Opinión Nacional

Responsabilidad y supervisión

(%=Image(7298703,»L»)%)Washington (AIPE)- ¿Debe renunciar el presidente de la república si los funcionarios del gobierno no hacen bien su trabajo? La mayoría pensará que no. Sin embargo, ¿cuándo debe responsabilizarse a los altos ejecutivos y directores de una empresa por las malas acciones de sus subordinados?
Hemos visto una continua y larga lista de fracasos administrativos en grandes empresas, tales como Enron, WorldCom, Credit Lyonnais, Parmalat; en importantes medios de comunicación como el New York Times, USA Today y la BBC; en organismos del gobierno, como la CIA, MI6, FBI, el Departamento de Defensa y el programa de la ONU de petróleo por comida en Irak, además de escándalo tras escándalo de corrupción en el gobierno de Francia.

Como resultado se han multiplicado las conferencias y los foros para discutir mejores programas de responsabilidad y supervisión, tanto en el gobierno como en la empresa privada.

En casi todos los casos estudiados se consiguieron varias de las condiciones siguientes:
* Inadecuada comunicación a todos los miembros de la organización sobre normas éticas y de comportamiento.

* Excesiva dependencia en la cadena de mando como vía para el flujo de la información.

* Falta de la directiva y de los altos ejecutivos en instrumentar tajantes medidas correctivas al notarse las fallas. Además, en todas partes hay la tendencia a tapar las malas noticias.

Las fallas en las empresas privadas son muy difíciles de tapar a largo plazo porque la presión de la competencia tarde o temprano revela el mal rendimiento. Pero, entretanto, ejecutivos incompetentes o corruptos pueden ponerle la mano a millones de dólares de los accionistas, al reducir el valor de sus inversiones. Por muy malos que sean los escándalos empresariales, el mercado impone un cambio de comportamiento o la compañía va a la quiebra.

El problema más grave está en los organismos gubernamentales porque al ser monopolios, sus fracasos no se hacen aparentes y un mal rendimiento puede perdurar por décadas. Muy pocos programas del gobierno están sujetos a análisis rigurosos de costo y beneficio o a la evaluación constante de la efectividad de sus administradores. Los jefes de organismos gubernamentales tienen mayor dificultad en despedir o relegar a cargos inferiores al personal que no rinde.

En la mayoría de los países, la supervisión del Congreso sobre el trabajo de los diferentes ministerios y departamentos es irregular, inconsistente y con trasfondo político. La reacción del Congreso de EEUU al escándalo de la prisión en Irak es un buen ejemplo de ello. Aunque el Congreso y los medios tenían la información sobre abusos cometidos desde hace meses, no fue sino hasta que se publicaron las fotografías que explotó el escándalo. Y como era de esperarse, muchos congresistas reaccionaron exigiendo la cabeza del ministro de Defensa Rumsfeld antes de que se supieran todos los detalles.

Es interesante recordar que la masacre de 1968 en Mai Lai, Vietnam sucedió bajo una administración Demócrata y muchos de los que ahora exigen que Rumsfeld sea despedido pensaban entonces de manera muy diferente. Así es la política.

La vieja Unión Soviética es el más claro ejemplo de fracaso administrativo. La información era manipulada, lo mismo que los incentivos, lo cual además de la supresión de malas noticias hacía que los líderes políticos se aferraran a la falsa ilusión que la economía soviética era tres veces más grande. Se trata del mejor ejemplo sobre cómo no gobernar.

Aquellos gerentes que no dan instrucciones claras y precisas a sus subordinados son responsables de los fracasos. Al mismo tiempo, es imposible saber lo que cada uno de los subordinados está haciendo todo el tiempo. Por lo tanto, es indispensable la creación de múltiples fuentes de información y que los altos ejecutivos se preocupen en mantener el flujo de la información acerca de las operaciones bajo su responsabilidad.

Los humanos se equivocan y las organizaciones exitosas están diseñadas para detectar esas equivocaciones e instrumentar soluciones. La alta gerencia no puede ser culpada de las equivocaciones de sus subordinados, pero sí son responsables de desarrollar sistemas adecuados de información para corregir a tiempo los errores cometidos.

(*):Académico del Discovery Institute y académico asociado de Cato Institute.

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