¿Qué podemos hacer en 2014?
El Gobierno de Maduro no tiene como postergar más el enfrentar graves desajustes económicos, resultados de excesos acumulados por años en lo fiscal, petrolero, monetario y de un vicioso manejo del mercado cambiario. La inflación subirá, la capacidad de consumo caerá, la actividad productiva pública y privada, incluyendo la petrolera, serán asfixiadas aún más por problemas conocidos sin atender.
¿Qué se puede hacer? La población afectada, unos 30 millones de habitantes, sólo puede protestar y presionar para que el Gobierno actúe ante las nefastas consecuencias; pero con el mal record en conducción económica, a pocos puede sorprender la cobarde excusa de hablar de inflación “inducida” por la supuesta guerra económica de opositores. Quiere decir que no reconocerán los errores y no rectificarán a fondo. Buscarán otros “culpables”. Esto ocurre en una democracia disfuncional dónde se intenta mentir, en forma obscena, ante el mundo entero.
Los economistas cumpliremos con nuestra tarea pública de analizar y señalar caminos. La política chavista, sin embargo, atiende sólo a su supervivencia, sin ningún escrúpulo, ni consideración racional o afectiva sobre lo que le ocurra a Venezuela. La oposición puede y debe dar una explicación coherente a nivel nacional, regional y local, de lo que está sucediendo, pues la gente sabe del problema económico grave, pero no sabe si se resuelve pronto, tarde, o si es imposible bajo este Gobierno.
Se requiere de una narración de contenido político, económico, social y petrolero, de alta credibilidad, de cómo se labró este desastroso camino de decadencia socioeconómica. No obstante, la oposición política enfrenta obstáculos, los cuales resumo: 1) La presunta necesidad de una ideología común (MUD), para actuar bajo una sola posición frente a un gigantesco descalabro. No debería ser así, en el siglo XXI hay fuertes consensos en el qué y el cómo; 2) Una tradición política, que dado el petróleo, se distanció de la economía y cometió grandes errores que llevaron al empobrecimiento y el colapso de los partidos tradicionales; 3) El llamado cálculo político/electoral, que hace que lo correcto, la narración amplia y sincera, no sea conveniente, mientras se espera que los errores hundan al Gobierno. Prefiero la política de convicciones y creo que Venezuela la necesita.