Opinión Nacional

Restos de Mitologías

En los últimos cincuenta años, al igual que en Occidente, los latinoamericanos ingerimos hasta la saciedad los mitos de las ideologías y las pseudo-ciencias. Hoy sufrimos de una gran indigestión. El entorno institucional de la revolución bolivariana es muestra nítida.

El líder de esta gran insensatez ha estado rodeado de cientos de esos “últimos hombres”, recordando a Zaratustra. Son fantasmas de saberes, restos de las mitologías los que le han servido. De los que creyeron en las metáforas totalizadoras del paraíso marxista, de la liberación del hombre que terminó en dominación insoportable. Igualmente, de aquellos ilusionados en los sueños y programas de liberación freudiana, que se cumplieron por parcelas y que ya no encuentran pacientes a quien liberar. Como anillo al dedo le ha servido la punitiva “entropologia” de los seguidores de Levi-Strauss que viven señalándonos este irónico castigo y proponiéndonos liberar si involucionamos a sociedades primitivas a lo que nadie esta dispuesto.

Singularidades de lo que quiero decir son esos patéticos marxistas del proceso, el psicoanalista del CNE, la sacerdotisa de la antropología de clase media en positivo y los corre-ve-y-dile zulianos de los Rincón, Delgado Ocando y Carrasquero. Y como ellos, tantos personajes más que conforman un osario de restos de la racionalidad cientificista de políticos, juristas, psicoanalistas, sociólogos, humanistas y antropólogos. Estos hombres están rodeados de una oleada de insensatos de la irracionalidad, tan abundante en la oficialidad militar –un Baduel por ejemplo- y en los estratos medios y bajos de la población urbana: Babalaos y gurúes, seguidores de los pánicos y esperanzas de Maria Lionza, de observadores de extraterrestres, de adeptos al yoga o al zen o del zodiaco, de aventureros de la mezcalina, de manipuladores de trances y éxtasis, de charlatanes y discurseadotes de una nueva era. Y porque no, de ese pueblo llano de la revolución que en el pasado fue el mismo pueblo llano de la democracia que conocimos.

Son esos los restos de las mitologías de la racionalidad y la irracionalidad venezolana. Están con la revolución no por bolivarianos sino por libertadores. Son los que han visto en esta aventura una esperanza para el fin de sus días. Padecieron en vida una nostalgia de absoluto, al decir de Steiner. Hoy concientes del término que a todos nos impone la finitud, se apresuraron a hacer una última jugada para engañarse con una apuesta a futuro. A un futuro Minskowskiano que, nosotros observadores en movimiento, percibimos que “estaría adelante” de los anacronismos del pasado latinoamericano. Y en esta hora todos en triste hora se muestran aferrados a un poder que se les va, se va, se va, se va.

Estos serán los rumiantes de este periodo, una vez que la democracia participativa venezolana e internacional imponga su voluntad revocatoria del mandato que aquí una mayoría le otorgó y que tomó una senda no esperada. Serán ellos los fantasmas que nos saltarán inesperadamente para enróstranos el abrupto fin de su desesperanza y querrán hacernos responsables de la otra desesperanza, que yo bien sé, que vendrá.

Estoy ansioso de esperarlos en esa bajadita. Será, esa la ocasión por mi esperada, cuando oirán mis argumentos más sólidos. Ahora es tiempo de anunciación del fin de esta desventura, tal como la conocemos. Yo aspiraba que su fin llegase en el 2006. Los actores de uno y otro lado han propiciado un revocatorio que puede revolcarlos a ellos y que abrirá la posibilidad de un gobierno sustituto; o que puede revolcarnos a nosotros al dar paso a una dictadura donde saldrá la piel y la bota del gorila venezolano que soñó en Sabaneta y ahora tiembla en Miraflores impulsado a intentar lo imposible.

Prefiero la mitología derivada de las ciencias naturales y de la tecnología que al menos abre futuro en el espacio local y que nos convoca a una acción relevante de creación e innovación.

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