Opinión Nacional

Protestas en Venezuela

Traducción libre por Carlos Armando Figueredo

Detengan la espiral

Los ecos están rebotando: división, un gobierno que combina un mandato democrático con bandidaje, y una oposición que cada vez se radicaliza más. Los paralelos entre Venezuela y Ucrania no son exactos: las fracturas en Venezuela se basan en gran parte en clase y las de Ucrania parcialmente en geografía. Pero ambos están atrapados en una espiral de protesta y respuesta violenta.

Años de mala administración de la economía rica en petróleo, primero por parte de Hugo Chávez y últimamente por Nicolás Maduro, su sucesor, cosecha lo sembrado El país cuenta con las más alta reservas de petróleo del mundo, pero se infunde temor alejando la inversión requerida para explotarlas. Gran parte de sus ingresos petroleros han sido succionados por la corrupción. O se han dirigido hacia programas sociales insostenibles y subsidios a los aliados, especialmente a Cuba. El sector privado es tratado como una fuerza hostil. Los bines de primera necesidad, desde el aceite de cocina hasta el papel higiénico son escasos. Añada la delincuencia desenfrenada, y no es de extrañarse que el país se vea atrapado por las mayores protestas en una década.

El Sr. Maduro obtuvo una (estrechísima) mayoría el año pasado, y a pesar de que el resultado estuvo manchado de sospechas de fraude, las recientes elecciones locales muestran que la mitad de la población —mayoritariamente la gente más pobre— sigue apoyando al chavismo. Pero la democracia no concluye en las urnas electorales. Maduro, un antiguo chofer de autobús, subió en los rangos al ofrecerle lealtad incondicional a Chávez, ganó las elecciones invocando al fantasma del comandante (alegando una vez que había sido visitado por el fallecido presidente bajo la forma de un pájaro). Careciendo  del carisma de su mentor, luce incapaz de oponer resistencia a sus copartidarios de línea dura, cuya única respuesta a la disidencia es la represión. La respuesta del gobierno a las protestas ha seguido un guión totalitario: activistas armados en las calles cierre de los medios y la detención de Leopoldo López, una figura de la oposición, bajo cargos falsos. La represión provocará más protestas y más violencia y más daño a la economía.

El salo de muertes ya alcanza a 13. Para que no crezca dramáticamente, todos deben retroceder. La oposición —apoyada por quienes están en mejores condiciones y por los profesionales  en Venezuela— tiene razón al pedir la libertad del Sr, López y de otros prisioneros políticos, y en que las torturas sean investigadas por los cuerpos de seguridad y el desarme de las milicia pro-gubernamentales conocidas como colectivos. Pero los ruidosos líderes de oposición que han bloqueado las calles deberían quitar las barricadas y en su lugar segur a Henrique Capriles, el líder de los moderados, que llama a que las protestas sigan siendo pacíficas. La oposición tiene una responsabilidad de mantener las calles en calma.

Los gobiernos latinoamericanos también tienen obligaciones. La mayor parte de la región no ha criticado a Maduro desde que comenzaron las protestas a principios de febrero; Brasil, el peso pesado regional se ha caracterizado por su mudez. La simpatía izquierdista hacia el chavismo es una cosa. Permitir que Venezuela se convierta en otra Cuba, sin ninguna expresión de queja, sería una burla a los alegatos de que América latina es un continente democrático.

La revolución se destruirá ella misma

Sin embargo, el hombre que puede hacer más para romper el espiral de violencia se halla en Miraflores, el palacio presidencial en Caracas. El Sr, Maduro debe darse cuenta de que su estrategia de dividir a Venezuela tan sólo profundizará su miseria. Si quiere evitar el caos, en su lugar debe unificar al país.

El gobierno perderá sus pretensiones de legitimidad democrática si no saca de las calles a las bandas armadas si no permite que los medios informen lo que está pasando, si no libera al Sr. López y no dialoga con el Sr. Capriles. También le hace falta cambiar el rumbo económico. Una revolución que una vez fue energizada por el petróleo ya está moviéndose con humos; si lo estantes se vacían aún más, incluso los pobres retirarán su apoyo. El tiempo se agota para el Sr. Maduro —y para Venezuela también.

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