Opinión Nacional

Respetar al pueblo

Escribo con emoción desbordada. El Firmazo fue otra manifestación de la voluntad popular. Millones de compatriotas dejaron constancia escrita de su rechazo al régimen, del apoyo incondicional a la causa de la libertad, del respaldo a las instituciones públicas y privadas amenazadas y, en síntesis, de su disposición a jugársela completa en esta lucha para derrocar la tiranía. La seguridad personal y familiar, el trabajo, la empresa, los ahorros, todo, absolutamente todo, ha sido puesto al servicio de la causa por la inmensa mayoría de un país dispuesto a hacerse respetar en el terreno necesario.

Llegamos al final de los caminos civilizados. Todas las rutas democráticas están activadas. Imposibles más frustraciones o tolerancia pasiva ante el perverso saboteo que, para impedir el desenlace, practican instituciones interferidas económica y políticamente por el gobierno. En cualquier democracia del mundo éste sería el mejor momento para que el gobierno se cubra de gloria respetando y haciendo respetar la voluntad del soberano. Para cualquier Presidente con un mínimo de grandeza en el alma, la renuncia sería obligatoria. Facilitar las cosas, evitar un innecesario derramamiento de sangre, una verdadera guerra civil, le reservaría un puesto entre los grandes de nuestra historia. Ha destruido la economía, empobrecido a la gente, envilecido el espíritu nacional de propios y extraños. Ha hecho de Venezuela una república en venta y de la majestad del poder público una caricatura tragicómica ante la cual los delirios de Idi Amín Dada en Uganda o de cualquiera de los Duvalier en Haití se quedan pálidos. Tiene que irse. Lamentablemente, pido a Dios estar equivocado, no se irá por las buenas. No es un demócrata. Chávez y la democracia son incompatibles. Sabe que no puede seguir gobernando en libertad con el pueblo en contra, en resistencia activa en solitario o acompañado de las organizaciones en las cuales desenvuelve sus actividades. Solo puede intentar mantenerse en el poder asumiendo la dictadura abiertamente. Lo había estado haciendo de manera solapada. Con relativo éxito en el empeño de destruir la democracia desde la legalidad. Gracias a su ignorancia enciclopédica, se puede escribir una enciclopedia con las cosas que desconoce, a su torpeza intolerante, a esa audacia insolente que caracteriza a los mediocres importantizados, el país lo descubrió y al salirle al paso resueltamente quedó ante el mundo como lo que es, un pobre hombre venido a más que dejó de ser una curiosidad tropical para convertirse en una tragedia para el continente y una amenaza cierta para buena parte del mundo. Apela de nuevo a la amenaza y a la represión. Pero descubre que no hay miedo. Todo lo contrario. El coraje infinito del pueblo más bravío y libertario de América nos coloca a las puertas de un nuevo amanecer. El domingo hablaron las firmas de manera contundente y definitiva. La voluntad popular tiene que respetarse por las buenas o por las malas. ¡Ahora!
[email protected] Lunes, 3 de febrero de 2003

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