Opinión Nacional

¿Reunificación socialcristiana?

Es lógico y comprensible que las tradicionales familias ideológico-políticas de Venezuela, léase, desde luego, la social-democracia y el social-cristianismo, intenten recuperar su antigua ascendencia y traten de levantar su maltrecha arquitectura partidista.

El caso de AD es distinto al de Copei porque, a pesar de todos los pesares, Acción Democrática ha logrado mantener los fundamentos de su estructura partidaria , mientras el espacio democristiano se ha dispersado en una diáspora política de variados emblemas.

El asunto viene a cuento, entre otras razones, ya que acaba de celebrarse en Caracas un seminario bajo un sugerente título: El nuevo liderazgo político y Copei». Patrocinado por un grupo de profesionales copeyanos, de los cuales destacan Luis Ignacio Planas, Juan Salvador Pérez, Virginia Rivero, Francisco Bello y Juan Cristóbal Romero.

Entre los temas del seminario figuró el de la «reunificación socialcristiana» que, estimablemente, le correspondió al ex-ministro Andrés Caldera. Clausuró la jornada Eduardo Fernández, quien reiteró el llamado que viene liderando sobre la «unidad de todos los socialcristianos».

Se trata, sin duda, de una buena iniciativa, ya que todo lo que contribuya a crear conciencia «unitaria» entre el variopinto mundo socialcristiano es positivo para esa corriente de pensamiento y, en consecuencia, para el futuro democrático del país.

En este exacto sentido, es oportuno observar que esa esperada «reunificación» no debería sustentarse, solamente, en alguna de las toldas que se proclaman demócrata-cristianas, sino que, más allá, debería tener por objetivo la creación de un nuevo movimiento político-partidista.

En mi opinión, lo que queda de Copei, o lo que significa Convergencia, o la autoridad personal de los reconocidos fundadores de la causa socialcristiana venezolana, o la posible disposición de Proyecto Venezuela, o, incluso, el ensamble de múltiples figuras nacionales o regionales de proporcionado prestigio, tendrían un impacto considerable en la vida política nacional, si obraran, en conjunto, con miras a formar una nueva y democrática institución partidista.

Es obvio que no planteo la resurrección específica de Copei, o la mera conformación de acuerdos electorales, casi de índole regionalizada, entre los factores pro-socialcristiano. Hay que ir mucho más adelante.

Hace 56 años, la tenacidad de Rafael Caldera y sus destacados compañeros hizo realidad la fundación de Copei a partir de diversos comienzos, esfuerzos e iniciativas. Aquello no fue un «big-bang» que surgió de la nada, sino la «realización» de un complejo proceso que encontró, en la llamada «Revolución de Octubre», circunstancias históricas para su desarrollo.

En los comienzos del siglo XXI, tan cataclísmico por la ruptura retrógada del régimen de Chávez y por la destrucción, en buena parte autoinflingida, del sistema de partidos, el país necesita construir nuevos instrumentos que faciliten la estabilidad institucional y, por tanto, su avance social y económico.

De allí que un renovado movimiento de inspiración socialcristiana haría mucho bien. Pero no hablo de una colcha de retazos, ni mucho menos de un maquillaje dizque-rejuvenecedor. La familia socialcristiana, para volver a unirse y crecer afirmativamente, requiere de una nueva casa, democrática y plural, moderna y decente, amplia y abierta. Allí está el desafío de la «reunificación».

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