Opinión Nacional

Relativismo moral como fundamento del régimen CHÁVEZ-FARC.

Como recientemente lo afirmó el sumo pontífice Benedicto XVI, ¨El relativismo moral socaba la labor de la democracia¨, ello en referencia a la grave dificultad implícita en la carencia de una sólida base moral que nos permita diferenciar el bien del mal, signo característico del precitado relativismo.

Descrito entonces como uno de los grandes males para la humanidad en el tiempo presente, no podía Venezuela abstraerse de sus consecuencias. Lo vemos a diario cuando en modo aparentemente incomprensible, continuamos padeciendo al régimen CHÁVEZ-FARC, careciendo este de uno cualquiera de aquellos factores que normalmente lo harían viable.

No existe a la fecha presente, ámbito nacional o extranjero donde el régimen precitado no evidencie su incapacidad de cumplir con los fines propios a la autoridad política, con base en la ley. Transcurridos casi 10 años, huérfanos incluso de una alternativa válida de poder, nos hace entender que la resolución al problema no pasa solo por un cambio de gobierno, ni siquiera por uno de régimen.

Vale el reiterar conceptos ha modo de comprender realidades. Hugo Chávez, personificación del régimen CHÁVEZ-FARC, asciende al poder como rechazo popular a la partidocracia gobernante, corriente del todo razonable vista la oferta político-electoral del prenombrado comandante.

Pero, si transcurrido este tiempo observamos la reiteración e incluso profundización de tan primigenios vicios, caemos en cuenta, que nuestro actual inmovilismo resulta sociológicamente incomprensible más allá del prenombrado relativismo.

Este último se nos hace evidente al observar candidaturas demócratas hacia el 23N, destacados practicantes del latrocinio, nepotismo, sectarismo, clientelismo y pare usted de contar, ante la mirada exánime de nuestra dirigencia demócrata e incluso de una buena parte del colectivo, bajo el simple argumento: ¨Lo importante es que va contra Chávez¨.

Puntual afirmación, válida para quienes por diversa razón pretendan reducir nuestro drama al escenario electoral. Pero del todo reprochable para quienes fijamos en la falta de base moral de una sociedad, la causa del presente caos.

Sin ambages, considero es este el momento de manifestar con el ejemplo ciudadano propio, la pertinencia de los valores éticos como mecanismo expedito no solo para un triunfo electoral sobre el régimen CHÁVEZ-FARC, además como garantía de su imposible retorno.

Los anti-valores de nuestra sociedad, en especial los de índole política, fueron caldo de cultivo para este régimen y le brindan sostén. Los valores éticos de la democracia cristiana constituyen la mejor respuesta para una verdadera victoria: Instaurar un régimen democrático de libertades en la República de Venezuela. Que los patriotas en medio de nuestra dirigencia tomen también la palabra. ORA Y LABORA.

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