Opinión Nacional

Quien no lo conozca, que lo compre

El martes 12 de febrero de 2002, en un cybercafé del este de Caracas, nos habíamos dado cita Beatriz Morrison, Tomás Ibarra y yo, los únicos miembros de la Tertulia que, cual auténticos caraqueños, habíamos permanecido en la ciudad los días de asueto del carnaval, para gozar de su tranquilidad. Queríamos observar el discurso del teniente coronel y conocer si, por fin, había entendido el mensaje de los venezolanos en los últimos meses. Permanecimos callados durante la perorata, escuchando con alguna dificultad al principio, pues los nutridos cacerolazos y cornetazos no se hicieron esperar. Bebíamos chocolate, pues ya no era hora para café, acompañado de cachitos con queso. Al terminar la cadena, la primera en hablar fue Morrison.

-Vieron. Es el mismo. El programa comenzó una hora y quince minutos más tarde de lo pautado y ni siquiera se disculpó. Además, este tema es muy profundo para ser tratado improvisadamente. Bush, que es un hombre serio y que conoce sus limitaciones, leyó el discurso con motivo de su primer año de gobierno; éste, no, se cree superman.

-Concuerdo plenamente. –repuso Ibarra-. Pero lo más grave es que no ha dicho nada de lo que los venezolanos querían escuchar. Lo que la gente desea es que diga claramente que su camino socialista es equivocado; que su política exterior va a cambiar. Porque no vamos a aceptar un diálogo en el que nosotros hablamos y él no escucha.

Táctica no más

-Es que el teniente coronel debe creer que la oposición es boba. Realmente se ha creído el cuento de que somos escuálidos. Hoy por hoy esto ha cambiado. Su apoyo real no pasa del 20 por ciento. Cierto que la oposición verdadera no es el 80 por ciento restante, pero ya es una minoría mayor que la suya y sigue sumando adeptos, mientras los errores del gobierno reducen el caudal de seguidores del Proceso. Ahora, cuando las papas se le ponen duras, debido a la baja de los precios del petróleo y a la recesión mundial, pide cacao. Ya es muy tarde, porque todos conocemos sus intenciones verdaderas.

-¿Tú crees, entonces, Santiago, que esta actitud no es sincera? –me preguntó Ibarra-.

-Pues claro que no. Es pura táctica. Viéndose con la espalda contra la pared, pide tregua y saca a relucir las dificultades económicas para que cesemos en los ataques. Si las acciones de calle no terminan, mucho me temo que va a acusar a los opositores de traición o algo parecido.

`-Sí, es probable que le eche la culpa de los males futuros a la intransigencia de la oposición, –recalcó Morrison- cuando en realidad lo que ocurre hoy es la cosecha de lo sembrado ayer. “Quien siembra vientos, recoge tempestades”. Y el teniente coronel se dio a la siembra del odio social.

-Si Tulio estuviera aquí, seguramente diría que no es la primera vez. –adujo Ibarra-. Y tendría razón. Esa fue la bandera maldita de Boves, de Manuel Piar y de Ezequiel Zamora. ¡Viva la revolución y muera el ganado! Gritaban sus federales y, al final, nos empobrecimos todos. Así sucede hoy. Todos los que tienen con qué mandan sus ahorros al exterior, porque le temen a la revolución.

Los laicos comprometidos

-Es que el teniente coronel nunca comprendió el alcance de su derrota el 4 de Febrero y de su triunfo el 6 de Diciembre. –expresé-. Los venezolanos querían deshacerse de las “cúpulas podridas”, pero no querían sustituirlas con la más putrefactas de la dictadura, bien sea militar o de las izquierdas soviéticas o fidelistas. Ese era el pasado. Queríamos futuro. Ser dirigidos por las mentes jóvenes más brillantes, mejor educadas y dar el salto al desarrollo.

-Así es, Santiago. –repuso Ibarra-. Pero el teniente coronel está obcecado con el 4F. Quiere hacer de su derrota un triunfo, un tanto como Fidel con el 26 de Julio. No comprende que no hay comparación. Cuando Castro trató de tomar el cuartel Moncada era un civil que luchaba en contra de una feroz dictadura. El teniente coronel, en cambio, traicionó el juramento de defender las instituciones de la República. El pueblo sabiamente lo rechazó. Otra cosa fue su esfuerzo de ganarse la calle. Por eso se lo recompensó con la victoria electoral. Pero el mandato que se ganó en las urnas no fue el de transformar a Venezuela en una “dictadura del proletariado”.

-Ni tampoco dedicarse a insultar a cuanta persona no se pliega a sus designios. –puntualizó Morrison-. ¿Cómo puede esperar que el clero venezolano no lo repudie, cuando ha llamado “tumor” a su jerarquía? ¿Cómo puede creer que por más dificultades que enfrente el país en estos momentos, esa misma Iglesia va a cesar de luchar en su contra? Porque ¡El campanazo va! Y seguramente será secundado con un tremendo cacerolazo. Después de semejante insulto, la Iglesia y los laicos comprometidos no le darán cuartel. El año pasado, se hablaba de diálogo. Ahora lo que la gente quiere es que se vaya cuanto antes, ayer si fuera posible.

Sus contertulios no pudimos sino esbozar una sonrisa. Ibarra, siempre cortés, tomó la jarra del espumante chocolate y le escanció otra taza. Mientras lo hacía, le dijo:

-Bueno, Beatriz, tú que eres economista, ¿Qué piensas del plan del gobierno?

Se busca un Gorbachov

-Sencilla y llanamente –dijo ésta- que no va a funcionar. Para que funcionara, se requeriría un plan fiscal credible y este gobierno dejó de gozar de credibilidad hace mucho. Esta noche, el teniente coronel ha debido comenzar por remover a los ministros del Gabinete económico, comenzando por Giordani y Adina Bastidas. Esta constituye un insulto al empresariado; aquél fracasó en sus políticas y ésa es la razón por la que debe enfrentarse la contingencia. Pero el teniente coronel no hace nada al respecto. ¿Quién va a creer en su austeridad? Es probable que sea austero con las gobernaciones y alcaldías de la oposición. Pero continuará con esos gastos innecesarios como las cadenas, las marchas costeadas con los dineros públicos y el desperdicio de las dádivas sociales. Nada dijo de suspender la repotenciación de los F-16 o de las adquisiciones de armamento. Eso, por una parte. Por la otra, tampoco se comprenden muy bien sus cuentas. Estima, primero, un promedio del precio del petróleo todavía muy alto, US$16,5, cuando debía estar pensando en 14, a lo sumo. Además, debe entender que la merma en la producción va a aumentar la brecha fiscal mucho más de lo que estima. Aparte de que aquí no habrá reactivación de ninguna especie mientras el teniente coronel permanezca en Miraflores, porque ya lo conocen y no creen en sus actos de contrición. Y sin reactivación será imposible recolectar los impuestos necesarios. Todo esto saldrá en la prensa en los próximos días, pues los agentes económicos tampoco son tontos. ¿Qué ocurrirá entonces? Pues que todo el mundo va a invertir lo que tenga en comprar dólares y el Banco Central tendrá que seguir quemando sus reservas.

-Además de que la conflictividad social seguirá en aumento, al incrementarse la inflación y el desempleo. –añadió Ibarra-. Porque lo que se nos viene encima es un período de estanflación. Estancamiento con inflación. Lo grave es que, mucho me temo, el teniente coronel no abandonará el poder por las buenas, además de que será difícil dar con una solución institucional.

-Es que, mi querido profesor, -repuso Morrison- los atributos del poder son muchos y cuantiosos. Esta revolución no está impregnada tanto de pueblo como de fluxes, camisas y zapatos de gran marca. ¡Ah! Y se me olvidaba el airbus.

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