Opinión Nacional

¿Qué hacer?

El país luce desconcertado. El gobierno parece estar quitándose la careta de legalidad con que ha encubierto durante todos estos años sus auténticos propósitos autocráticos, iniciando una escalada de violencia y atropellos que quisiera presagiar un zarpazo final a las libertades democráticas. Engolosinado por las ruinas de (%=Link(«http://www.pdvsa.com.ve»,»PDVSA»)%) que ya considera conquistado botín de guerra y el despliegue brutal de su radicalización, cree posible tensar aún más la cuerda y romper definitivamente el débil hilo que lo ata a ciertos compromisos políticos y jurídicos. Chávez cree ya abierto el camino hacia la instauración de su autocracia. Y se apresta a dar el brinco al abismo de su dictadura, con la que sueña desde que se iniciara en la conspiración militar golpista.

No pueden ser comprendidos de otra manera los hechos que se han sucedido durante estos últimos días, algunos de ellos extraordinarios y hasta rocambolescos. Una avioneta con guardias nacionales y civiles armados se ve obligada a aterrizar en Cúcuta, sin explicaciones convincentes. Un venezolano de origen árabe es sorprendido en Londres, aparentemente de escala a Malasia, con una granada en su maletín de mano. Hasta hoy las autoridades aeroportuarias venezolanas no han podido explicar si el sistema de seguridad fracasó o hubo complicidad interna para permitirle a un ciudadano provisto de una granada traspasar todas las barreras de seguridad. En cualesquiera de ambos casos, un asunto de extraordinaria gravedad que parece no afectar al capitán Vielma Mora, a cargo de esa dependencia. Ni al presidente de la república, que ha debido suspender un viaje en esa misma fecha y con el mismo destino. Tres soldados de las distintas ramas de nuestras fuerzas armadas y probablemente dos mujeres civiles son secuestradas, salvajemente torturadas y asesinadas. Con el agravante de tratarse de tres funcionarios uniformados disidentes y testigos claves en el atentado terrorista y los asesinatos de manifestantes, cometido por un ciudadano aparentemente fotografiado el día anterior en las cercanías de un alto elemento del régimen.

Y como colofón de esta seguidilla de sucesos extraordinarios que podrían afectar gravemente la legitimidad y credibilidad del régimen, se dicta auto de detención contra los dos principales líderes de la oposición. Y se detiene de manera aparentemente ajena a toda norma de derecho al ciudadano Carlos Fernández, cuyo destino permanece en el misterio durante muchísimas horas, causando zozobra y angustia en la comunidad nacional e internacional: se trata nada más y nada menos que del presidente de la principal organización empresarial del país. Ello sucede entre burlas y chanzas del propio presidente, quien se refiere al hecho señalando que „a la media noche fui informado de la orden de captura emitida por un juez, y dije ‘procedan’. Luego me acosté a dormir con una sonrisa. A la 1:00 a.m. mandé a pedir un dulce de lechoza que me mandó mi mamá, estaba probando el dulce». Para terminar el fiscal general, que más que funcionario del Estado pareciera obsecuente y servil asistente legal del presidente, dándole envoltorio legal al despropósito.

La situación es tan compleja y delicada, que el país se pregunta desconcertado ¿qué hacer? Si una declaración de no violencia acaba de ser firmada por la oposición y el gobierno, ¿es legítimo alterar radicalmente esas conversaciones deteniendo al jefe de esa misma oposición y obligando al otro jefe de esa oposición, el presidente de la sindical Carlos Ortega, a la clandestinidad?

La inmensa mayoría nacional que insiste en encontrar una salida democrática y electoral a la espantosa crisis en que este gobierno nos ha sumido acaba de dar una prueba incontestable de civismo y unidad, realizando el acto electoral más importante de nuestra historia democrática. El gobierno se sabe perdido si respeta la constitución y las leyes. Hará lo imposible por empujarnos a la desesperación y la violencia, para encontrar la justificación a un estado de excepción y terminar de enmascarar constitucionalmente su dictadura legal.

No debemos caer en su trampa. Debemos fortalecer nuestra única organización, la Coordinadora Democrática, exigiendo una férrea e indestructible unidad entre sus miembros. Debemos exigirle a nuestro liderazgo deponer cualquier espuria ambición de poder personal y postergar legítimas aspiraciones para un momento más oportuno. Debemos denunciar los abusos y desmanes dictatoriales del régimen ante los organismos internacionales y los gobiernos y partidos amigos. Estamos a punto de ser consumidos por la ambición autocrática de un caudillo y caer en las llamas de su inconcebible ambición. Sólo la unidad y el propósito unívoco e irreemplazable de sacarlo del Poder, podrán permitir abrir los espacios democráticos y facilitar salidas electorales.

Por ahora: a unirnos, a fortalecer la Coordinadora Democrática, a respaldar a nuestra Comisión Negociadora, a exigirle a nuestros lideres unir todos sus esfuerzos y a no desmayar, permaneciendo en las calles de nuestros pueblos y ciudades. La lucha será larga. Pueda que sea cruenta. Pero si nos mantenemos férreamente unidos y lejos de las tentaciones de violencia que nos tiende el gobierno o de divisionismos estériles que nos acechan a nosotros mismos, concluiremos nuestras luchas saliendo de esta pesadilla y conquistando el futuro.

Ni un paso atrás. El presente es de lucha: el futuro es nuestro.

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