Opinión Nacional

Revoluciones y Revolución

En esta entrega de VENEZUELA XXI: La Revolución de la Estupidez, Gonzalo Palacios Galindo describe en qué consiste una revolución auténtica. En esta primera parte el autor plantea la tesis que en Venezuela hemos vivido solamente una revolución. En segunda parte de “REVOLUCIONES Y LA REVOLUCIÓN”, el profesor Palacios nos presentará su definición de “revolución” con miras a iniciar un diálogo con los lectores.

REVOLUCIONES Y LA REVOLUCIÓN

Antes de tratar el tema de la ESTUPIDEZ que una “revolución” representa para nosotros, permítaseme presentar mis credenciales para hacerlo. Nací en Maracay, Aragua, a los 26 meses de haberse muerto el General Juan Vicente Gómez (Diciembre 1935). Aquella ciudad/cuartel, había sido la capital putativa de Venezuela durante el régimen de la primera “dictadura petrolera” en el mundo (1908-1935). En Maracay cumplí los siete años, que según la ley de la Iglesia es “la edad de la discreción o del uso de razón.” Aunque no estuviesen concientes de ello, mis padres confiaban más en el Derecho Canónico que en el Derecho Civil Venezolano y me obligaron a usar la razón desde entonces. Hicieron de mis primeros años una escuelita contra las ESTUPIDECES que nos rodeaban y de las cuales éramos víctimas. Por lo poco que me recuerdo de mi niñez y por algunos resultados posteriores, se que mis padres, mis hermanos y mis maestros me vacunaron contra la enfermedad de la ESTUPIDEZ desde antes de morir mi padre (1941). Pero debo confesar que la “vacuna” – usar la inteligencia – no fue completamente efectiva. La ESTUPIDEZ nos afecta a todos los venezolanos en mayor o menor grado según haya sido nuestra educación infantil.

La primera credencial que ostento para escribir sobre la ESTUPIDEZ de lo que es una revolución es haber pasado mis primeros años en Maracay. Habían pasado casi diez años del fin de la dictadura de Gómez. El país vivía un período de tranquilidad, acostumbrándose a no tener miedo y esperanzado en un futuro de libertad. Dentro de ese marco histórico fue que mi madre decidió regresar a Caracas. El General Eleazar López Contreras había hecho posible vivir en un país libre y nos enseñó a querer a la Patria por primera vez en la historia. Previamente, todos los dictadores, tiranos, seudo-presidentes, y demás opresores de todos los venezolanos nunca transcendieron el narcisismo, la avaricia y otras fallas caracterológicas que dominaron sus vidas. Hoy tenemos a uno cuya actuación pública justifica y hace necesario inventar un sustantivo que lo define mejor que todos los anteriores juntos: el Dictraidor Hugo Chávez.

Mi segunda credencial para hablar del tema “revolución” la adquirí apenas nos mudamos a Caracas. Vivíamos en una vieja casa con varios patios de árboles frutales, flores, y hierbas que servían para curar, tranquilizar y en general, hacer placentera nuestra nueva vida en la capital. La Revolución de Octubre (1945) fue de tal magnitud y violencia que inspiró verdadero terror en la población no militar o civil, por no decir civilizada. En lugar de suministrarnos paz y tranquilidad, los patios de nuestra casa ahora permitían la entrada del pánico que cundía por toda la ciudad. Desde las ametralladoras de aviones “caza” (irónicamente provenientes de Maracay) caían cientos de proyectiles entre aquellas matas que tantos beneficios nos habían dado. Los aviones pretendían hacer rendir un cuartel a unos doscientos metros de la casa y después de un día completo de ataque aéreo, lo lograron. ¿Podría el lector justificar el costo de esta ESTUPIDEZ? ¿O las muertes habidas de personas “desconocidas” porque “no eran nadie” ¿El terror que oprimió a la población y que le impidió pensar INTELIGENTEMENTE? ¿Existía en Venezuela una pobreza tal que justificara el saqueo y la matanza de nobles animales como caballos, perros, gatos, pájaros…? ¿Es justo atribuir tales barbaridades a una sola clase social? ¿Es cierto que nuestro pueblo sea tan ESTÚPIDO?
Estas y muchas otras preguntas emanan de las ESTUPIDECES llamadas “revoluciones”; de Octubre, Azul, Cubana, Legalista, no importa ni el nombre ni la nacionalidad, todas son manifestaciones de ESTUPIDEZ. Quienes vivimos y sufrimos los efectos de una revolución en América, sabemos que lo único que se logra es sustituir los oligarcas que dirigen la nación. La Revolución de Octubre de 1945 me confirió credenciales para escribir lo que todos sabemos: ninguna sociedad progresará salvo que nos dejemos de ESTUPIDECES y comencemos a ser INTELIGENTES.

De las ESTUPIDECES que nos han afectado más seriamente durante los últimos tres siglos y de las más engañosas, el concepto de revolución se encuentra entre las primeras en la historia moderna. En Venezuela, de 1830 a 1888 hubo apenas un par de décadas de tranquilidad social, pues es falso que viviésemos en paz. Frecuentemente los ESTÚPIDOS confunden la quietud y el silencio sepulcral de la represión gubernamental identificándolos como períodos de “paz.” No pueden distinguir entre represión y paz, entre miedo al poder armado y la paz ciudadana, o simplemente entre una revolución auténtica y una auténtica arrechera armada. Tal confusión pone en evidencia la ESTUPIDEZ o “torpeza notable en comprender las cosas” de la mayoría del pueblo venezolano (ver Nota # 10).

La palabra revolución debe denotar un concepto de profundísima significación para la humanidad. El ejemplo de mayor repercusión para la humanidad de lo que verdaderamente es una revolución nos lo dio un judío hace dos mil años. Jesucristo utilizó la situación política, económica, y religiosa que le ofrecía la opresión militar el Imperio (Romano, no yanqui) para efectuar su revolución. Al finalizar su obra (i.e., su vida), comienza otro mundo. Cristo nos reveló el punto final de la Evolución Creadora, el Punto Omega de Teilhard de Chardin. El nuevo ser humano se caracteriza por su aceptación de un sistema de valores completamente diferente al del Imperio, algo similar al Budismo en su rechazo de lo mundano. Unos 15 siglos antes que Copérnico, Jesucristo lleva a cabo su propia revolución, en la que se revela a sí mismo como causa eficiente de la Creación. A partir de su vida en la Tierra, Cristo se convierte en el centro del universo, todo gira en torno suyo. Si bien la revolución Copernicana se limitó por los “movimientos de las Estrellas Fijas y erráticas” como podemos leer en el título de su magnum opus, la revolución Cristiana no tiene límites físicos (espaciotemporales). Quienes aceptamos el nuevo sistema de valores sabemos que estos tienen su origen, su razón de ser y su fin, en la Energía Creativa del Amor, la cual transciende cualquier Imperio de este mundo… Tal fue el alcance total de la Revolución de Cristo que un filósofo del “Imperio” propuso una alternativa a finales del siglo XIX, la Ética del Übermensch:
“La Iglesia Cristiana no ha dejado nada sin tocar por su corrupción; ha cambiado todo valor en un no-valor; toda verdad la transformó en una mentira, y lo que es integridad, en una vileza del alma.”
F. Nietzsche, El Anticristo, 1888.

Para entender cabalmente el significado de “revolución” en el campo político es necesario remontarnos a sus orígenes semánticos y etimológicos. Los orígenes del concepto “revolución” incluyen temas derivados o al menos vinculados a la filosofía, la biología y la geometría. La ESTUPIDEZ contemporánea impide comprender este contexto total, reduciendo así el significado de la palabra al que le dan los ESTÚPIDOS, a saber, un “te quito para ponerme yo” a la cabeza de cualquier grupo humano.

El significado de revolución en la geometría.

Revolución significa giro o trayectoria alrededor de un centro. El inicio de la era científica coincidió con el de las expediciones europeas, y los “descubrimientos” de la mitad del mundo. La circunnavegación del globo terráqueo es un ejemplo más de lo que significaba la palabra revolución a principios del renacimiento del pensamiento científico. El gran pensador y matemático que fue Nicolás Copérnico nos hizo ver el sistema solar de una manera nueva y original. Nuestro planeta dejó de ser el centro de las revoluciones del sistema para dejarle ese honor a su estrella, el Sol. A ese cambio se le aplicó el nombre de la Revolución Copernicana. Pero la palabra “revolución” comenzó utilizarse antes de que su pensamiento fuese declarado “revolucionario” y condenado como tal por los ESTÚPIDOS del Vaticano. La palabra se hizo popular a raíz de encontrarse en la página titular de la obra principal del gran pensador (“Revolutionibus”). Las revoluciones de los cuerpos celestiales se hacen según las curvas creadas al cortar un cono por un plano a diferentes niveles e inclinaciones. Todas las revoluciones de dichos cuerpos giran elípticamente, circularmente, o en forma parabólica, aunque esta última deja de ser “revolución” para convertirse en “trayectoria,” sin más.

El lector observará que las dos “revoluciones,” la realizada por Copérnico y la de Cristo tienen ciertas características en común, esenciales para comprender el verdadero significado de ese concepto. Ambas redefinen el centro, el principio y fin de las órbitas de los cuerpos en movimiento (Sol y Cristo); ambas sustituyen los cuerpos en órbita (la Tierra y el hombre); y finalmente, ambas inician nuevos sistemas de medir el tiempo (revoluciones alrededor del Sol y antes y después de Cristo).

Libertad y revolución

El concepto de libertad es de la esencia de una revolución. Se trata de la libertad que nace a raíz del dominio de sí mismo y que fundamenta la democracia. “Todo cambio producido en el estado parte, según Platón, de los gobernantes, no de los gobernados,” nos explicó Werner Jaeger en su Paideia. En su diálogo La República, Platón describe las transiciones de un tipo de gobierno a otro (tema que también trató su discípulo Aristóteles en su Política) de esta manera:
“Difícil resulta que en una ciudad así se produzca una sedición. Pero como todo lo que nace no puede menos que corromperse, es evidente que ese régimen no perdurará eternamente, sino que también se destruirá.

[…] Entonces, la designación de los gobernantes recaerá en personas no muy aptas…” La República, 545D-547A.

Esta corrupción y eventual destrucción del régimen crea una nueva sociedad en la que “Los hombres de ese régimen serán …amantes de las riquezas, ni más ni menos que los de las oligarquías” (ibid. 547D). No basta, pues, con cambiar un régimen por otro para que se efectúe una auténtica revolución en una nación. Para que se de un cambio verdadero en un país, su centro tiene que ser remplazado: el gobernante deberá girar alrededor del gobernado. El renacimiento de las instituciones sociales se hará bajo el control del nuevo centro de ese país, la ciudadanía libre. Un ciudadano libre es aquel que está en control de sí mismo. La “revolución” triunfará siempre y cuando se base en un “giro inspirado en el ‘dominio de sí mismo’, el concepto socrático de Encracia, fundamental para una demo-cracia:
“ponte a pensar que se da ya en su alma el cambio de gobierno, pasando por tanto del régimen oligárquico al democrático.”

Toda revolución verdadera comienza y termina con un cambio en el alma de cada quién. El cambio se logra en libertad y con INTELIGENCIA.

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