Opinión Nacional

Respetemos a Bolívar

Cuando se habla de Simón Bolívar, “El Libertador”, necesariamente se  habla del libertador de cinco naciones. Imposible, si se le hace justicia, no hablar de América,  Ecuador, Perú, Bolivia, Colombia, Panamá, Haití, Jamaica y Gran Bretaña. Encerrarlo en el  mundo fantasioso de un hombre enajenado con el poder y además, militar, es ofender su memoria y manosear su figura. Pero esas consideraciones no  existen en la compleja mente de Hugo Chávez.

Como   hasta ahora se le han aceptado todas sus morisquetas, transita pavoneándose por el camino del irrespeto y, esta vez se adentra, desafiante y demencial, en  un culto que pertenece a otros pueblos, que es mucho más grande y trascendente que sus fantasías y ambiciones, sus locuras y su poder.

Porque así como usa a las otras naciones a las que llevó Bolívar su empeño de libertad y justicia cuando las necesita para  sus proyectos personalistas, el Presidente de  Venezuela, sea el que fuera, no   puede desconocerlas en cualquier  hecho que  “su Libertador” esté  protagonizando porque es  un atropello, una vejación al ideal de Bolívar, un desprecio al sentimiento popular, a la devoción de esos pueblos. Ineludiblemente estamos  juntos en esta incesante y convulsa búsqueda de destino.

Así como  para Bolívar “la patria era América” así hoy y desde entonces no se puede hablar de América sin nombrar a Bolívar. Nosotros lo hemos dejado muy solo, como si  no nos perteneciera, como  si fuera sólo un nombre más en nuestra historia, como si no nos acompañara en nuestras primeras  cartillas. Como si fuera de Chávez.

Y no. El de Chávez, el “niño pobre”,  el personificado por esta lamentable  alienación militarista y  “socialista”, el  profanado en sus restos indefensos por manos extrañas, el  llevado y traído por una mente desbordada en irrealidades ofensivas, deplorables es  impuesto al caraqueño digno, con sus debilidades y sus valores, sus tragedias humanas, su tos, su  cuerpo pequeño y delgado, y aquella inquebrantable voluntad que no doblegaban  nieves ni volcanes. El Presidente de Venezuela tiene exigencias de ética y  responsabilidades con el Libertador mucho más  rígidas  que cualquier otro mandatario latinoamericano cuya nación lleve a Bolívar como culto, como  grandeza  en sus sentimientos.

 Bolívar está allí esperando su momento. Se precipita Hugo Chávez torpemente. Sin reclamar, sin estridencia, en su solitaria  presencia, sobre el oro que  despreció y ahora quieren llenar su  sarcófago, sobre restos que no sabemos si son o no, ni cuánto han pagado por  tocarlos, separarlos.

Bolívar regresará  por el camino de Bolívar. Porque Bolívar no está en el Panteón ni en el cuadro que  forzado aparece tras Hugo Chávez o las oficinas públicas o en monumentos fríos  o paredes pintarrajeadas al lado del Che. El está en el espíritu de sus Naciones que son ignoradas en la enfermiza  mente que lo secuestró.

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