Opinión Nacional

Radio Club Venezolano

Este año se están cumpliendo setenta y cinco años de la fundación del Radio Club Venezolano, antecedió en dos años a la fundación del Ministerio de Comunicaciones.

Alberto López, ingeniero jefe de Broadcasting Caracas; Manuel Arráez, inspector radiotécnico dependiente del Ministerio de Fomento; Francisco Fossa Ánderson, legendario pionero de las crónicas radiales; Édgard Anzola, ícono radial y miembro de la Junta Directiva de Broadcasting Caracas y Hernán Anzola, director de Radiodifusora Venezuela, quienes conformaron la primera Junta Directiva de esa institución pionera de lo que hoy se llaman las redes sociales.

En nuestra juventud también estuvimos presentes en el espacio radioeléctrico y nos hacíamos diferenciar con las siglas YV-5-APS. En nuestra casa éramos varios radioaficionados. Nuestro padre, Armando Díaz Díaz YV-5-AQO, nuestra adorada madre Beatriz Casanova de Díaz YV-5BYK y nuestro hermano que nos sigue Armando José YV-5-ASV.

Los radioaficionados de la época, mediados de los cincuenta, se dividían, a grosso modo, en tres grandes grupos: los cazadores de países que se dedicaban a escuchar y perseguían el privilegio de lograr conexiones con países extraños, v.g.: países oprimidos tras la cortina de hierro con los que solo era posible comunicarse cuando las autoridades activaban emisoras con fines proselitistas. Radioaficionados sociales que disfrutaban hasta la cercanía del clímax sus comunicaciones con amigos de la misma actividad. Recordamos a un célebre radioaficionado que estableció contacto con una bella colega cubana, después de establecido el régimen despótico de Fidel Castro. La novia tenía las siglas CO-2-NO y los colegas la llamaban CO-2-Siiiiii. Para lograr confidencialidad en sus conversaciones lo hacían en dos frecuencias y dos bandas separadas, con lo que los oyentes indeseados solo podían escuchar un lado de las cuitas.

Un tercer grupo, que para nosotros era el más útil, era el que se dedicaba a ayudar a personas que tenían alguna necesidad. Establecían comunicaciones durante eventos perniciosos: temblores, terremotos, inundaciones, incendios, de manera de poner su grano de arena en la solución facilitando las actividades de los bomberos y miembros de las fuerzas de defensa de la nación o localidad y para paliar enfermedades, obteniendo un fármaco necesario y urgente, desde donde estuviera disponible. Eran colosos del anonimato pues todas sus actividades las desempeñaban con entrega y pasión. Solo como un homenaje y sin saber si todavía esta en su estación, mencionaremos a nuestro amigo Bob Wescott W-8-DNY, a quién nunca conocimos personalmente y quien vivía en Jackson, Michigan, mas nos comunicábamos con él hebdomadariamente, todos los sábados, para enlazar a estudiantes venezolanos de la Universidad de Michigan con sus familiares en cualquier lugar de Venezuela. Fue el mejor cónsul de Venezuela en los Estados Unidos. Para él nuestro perenne recuerdo.

Caído el régimen de Pérez Jiménez surgió una historia que representa bien las arbitrariedades de las autoridades.

Durante la dictadura, si bien era posible operar con licencias las estaciones fijas, era casi imposible tener una estación móvil en el vehículo particular. Estos equipos eran sinónimo de cercanía con el régimen. Difíciles de disimular pues requerían de una antena muy larga y por lo tanto notoria.

Después del 23 de enero proliferaron este tipo de estaciones y un día, los componentes de una patrulla de la policía detienen a un vehículo que se distinguía por su elevado chucho en la parte posterior. Debidamente identificados los ocupantes del vehículo detenido y presentados los permisos correspondientes y necesarios, el oficial de policía al mando de la patrulla se dirigió a su vehículo y por una estación similar a la retenida, se comunicó con su comando. Central! Central! Aquí fulano de la patrulla tal. Acabamos de detener una estación móvil clandestina con permiso….

Los funcionarios policiales son iguales en todas las dictaduras…
Hoy, y desde hace muchos años, nos encontramos retirados de esta actividad pero mantenemos el afecto y el respeto que nos indujeron a participar hace más de medio siglo en esta preciosa comunidad.

Redactamos estas líneas y nos permitimos publicarlas como un ferviente homenaje a la institución y a tantos hombres y mujeres que utilizaron y todavía utilizan el espacio radioeléctrico para aportar granos de arena fundamentales para el bien de nuestro país. En fin, para construir un país.

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