Opinión Nacional

RCTV: apagón autocrático

El arbitrario cierre de RCTV, marcará en el rostro del régimen una cicatriz rencorosa imposible de hacer desaparecer en el tiempo. Por más piruetas que haga William Lara y el resto de los prisioneros del dogma, este despropósito resulta un crimen contra la libertad de expresión y de información; pero, más allá de eso, es una gran equivocación, con un alto costo político para la movediza popularidad de Chávez.

La medida creará alrededor del caudillo un turbión de miedo, de protesta, de cólera, que trasciende a los seguidores de la oposición: resuena en la conciencia de muchos de sus partidarios como un atropello a su prerrogativa de buscar el entretenimiento y la información en el canal de televisión de su preferencia. Poco a poco la estrategia chavista va perdiendo los estribos. Esta vuelta de tuerca, supera el mero hecho de ser una represalia contra una parte de la “oligarquía” venezolana, para convertirse en el cruce de la tenue, débil, línea opaca existente entre dictadura y democracia.

Resulta obvio: todo régimen despótico, totalitario, tiende a monopolizar, a uniformar el pensamiento de la sociedad; ergo, el control de los medios de comunicación es fundamental para alcanzar tal fin. Ahora bien, la libertad de expresión es una de las bases de los derechos democráticos. En 1946, la Asamblea General de la ONU, declaró a “la libertad de información un derecho humano fundamental y… el punto de partida de todas las libertades a las que está consagrada la Organización de las Naciones Unidas”.

La democracia funciona, si garantiza el libre albedrío. Los ciudadanos no pueden ejercer ninguna facultad relativa a la participación, sin el franco acceso a la información, a las distintas corrientes del pensamiento.

Esta a la vista: los periodistas, los trabajadores de RCTV, de Globovisión y de otros canales de TV, han sufrido hostigamientos, presiones, violencia física, por ejercer su trabajo dignamente. Queda claro también que, esta labor, al romper el secretismo impuesto desde las altas esferas gubernamentales, pone al descubierto el mal endémico de la corrupción y la ineficacia. Por ello, lo que se busca es la implantación de una verdad única; entonces, es menester silenciar a los comunicadores sociales. El periodismo es una noble profesión. Su práctica en democracia no es un delito, ni nada que se le parezca. Además, el centralismo totalitario de la revolución chavista, cabalga con el miedo al soberano y plural ejercicio de la acción ciudadana.

Chávez siempre ha llamado “golpistas” a los propietarios de los medios de comunicación. Esto ya es un ritornelo fantasmal, propio de quien no puede dormir tranquilo, en paz. De tal manera que, conjuntamente con las tentaciones autocráticas ostensibles, en el zarpazo a RCTV, también rebota como pelota de goma, el terco deseo de venganza por los sucesos de abril de 2002.

Luego del apagón de RCTV, el derecho a la libertad de expresión en Venezuela quedará hecho añicos. Será un inservible trapo sucio…, maloliente. El mensaje es cristalino: véanse en ese espejo los demás medios de comunicación. Pongan sus barbas en remojo… La autocensura, el culillo, causaran estragos; las denuncias sobre abusos, atropellos y deficiencias y corruptelas gubernamentales serán cosa del pasado.

La sociedad como un todo está amenazada. Nadie puede decir que no le ocurrirá lo mismo, a menos que se acostumbre a doblar la cerviz, a entregarse, en cuerpo y alma al todopoderoso comandante revolucionario. A vivir sin aliento, en la opacidad del silencio, sin ver de frente a nadie, por vergüenza o, da lo mismo, por temor a una fuerte arremetida gubernamental. ¿Será el triunfo del chantaje y del miedo?…

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