Opinión Nacional

¿Qué se puede esperar de las elecciones presidenciales?

The spirit of democracy is not

 a mechanical thing to be adjusted

 by abolition of forms.

It requires change of heart.
Mohandas Gandhi

 

No se puede esperar que las elecciones traigan consigo todas las soluciones a los problemas del país, porque son una institución que por sí sola no constituye una democracia. Es una preocupación simplista –aunque importante por su inmediatez- la de garantizar unas elecciones “justas y transparentes” cuando se tiene una falta de principios e instituciones. Las elecciones son una institución de la democracia, pero son sólo un componente de muchos que deben garantizarse para producir el fin buscado por ella: la libertad.

Las elecciones son un mecanismo que busca ubicar el poder político, a través del voto particular de cada ciudadano y tomado en igual valor a cada uno de ellos, en unos funcionarios elegidos por un mecanismo cuantitativo determinado –sea mayoría simple, calificada, etc – para reducir las diferencias que emanan del poder que reside en la sociedad como una unidad. Son un mecanismo para la distribución y reducción del poder. Esta afirmación es cierta en sociedades abiertas, donde todos los individuos tienen el acceso para crear, modificar, cambiar y cuestionar el poder político que les rige, es decir, cuando se entiende que democráticamente pueden controlar el gobierno.

En una sociedad abierta, se entiende que existen instituciones que constituyen los límites de las actuaciones del poder, así también como las guías de la actuación de la sociedad en su parte interna, o -lo que es lo mismo- los individuos en sociedad guían sus acciones por medio de los principios que se entienden universalmente aceptados. Ello lleva a un estado de certidumbre y de expectativa racional. Cada individuo puede esperar una acción coherente y ajustada a sus motivos por parte del otro, por lo que existe confianza y certidumbre en la sociedad. Por supuesto, hay individuos que aunque viviendo en una sociedad abierta todavía se guían por la irracionalidad y la violencia. Por ello, existe el Estado como garante del orden público

 

Es evidente que Venezuela no cumple con la lógica argumentativa expuesta en el párrafo anterior. No somos una sociedad abierta por las siguientes razones: 1) El poder político esta constituido por un núcleo cerrado y centralizado sujeto a una figura de liderazgo incuestionable, ergo, no hay acceso a la estructura de poder. 2) La sociedad tiene poca capacidad de control sobre el poder político centralizado en el gobierno. 3) Carencia de principios universalmente aceptados que produzcan la sensación de confianza y certidumbre. Por el contrario, la expectativa de desconfianza es alta y predomina el egoísmo irracional. 4) La violencia –lo que se traduce en primitivismo- es el código de conducta usual, por lo que la necesidad de supervivencia de cada individuo se traduce en una lucha de poder contra la posible amenaza que representa el otro.

Siendo entonces una sociedad cerrada y primitiva –según los términos expuestos-, es pertinente la siguiente pregunta: ¿Qué se puede esperar de las elecciones presidenciales? Esta pregunta es indiferente al resultado de ellas, por lo que la respuesta va dirigida hacia la expectativa como venezolanos –tomando en cuenta la identidad político-cultural que entraña el término- y no hacia cualquier plan político.

La respuesta es la siguiente: la historia que no sorprende a nadie. Es la tendencia que se cree una disociación entre la expresión de la sociedad venezolana en el voto con la realidad que construye el Estado. El Estado venezolano se ha especializado en ser un creador de realidades, es decir, no es la sociedad la que modifica, mediante el control que puede provenir de ella, el poder político, sino es el poder político el que ha modificado a la sociedad venezolana. Si bien este es un punto que se presta a debate, se puede decir que para un socialista esto no representa un problema, porque entiende que el Estado es el que posee el monopolio de la información y por eso puede tomar la mejor acción posible para la sociedad.

No obstante, desde un punto de vista democrático, esto es un problema, porque se ha comprobado que el Estado es incapaz de tomar siempre la mejor acción posible para la sociedad. De hecho, el Estado venezolano se ha especializado en equivocarse reiteradamente cada vez que mueve su poderoso dedo intervencionista para dar lo mejor posible a la sociedad.

Por lo que el  problema real no es de si las elecciones garantizan el inexistente “proceso democrático” o no. El problema real es como los venezolanos concebimos al Estado. Un programa opositor de gobierno que hipotéticamente gane las próximas elecciones repetirá la historia de repetidos fracasos si no logra remover de la sociedad venezolana  su condición de sociedad primitiva, para otorgarle su condición de sociedad abierta. Así como si no logra extinguir esa actitud de servidumbre que posee el venezolano ante el Estado. Se debe ser consciente de que el Estado no es omnipresente ni omnipotente, por lo que es el individuo el que posee la información necesaria para tomar la mejor acción posible. Las elecciones no garantizan que esto pase, de hecho, pueden ser sólo una costumbre adquirida o una excusa de legitimación para transferir las culpas en los representantes elegidos.

Entonces, nuevamente, ¿Qué se puede esperar de las elecciones presidenciales? Nada, si la sociedad venezolana no empieza a cambiar por sí misma. No es necesario postergar la decisión de cambio para una fecha determinada donde la culpa se transfiere apretando una pantalla, sino en la vida política, aquella donde se es consciente que la sociedad es un actor político de peso. Las instituciones y las organizaciones que le hacen falta al país para ser una sociedad abierta no las crea el Estado, sino la sociedad cuando actúa como unidad política coherente.

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