Opinión Nacional

Reflexiones de un lunático

Un presidente agresivo

Esto me lo contó hace muchos años el doctor Eduardo Carreño, uno de los
caraqueños más ilustres por todos los títulos, y a quien le gustaba venir a
La Victoria a pasar temporadas:

El doctor Diego Bautista Urbaneja, a la sazón ministro de Relaciones
Interiores, acusó ante la Cámara del Senado al doctor Eusebio Baptista,
senador por el estado Trujillo, de falta de respeto al general Antonio
Guzmán Blanco, Presidente de Venezuela, en cuyo nombre denunciaba el hecho
para la reparación debida.

Baptista, hombre de carácter integérrimo y de limpias ejecutorias, era
enemigo de Guzmán Blanco; en congresos anteriores había censurado algunos
contratos hechos durante su administración, por lo cual el autócrata le tomó
cierta ojeriza.

Las crónicas de la época se refieren a lo acaecido. Se hallaba Guzmán Blanco
en la esquina de San Francisco (en Caracas) entre partidarios y servidores,
cuando acertó a pasar por allí el doctor Baptista. Al avistarse mediaron
palabras descompuestas; y como al regresar éste de la Imprenta Bolívar,
situada entonces en la esquina de Sociedad, encontrábase el primer
magistrado en el mismo punto, se renovó el incidente enojoso. Cuando Guzmán
Blanco notó que Baptista bajaba de la acera, le dijo con voz enfática:

-Ese necio quiere alucinar al Congreso con sofismas… Sí… quiero que me
oiga.

Al oír estas palabras, el senador por Trujillo se detuvo, y quedóse mirando
con fijeza al presidente, quien se abalanzó hacia él para preguntarle en
tono iracundo:

-¿Qué hace usted allí?

-Estoy en la calle señor. ¿No es permitido estar en la calle?

-Sí, pero esa es una provocación.

-No señor; estaba oyéndole a usted.

-Usted ha debido seguir su camino; me ha faltado el respeto y debe ir preso.

Hubo intervención conciliatoria de algunos individuos cuando Guzmán Blando
dio la orden a un oficial para que condujese a la cárcel al doctor Baptista,
quien quedó momentáneamente en libertad; pero después de la denuncia del
ministro de Relaciones Interiores, la cámara dispuso que se le expulsase de
su seno para instaurar el proceso y someterlo a juicio, como se le sometió
en efecto.

Años más tarde, la misma cámara levantó la sanción de su acuerdo del 5 de
abril de 1881, en virtud del cual había despojado al senador por Trujillo de
su inmunidad parlamentaria y de los derechos que por ejercicio del cargo le
correspondía y declaraba ahora «que el doctor Baptista por su entereza
republicana merecía el bien de la patria».

¿A quién debemos creerle?

Los oficiales retirados echaron un balde de agua fría sobre los
desprevenidos venezolanos al anunciar que hay oficiales presos por estar en
desacuerdo con el presidente Chávez. Este último fue categórico al negar la
especie y la atribuyó a los reconcomios de los ex oficiales de la Cuarta
República. Visto así el asunto a uno le provoca creer, para beneficio de
todos que las cosas están bien, que los soldados, pueblo con uniforme, están
dedicados a sus actividades castrenses mientras dejan a los políticos y a la
gente de la actividad privada hacer lo suyo diariamente. Pero de pronto
salta Francisco Arias Cárdenas para pedir que se respete la vida de los
oficiales detenidos, y agrega que se les debe tratar con respeto como fueron
tratados los golpistas del 4 de Febrero. Entonces llega de nuevo la maldita
duda y uno desacostumbrado a estas cosas, sale de nuevo a comprar comida,
por si acaso. Aunque lo racional es pensar que las salidas venezolanas no
pueden ser otras que las del voto, y el comportamiento no puede ser distinto
al de un país civilizado, en el cual hay bases morales y éticas suficientes
como para garantizar la paz pública y la tranquilidad ciudadana.

Pero, además: ¿Quién dice la verdad?

Los gobernadores, entre ellos el nuestro, se han quejado de que no llegan
los recursos para la apertura de fideicomisos destinados a obras públicas de
gran utilidad, o al pago del aumento salarial del 20 por ciento decretado
por el Gobierno Nacional. Pero, al mismo tiempo el presidente del Fides,
Tomás Umanés señala a tambor batiente que los culpables son los gobernadores
porque no presentan los proyectos a su debido tiempo. Viene la réplica, que
se convierte en ritornelo y los mandatarios regionales responden que
presentan los proyectos a tiempo, pero el Fides no tiene personal para
analizarlos con la debida celeridad y para salir del paso piden nuevos
documentos, o cambios insubstanciales. Total, que los provincianos seguimos
pagando el pato. Y por supuesto uno comienza a preguntarse, porque no tiene
acceso a los centros hegemónicos, ¿quién dice la verdad? Ahora bien, si la
dicen los gobernadores el Fides les está debiendo mucho más dinero que el
que cobra un torero en una tarde de éxito.

¿Qué nos interesa?

De todo lo que dicen ambos bandos, tanto el Fides como el Presidente por un
lado, y los gobernadores y alcaldes por otro, a nosotros los habitantes de
estos lugares solos nos interesa que se busquen soluciones, que se
encuentren alternativas, que resuelvan nuestros más perentorios problemas.

El gobierno central debe recordar aquel viejo refrán español que usamos por
estos lados hasta los años sesenta: después del ojo afuera no vale Santa
Lucía.

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