Opinión Nacional

Reconciliación con justicia

Venezuela debe reconciliarse. Ello es necesario para la reconstrucción del país que vive hoy una de sus más profundas e integrales crisis. Es nuestro deber constitucional iniciar la búsqueda de una  salida democrática y constitucional  lo más pronto posible.

La magnitud que conforman opositores y disidentes debe comprometerse con la unidad dentro de la diversidad y reconciliase consigo misma. 

El análisis cabal de los antecedentes, de las características actuales y de las perspectivas de nuestro movimiento democrático, la ponderación comprensiva de los intereses legítimamente representados por los partidos a nombre  de sus militantes; el reconocimiento de la existencia de amplios sectores independientes que constituyen factor importante de la vida nacional y con el firme propósito de auspiciar la unión de todas las fuerzas ciudadanas debe concretar el  esfuerzo para lograr la organización de la Nación venezolana, respondiendo seria y responsablemente ante las urgencias  del país. Esa unidad para conformar una  Alternativa Democrática debe contemplar  cuatro aspectos constitutivos esenciales como lo son lo político, lo programático, lo electoral y lo gubernamental.

Ese encuentro debe comprometerse en una política nacional de largo alcance, cuyos dos polos podemos definir así: a) búsqueda  de la seguridad de que el proceso electoral y los Poderes Públicos que de él van a surgir respondan a las pautas democráticas de la libertad efectiva del sufragio; y b) establecimiento de la garantía de que el proceso electoral no solamente evite la ruptura del frente unitario, sino que lo fortalezca mediante la despersonalización del debate, la erradicación de la violencia ínter partidista y la definición de normas que faciliten la formación del Gobierno y de los cuerpos deliberantes de modo que ambos agrupen equitativamente a todos los sectores de la sociedad venezolana interesados en la estabilidad de la República como sistema democrático y popular de Gobierno.

El ideal de la unidad como instrumento de lucha democrática,  contra las fuerzas en actitud de concretar  el despotismo, será la formación de planchas únicas para los cuerpos colegiados con base de un solo programa legislativo integral  cuya ejecución sea el punto de partida de una administración nacional patriótica y del afianzamiento de la democracia como sistema en lucha frontal contra la pobreza.

Otro paso importante será la selección de un candidato presidencial democrático unitario. La unidad democrática y popular defensiva conducirá a un  gobierno unitario cuando menos por tanto tiempo como perduren los factores que puedan amenazar la estabilidad democrática.  El Gobierno de Unidad Nacional es el camino para garantizar una Venezuela pacifista en el concierto de las naciones así como  la realización de un programa que rescate para todos de la seguridad jurídica, el respeto a la propiedad privada, la libertad educativa, el libre emprendimiento, los derechos de expresión e información,   la seguridad personal,  la seguridad social, el empleo estable, el autoabastecimiento, la vivienda digna  y las impostergables obras de infraestructura que necesita el país para la recuperación de los sectores productivos.

Recordemos que el profeta Isaías, desde una situación de injusticia y opresión, manifestó: “ Las clases dirigentes se han corrompido y están usando su poder para explotar a los pobres. Son «rebeldes y amigos de bandidos. Todos se dejan comprar con dinero y buscan que les hagan regalos» (Is 1.23). Su tarea, dada por Dios, es hacer el bien, esforzarse en hacer lo que es justo, ayudar al oprimido, hacer justicia al huérfano, defender los derechos de la viuda (cf. 1.17). En lugar de ello, están ocupados comprando casas y acumulando tierras «hasta no dejar a nadie más… como si fueran los únicos en el país» (Is 5.8). Han reemplazado el respeto a la ley de Dios por asesinatos, y la justicia por gritos de dolor (cf. Is 5.7). Han dictado leyes injustas y decretos intolerables, y «no hacen justicia a los débiles ni reconocen los derechos de los pobres… explotan a las viudas y roban a los huérfanos» (cf. Is 10.1). Y no se puede esperar justicia del sistema judicial, ya que «acusan de crímenes a otros, y ponen trampas al juez, y con engaños niegan justicia al inocente» (Is 29.21)”.

Se hará justicia para construir la paz. No se comprende cómo después de este lapso aciago puedan existir ciudadanos que no hayan tomado una decisión, al menos en su fuero interno, sobre la situación nacional. Muchos de los que se ilusionaron  con el planteamiento mesiánico han recapacitado y se encuentran hoy decepcionados ante el actual estado de cosas. Para ellos debemos tender la mano amiga que los reciba con  beneplácito al campo de la auténtica venezolanidad.

Pero una autentica justicia  deberá juzgar, con todas las garantías procesales, a quienes olvidándose de sus responsabilidades y apuntalados en el poder, infringieron normas legales y éticas.   Para ellos, sin preestablecer culpabilidades fuera de la estructura jurídica,  deberá caer todo el peso de la ley. 

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