Opinión Nacional

Reconciliación Nacional

Aun cuando encontrar una buena noticia en nuestro País, resulta casi tan difícil como buscar una aguja en un pajar, esta semana hallamos motivos para sentirnos esperanzados en cuanto a nuestra madurez política.

            Los últimos resultados arrojados por la encuestadora Hinterlaces, demuestran que por encima de todas la cosas e independientemente del camino escogido, los venezolanos queremos la paz y la reconciliación nacional, sentimientos que implican no sólo el deseo de alcanzar esas metas sino el reconocimiento de que en efecto, hoy por hoy, no hay paz y que la sociedad se encuentre dividida y polarizada a extremos altamente peligrosos.

 Siempre se ha dicho que reconocer un problema es el primer paso para la superación del mismo, por lo que, aún cuando el reconocimiento no sea suficiente, sí resulta indispensable. Nuestro siguiente paso será entonces encontrar las causas del mismo para poder atacarlas. Ahora bien, volviendo a las encuestas señaladas, las mismas indican que el 90% de los encuestados considera que ha llegado el momento en que oposición y chavismo trabajen  “por la unión del país” y que el 81% dijo estar en desacuerdo con la amenaza proferida por Adán Chávez, gobernador de Barinas y  hermano de Hugo, en el sentido de que recurrir a las armas era una opción válida para mantenerse en el poder.

Siendo muy alentadoras estas cifras, quisiéramos dirigirnos a los oficialistas, no porque del lado de la oposición no existan también los radicales, sino porque dentro de ese grupo de los oficialistas, aun cuando no coincidamos, reconocemos que existen  personas decentes y demócratas que han creído de buena fe en un proyecto, que no terminan de entender  que constituye no  sólo la mayor farsa de nuestra historia, sino el más macabro plan de traición a nuestra patria.

Todos los venezolanos debemos saber y entender que lo dicho por Adán, no fue idea de él, sino que Chávez habló por su boca y que Adán es su mentor y posiblemente el primero en la línea de sucesión, tal como lo hiciera Fidel con Raúl. De manera, que cuando el 81% de la población rechaza el uso de la violencia como instrumento de permanencia en el poder, lo que está haciendo es rechazar la idea que el propio Hugo Chávez tiene de su “revolución”, y eso es muy importante. Lo que falta es que se den cuenta de ello, porque cuando los que sigan creyendo en esta “proceso”  reconozcan que nada de lo que ocurre en el País es casual y que todo se encuentra orquestado o avalado por el presidente, entonces se le terminará de caer la careta y todos podrán ver el rostro de un hombre consumido y degenerado por la enfermedad del poder. Porque la constante destrucción del país en todas sus áreas: productiva, de infraestructura, de salud, de educación obedece a un plan orquestado, cuyo fin último es el control absoluto del estado sobre el individuo para así poder controlarlo. El poder lo busca, lo detenta y lo ejerce, no para servir a la gente procurando su desarrollo y bienestar sino para obtener su propio “gloria”, que es el ingrediente principal en la alimentación de su ego.

Todos estos 12 años han sido una farsa, más no una ilusión, porque el daño que se ha causado es enorme, inimaginable y perdurable en el tiempo más allá de este gobierno, que por sus ansias de poder insiste en hipotecarnos el futuro hasta los próximos 20 años al menos.

Los que siguen hipnotizados terminen de despertar y entiendan que si de verdad hablan de reconciliación, se hace necesario el reconocimiento y el respeto del otro. Para dialogar se necesitan dos que estén dispuestos a escucharse, porque de monólogos y de diálogos de sordos, ya estamos cansados. Aquellos que de verdad queremos la paz, debemos abandonar ese “patria, socialismo y muerte” que han pretendido imponernos y que sólo ahora por su propia enfermedad evita pronunciar como augurio de mala suerte. No crean en promesas de amor, esas hace tiempo demostró que son sólo una pose, una manipulación, porque la verdad es que él es muerte, destrucción, ofensas, descalificaciones.  Esa es su verdadera naturaleza, entonces, ¿cómo se puede dialogar y conciliar así? La única forma es el cambio del vocero. Es reconocer que apoyarlo fue un error, que tuvo una oportunidad inigualable y que la despilfarró. La única opción es que otro presidente, que sí crea en la confraternidad, dirija los destinos del País y que la conciencia cívica colectiva, supere este período de oscurantismo en el que hemos vivido en esta “era chavista” y entendamos todos, que la única manera de progresar no es sembrando el odio entre nosotros sino trabajando conjuntamente en la superación de los problemas que como nación padecemos.

El enfrentamiento nos debilita, la solidaridad y la unión nos fortalecen. Llegó la hora.

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