacitar ciudadanos: ésta es la primera gran tarea del futuro gobierno. Contar con el respaldo consciente y preparado de dichos ciudadanos emancipados, esa será la necesidad imperiosa de ese mismo gobierno. Pues sin una ciudadanía activa, conciente y solidaria no saldremos de este pantano.

Se quejan, y no exentos de razón, quienes desconfían de la oposición venezolana en tanto no presente un proyecto de nación y un grupo de notables ciudadanos capaces de llevarlo a la práctica inmediata. En una carta abierta a Tomás Eloy Martínez pedíamos indulgencia a la hora de ser juzgados por la comunidad internacional. Pero es cierto: luego de un año de arduas luchas opositoras y al cabo de una unidad activa y combatiente que nos llena de orgullo, bien podría la oposición adelantar un programa político global que atienda a los factores claves para volver a dinamizar la economía ˆ hoy en un estado de lamentable postración -, atender de manera prioritaria al desempleo crónico de nuestra sociedad más desvalida y adelantar programas sociales de reinserción en la cultura y la economía nacional a vastísimos sectores marginados de toda benéfica atención pública. No se trata de que la oposición carezca de ideas, programas y hombres. Se trata de darlos a conocer a la opinión pública mundial y establecer parámetros alternativos y creíbles a la barbarie imperante.

El programa de acción social dado a conocer por los investigadores de la UCAB es el primer paso en la correcta dirección de ilustrar a la comunidad nacional e internacional acerca de nuestro proyecto de nación. Ese paso, que debe ser complementado con indicaciones globales y precisas que muestren nuestro proyecto para una Venezuela justa, próspera y democrática, debe ir complementado desde ahora mismo con el perfil de nuestros futuros conductores. Algunos medios internacionales ya han comenzado a barajar nombres de posibles „presidenciables‰ para una etapa de transición. Ello es útil y bueno. Insisten en las cualidades que deberían caracterizarlo: culto, tolerante, capaz de concitar las más disímiles y contrapuestas voluntades y aparecer ante el mundo antes como estadista que como agitador: la antípoda al talante camorrero y pugnaz de quien hoy nos desgobierna. A quien ha promovido el odio debe suceder alguien capaz de recomponer la unidad de la nación. A quien se ha hecho portavoz de criminales parcialidades debe suceder alguien capaz de convocar todas las voluntades, incluso la de aquellos que hoy insisten en guarecerse tras la voluntad desquiciadora del peor gobernante de nuestra historia.

Hay suficientes capacidades nacionales preparadas para suscitar la voluntad mayoritaria de nuestro pueblo y encaminarlo por la senda de la reconciliación y el progreso. Nuestros representantes en la mesa de negociación y acuerdo constituyen un claro ejemplo de lo que podría ser nuestro futuro gobierno de transición: hay entre ellos hombres ecuánimes, justos, cultos y capaces de conducir nuestros destinos con ponderación y acierto. Están libres, además, de cualquier sospecha: son un ejemplo de correcto comportamiento y generosidad política.

Ha llegado la hora de unirse tras un equipo de gobierno que le de forma y materia a nuestras esperanzas. Constituirlo y presentarlo al país y al mundo puede ser de enorme utilidad para vencer suspicacias y ganar respaldos: lo exige el país y lo reclaman quienes desde fuera nos observan. Incluso desde los más importantes centros mundiales de poder, donde sólo nos tomarán realmente en serio cuando les presentemos un proyecto claro, realizable y seguro de nación. No posterguemos para mañana, lo que estamos obligados a hacer hoy.

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